[su_note note_color=»#f8f4ea»]
Nombre: María Gómez-Senent Martí.
Edad: 33 años.
Lugar de nacimiento: Valencia.
Lugar de residencia: Valencia.
¿Cómo definirías tu actividad artística? Hago diseño gráfico en todas sus vertientes.
[/su_note]
María Gómez-Senent es diseñadora. De las de los pies en el suelo, sin poses ni tonterías. Vehiculando su trabajo para ofrecer soluciones a los problemas de comunicación. Una Señora Lobo elegante y cuyas armas son la tipografía, los colores y demás herramientas propias de su profesión. No mata, sino insufla vida en sus proyectos. En su persona se mezclan el buen gusto y la curiosidad. Excelente conversadora y más artista de lo que imagina, sus palabras flotaron en una estancia tranquila de Las Naves hasta que las capturamos para vuestra lectura.
¿Por qué el diseño?
Soy diseñadora de casualidad. Yo quería estudiar Periodismo en Barcelona, pero mis padres no se fiaban de mí (risas). Me propusieron que eligiera algo que me gustara y de lo que pudiera escribir en un futuro, y escogí Historia del Arte, porque mi profesora de COU resultó ser una maravilla de mujer. Pero estudiando esa carrera me aburría muchísimo. Un amigo de mi padre, que era profesor de la Escuela de Diseño, me animó a apuntarme. Lo hice, pensando, eso sí, que sería como apuntarse a una academia, y para nada. Durante algunos años, estuve haciendo las dos carreras a la vez, porque mi padre me dijo: «Tú haz lo que quieras, pero todo lo que se empieza se acaba» (risas).
¿Qué es, para ti, el diseño?
El diseño es coger muchos elementos visuales, juntarlos y componer un cartel, un libro, una marca, … sin que el componente artístico tenga tanto que ver. Y los diseñadores tenemos que ser conscientes de ésto para que también nuestro trabajo sea valorado como debe ser. Quizás sí se pueda percibir este componente artístico en el resultado final, pero el proceso y el punto de partida es diferente. Nuestro trabajo empieza cuando hay un problema de comunicación y hay que encontrar una solución. En ese sentido, veo mucho más sencillo diseñar que crear una obra de arte, por ejemplo. El sentarme a mirar por la ventana a ver si se me aparecen las musas lo encuentro muy complicado. Que luego yo sea sensible, al arte, a la belleza… por supuesto. También depende mucho de la formación recibida y del día a día. Las generaciones anteriores trabajaban más con sus propias manos, de principio a final, ahora la herramienta más usada es el ordenador y eso se nota. Por eso admiro y respeto a los artistas.
¿Hay algunos rasgos que se repitan en tus trabajos y que puedan definirte a nivel profesional?
Soy bastante ecléctica. El diseño debe responder al encargo. Flipo cuando alguien consigue tener un estilo propio en todo lo que hace. Pero sí es cierto que hay cosas que están presentes en lo que hago. Me gusta mucho la sencillez y cuido la utilización de los tipos de letra como imagen. Es que llega un punto en el que al final tienes que comunicar algo y no puedes marear al receptor con mucha información. Me encanta cuando veo que con tres componentes alguien ha conseguido cumplir con el propósito encargado y encima hay un toque de ironía. A eso es a lo que aspiro a llegar.
¿Y aspectos que, voluntariamente, nunca están presentes en tus diseños?
Te diría que la Comic Sans, que es lo que te diría cualquier diseñador (risas), pero no, porque ese tipo de letra se hizo para lo que se hizo y en ese sentido está muy bien hecha, aunque la usemos, a veces, para poner carteles en los hospitales. Y la verdad es que no diría nunca que no voy a usar algo concreto, ¿por qué prescindir de una herramienta que te puede ser válida en un momento preciso? Igual algún color. Sí, colores RGB para imprimir, un verde de estos chillones, pero es que incluso eso puede que lo tenga que usar alguna vez. Y eso es lo que me gusta del diseño, que cada cosa es diferente.
Háblanos de Nadadora.
Es un proyecto que empezaron Cristina Alonso e Isaac Piñeiro hace, más o menos, ocho años, cuando terminaron de estudiar. De hecho, el proyecto final de carrera de Cristina era la identidad gráfica de Nadadora. El nombre es porque no querían relacionarlo nada con el diseño. Yo me incorporé en septiembre del año pasado. ¿Qué hacemos? Básicamente diseño gráfico de producto. Cristina e Isaac saltaron la barrera de la especialización, que parecía que era la única salida como se encargaban de repetirnos cuando estudiábamos, y se juntaron para hacer de todo.
¿Qué hiciste, profesionalmente, antes de llegar a Nadadora?
