Me llamo Esther López Barceló (Alicante, 1983), vivo en València y soy funcionaria docente, ahora coordinadora de un aula didáctica de memoria democrática, estudié historia, me especialicé en arqueología y estudié antropología física y forense. Hace menos de un año publiqué mi primera novela Cuando ya no quede nadie (Ed. Grijalbo) y vivo a caballo entre el mundo de la literatura, de la investigación y de la didáctica.
¿Somos los que leemos?
Puede que lo que leemos diga más de nuestras aspiraciones que de lo que somos en realidad. Todos los libros que duermen en mi mesita de luz hablan más de los temas que me obsesionan y de los que quiero saberlo todo y, sobre todo, desprenden la melodía que querría alcanzar con mi escritura.
Un libro de tu infancia:
Todos los de Ángela Sommer-Bodenbürg, incluyendo la colección del pequeño vampiro pero también otros de sus libros como el de Hanna, el pequeño ángel que cuenta la historia de una niña que se abstrae de la violencia que la envuelve creando un mundo paralelo. Aunque mi personaje favorito era Anna, la hermana de Rüdiger, “el pequeño vampiro”.
Un libro de tu adolescencia:
Jane Eyre, de Charlotte Brontë, tuvo una influencia muy importante en mí durante mi pubertad y adolescencia. Me fascinaba todo lo victoriano, desde la ropa hasta las historias espectrales. Y me introduje en el universo brontiano con Charlotte. Después vendrían Cumbres borrascosas, de Emily, la cual leí ya muy influida por su lectura cinematográfica en la versión protagonizada por Laurence Olivier y Merle Oberon que vi cientos de veces en una cinta VHS grabada de La 2, seguramente, a altas horas de la noche.
Un libro de tu juventud:
La voz dormida, de Dulce Chacón, sin ninguna duda. Fue la novela que me abrió una ventana a un mundo del que pensaba que sabía del que, sin embargo, no conocía apenas nada. Cuando cerré la última página del libro, uno de los guerrilleros con los que habló Dulce para documentarse, llamó a mi casa preguntando por mí. Aquel día parecía que mi vida fuera la obra de un guionista admirador del realismo mágico. Cuando tomé el auricular y Quico me habló, todavía tenía los ojos empañados de lágrimas por culpa de aquella novela que también relataba parte de su historia. El rumbo de mi vida cambió ese día para siempre. Me convertí, desde entonces, en una activista de la memoria.
Un libro actual:
La memoria del frío, de Miguel Martínez del Arco. Es una novela de acción trepidante basada en la historia real de la madre del autor, Manolita del Arco, la presa política que más años pasó en las cárceles franquistas. Es la mejor novela de memoria histórica que se ha escrito.
Un libro de siempre:
Paradero desconocido, de Kressman Taylor. Es una relación epistolar entre un alemán ario y otro judío. Es interesante porque te permite ir viendo cómo va cambiando la percepción del ario sobre su amigo conforme va consolidándose el nazismo en Alemania. Hay que leerlo hasta el final. Es importante. Además se lee en menos de una hora. Lo habré regalado decenas de veces.
Un libro por leer:
La otra hija, de Annie Ernaux, es el que acabo de empezar y es de los que más estoy disfrutando de la autora.
Un libro que no pudiste acabar de leer:
Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta. No lo soporté a pesar de que se le considere un clásico.
Un libro que te gustaría haber escrito:
Otaberra, de Elisa Victoria, porque ha sido capaz de hacer tangibles pensamientos que yo creía propios e íntimos pero que, gracias a su osadía, ahora entiendo que son compartidos. Admiro esa forma de desnudarse en la escritura.
Un libro que te gustaría que existiera:
Otra novela mía.
Tres cosas que te gustan más que leer:
Me encanta hablar con mi hijo de tres años que ya empieza a sorprenderme con sus argumentaciones, viajar con mi marido y visitar librerías con mi madre.