Una linterna. Un hornillo de gas. Carne enlatada. Sal. Compresas. Y un neceser con tijeras, gasas y desinfectante. Son algunas de las cosas para sobrevivir que le dan a Khalat (la protagonista, perteneciente a la minoría kurda) en una caja en el campo de refugiados al que se ve obligada a escapar. Donde su vida se suspende como una mota de polvo en mitad de un haz de luz. Solo que aquí no hay luz, hay incertidumbre, mucha, y por tanto oscuridad.

El trazo claro de la ilustradora Giulia Pex (Milán, 1992) y su propio guión, sirven para dar un realismo casi cinematográfico al relato (lo estamos viendo, transcurre frente a nuestros ojos que empatizan y se conmueven pese a la distancia geográfica), basado en la experiencia de Davide Coltri, escritor y cooperante italiano. Narra la huida de Khalat por el asedio a los kurdos en Siria en el contexto de la guerra civil iniciada en 2011. Con la consiguiente pérdida de los sueños de una joven, quizás enamorada de su profesor de literatura francesa (que es en realidad, la ventana de todo lo que ella espera de la vida) y de los poemas de Jacques Prévert.

«Me sentía como en un agujero negro que se estaba tragando todo lo que había soñado para mi futuro», resume Khalat en su escapada. Y aunque estemos a años luz de su experiencia vital podemos sentir como esa espera hiere con cada latir de las horas. Junto con la promesa rota de un futuro que ya no es, al menos en la forma imaginada.

Khalat, Giulia Pex. Liana Editorial.