Ximo Rochera es escritor y editor.
¿Somos lo que leemos?
Aunque hay una parte instintiva que me invita a decir que sí, existe otra racional que se decanta por el no. La prueba es que hay gente que no lee nada y no por eso dejan de existir… Es cierto que la lectura, el cine, las exposiciones, el teatro forman un tejido que va dando a forma a quién somos. Sin embargo, creo que hay personas que reciben esos estímulos de otros lugares que no son los libros, quizá los viajes, los amigos…
Un libro de tu infancia.
Siendo pequeño no era muy amigo de los libros como tal. Me “ajuntaba” más con libros ilustrados. Las joyas literarias juveniles de Bruguera: Miguel Strogoff, Las aventuras de Tom Sayer, La isla del tesoro, Historia de dos ciudades… Creo que no me faltaba ninguno.
Un libro de tu adolescencia.
Pues estaba enganchado al Quijote. Mis padres compraron una edición que se componía de 6 tomos con fotografías e ilustraciones. Era de color rojo y estaba en una librería sobre la tele (todavía sigue allí). Creo que la lectura con dibujos me resultaba más amena.
Un libro de tu juventud.
Leía libros que cogía de la biblioteca de mi padre. Él estaba suscrito al Círculo de Lectores y recibía cuatro o cinco libros cada mes. Muchos de ellos eran de autores que todavía hoy son desconocidos para mí, pese a haberlos leído, quiero decir que ya no me acuerdo de sus nombres. Sin embargo, recuerdo haber leído, a escondidas, Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio de Henry Miller. También Las ratas de Miguel Delibes y El Jarama de Sánchez Ferlosio.
Un libro actual.
Compagino varios. Por un lado, un poemario que todavía no se ha presentado y que fue el ganador del premio Barcarola de poesía: Sin noticias de Liliput de Rafael Camarasa, que, por cierto, se presentará en la librería Ramón Llull el próximo 20 de septiembre. También estoy leyendo Catorce ciudades contando Brooklyn de Quim Monzó y un ensayo delicioso de Eloy Fernández Porta, En la confidencia. Tratado de la verdad musitada.
Un libro de siempre.
Me impresionó mucho Crimen y castigo. Lo sigue haciendo. Hay muchos más libros que están a la altura de este en mi clasificación, sin embargo, siempre me viene a la mente el primero el de Fiódor Dostoievski.
Un libro por leer.
Son tantos. En las librerías de casa tengo ordenados los libros alfabéticamente, separados los escritos en castellano del resto. Y por otro lado la poesía. También tengo anaqueles destinados a aquellos libros que todavía no he leído y, sin embargo, ya he adquirido. Cada día estos están más llenos. Justo ahora comenzaré con Cárcel de Emmy Hennings y, también, con Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin (este es un libro que tengo pendiente leer desde que Marga, mi pareja, hizo una charla sobre ella en el ciclo Literatura&alcohol que organizaba Canibaal).
Un libro que no pudiste acabar de leer.
No hay ninguno. Me ocurre con todo. En cuanto he empezado un libro, una serie, una película ya no puedo dejarlos. Muchas veces me han dicho que pierdo el tiempo leyendo algo que no me gusta demasiado, no obstante, no puedo dejarlo. Debe ser una variante del “Preferiría no hacerlo” de Bartleby.
Un libro que te gustaría haber escrito.
Cada vez que me encuentro con un gran libro, desde el primer momento que llego a la conclusión de que es maravilloso, brillante, me pregunto por qué no lo habré escrito yo. Así que la respuesta sería cada uno de ellos.
Tres cosas que te gustan más que leer.
No tengo un color preferido: me gusta el verde pardo del otoño, y el azul plomizo de las nubes los días de tormenta, el rojo Canibaal y el negro. Depende del momento. Cuando estoy leyendo no hay nada que lo pueda superar, pero lo mismo me ocurre cuando estoy dando una vuelta con la moto o cuando estoy de viaje. Existen muchas cosas que me transmiten la misma intensidad y placer que la lectura, depende del momento. Cualquiera de esas cosas me apetece hacerlas antes que planchar o fregar, esa es la razón por la que tengo la casa hecha un desastre.