En Tercero de la Escuela de Diseño, que ya no estaba estudiando Historia del Arte, tuve la suerte de poder hacer prácticas en el estudio de Paco Bascuñán. Fueron tres meses geniales. Allí, además de a Paco y a Lupe, maravillosos y muy respetuosos, conocí a un montón de gente. Paco sí era un artista. En Cuarto me fui a Bélgica a hacer el proyecto de fin de carrera y estando allí me llamó David Cercós, que le había preguntado a Paco por algún becario interesante que hubiera pasado por su estudio. Acabé el erasmus y me incorporé allí, en prácticas, haciendo diseño editorial a cascoporro. Hacía, sobre todo, libros de arquitectura que eran, la verdad, bastante complicados, porque incluían unos planos enormes que estaba en unos programas que nadie entendía (risas). Cumplidos los dos años de rigor y gracias a la maldita crisis, no me pudo renovar. Después entré en Engloba, la agencia de publicidad. Estando allí, me llamaron del estudio de Lina Vila y allí trabajé hasta el verano pasado. Fue una experiencia maravillosa, Lina es genial.
¿Cómo es tu proceso creativo?
A nosotros, en la Escuela, nos contaban que en el proceso había tres fases. Luego, cuando sales al mundo laboral te das cuenta que lo aprendido era un poco ficticio porque no te puedes pasar un mes y medio haciendo una investigación, que era la primera de esas tres etapas. Para mí, lo básico es tener un buen briefing, que parece mentira, pero es bastante difícil. Si ya te dice algo, empiezas a pensar a partir de él. El problema es cuando eso no ocurre, porque tienes que encontrar la manera de que así sea (risas). Ahora que trabajo en equipo, lo que hacemos es sentarnos y hablar de lo que tenemos que comunicar y cómo nos gustaría hacerlo. Buscamos referencias gráficas, pero sin cerrar la puerta a cualquier otra cosa, yo que sé, como la brisa marina. Intentar encontrar un motor que dinamice todo. Si es algo artístico, o del día a día, mucho mejor, porque así ya no te ciñes tanto a un estilo existente. Después viene la parte de producción. Cuando tienes un trabajo acabado y has hablado con las imprentas, has escogido el papel que te gusta, ha quedado redondo, da mucha satisfacción. Muchas veces esta fase del proceso es la que más disfruto. Y, finalmente, sólo queda enseñárselo al cliente, que te lo cambia ochenta y seis veces (risas).
¿Qué es lo que menos te gusta de ese proceso creativo?
No creo que haya ninguna fase que no me gusta, pero sí me agobian las presentaciones. Lo puedo tener todo claro, pero a veces no es tan fácil comunicarlo. Y luego está el tema de la impresión. Me da mucho miedo. Hay un momento, una vez enviado el arte final, que ya no depende de nosotros, que es casi de pánico. El diálogo diseñador – imprenta ha mejorado mucho y ahora es genial, porque vas allí y ves las pruebas, pero, por ejemplo, cuando se trata de algo digital o algo rápido, el riesgo me acojona un poco.
¿Tu soporte preferido?
El libro. El diseño editorial es lo que más me gusta, aunque últimamente hago muy poco. El packaging también es muy interesante por su versatilidad y puede ser muy divertido.
¿Tienes alguna costumbre a la hora de trabajar?
Oír música siempre. De hecho, hay música especialmente inspiradora. Ahora estamos mucho con The New Raemon, pero los discos anteriores. Me concentro mucho así. También está el orden. Es esencial, soy una loca del orden. El lugar de trabajo, también, tiene que ser acogedor y que no se pase frío. Y luego nutre mucho, crearte una rutina al margen del horario laboral. Decidir que a determinada hora paras y te vas por ahí, ver más allá del ordenador, quedar con gente, … está claro que si trabajas en un estudio ajeno no lo puedes hacer. Pero hay que intentar incorporar esa manera de oxigenarse como una costumbre laboral.
¿Qué referentes tienes?
Podría decir nombres de estudios cuyo trabajo me encanta. Por ejemplo, Atlas, que es la unión de Astrid Stavro y Pablo Martín. Pero creo que más que como un referente creativo, son un referente «aspiracional». También me gusta mucho lo que hace Solo, desde Barcelona. Pasa una cosa, con internet todos tenemos acceso a todo el mundo, pero yo creo que soy muy afortunada de tener muchos amigos geniales, como personas y creativamente, diseñadores, músicos, historiadores de arte, fotógrafos, y quedar con ellos me resulta más inspirador que pasarme delante de la pantalla varias horas descubriendo quien lo está «petando» ahora. Cualquier persona que, en estos momento, esté haciendo ahora lo que quiere es un referente para mí. Puede sonar panfletario, pero es así.
¿Proyectos de futuro?
Seguir a tope con Nadadora. Estamos a punto de sacar una butaca con Sancal, que es una empresa con la que hemos trabajado bastante. Eso a nivel de producto. En gráfico, trabajando con la Cerveza Micalet para cambiarles la imagen. Y al mismo tiempo, invirtiendo mucho tiempo en actualizar nuestra web.
SUS TRABAJOS