Eugenio Viñas.

Eugenio Viñas es el responsable del Máster en Podcast y Audio Digital que se va a impartir en Barreira Arte + Diseño. La nómina de docentes podría funcionar como un Quién es quién en el podcast hispanoamericano. Un pleno al quince. El curso es la excusa perfecta para hablar con él de este (ya no tan) nuevo formato narrativo. De lo que hay y de lo que está por venir, de periodismo o de sus experiencias profesionales.

¿Cómo surge la idea del Máster?

De las tardes de videollamada y café con María Jesús Espinosa de los Monteros, durante el confinamiento. Ella estaba tratando de mantener la actividad y expansión de Podium Podcast y Podium Studios (Grupo PRISA) desde su casa en València, mientras que yo había convencido a À Punt para crear un podcast de testimonios diario, mapeando las historias de la ciudadanía valenciana con mucha edición sonora y al estilo de los radioaficionados nocturnos (Cròniques de l’Aïllament)…¡7 días a la semana! Los 40 días del confinamiento más duro hilvanamos 6 ó 7 relatos con la maravillosa realización de Laura Romero Valldecabres y los sonidos y edición de Martí Guillem. En mitad de esa vorágine profesional, para relajarnos un rato en mitad de esas jornadas de 16 horas sentados trabajando, María Jesús y yo comentábamos cómo la industria del podcast está cambiando en apenas unos meses. De Serial (2014) a 2018, todo cambió mucho, pero los dos últimos años han sido de máximo vértigo, con las inversiones multimillonarias de Spotify (de absorber Gimlet, fichar a Joe Rogan o que las próximas historias de DC Comics vayan a ser en audio y no en imagen), la llegada a España de Podimo, Storytel, Audible (Amazon), pero sobre todo con la consolidación de grandes productoras dedicadas en exclusiva al podcast en español en Estados Unidos, México, Colombia o Argentina. Con todo y con ello, nos preocupaba algo: ¿quién está formando a los periodistas, guionistas, técnicos de sonido, productoras, documentalistas… en este género? En España hay másteres de radio buenísimos, pero ninguno de podcast. De hecho, suele ser como el añadido de los últimos años. Luego soñamos con hacerlo presencial y en València y aquí estamos.

¿Fue difícil reunir al grupo de docentes que participará, entre los que se encuentran algunos de los profesionales más importantes del panorama podcast actual?

Lo cierto es que no. María Jesús me alentó a que me atreviera, así que lo primero fue conseguir una alianza seria y ágil. Era más mayo que abril y yo quería empezar el curso este mismo año, así que no podía pensar en instituciones mastodónticas. Pensé en Barreira Arte + Diseño y lo cierto es que fue tan fácil como hubiera deseado. A partir de ahí, teniendo el centro de estudios capaz de guiarme y garantizar un canon formativo, de darle forma, fui contactando con las personas que están trascendiendo como profesionales del podcast. Diseñé un programa muy claro: idear, escribir, producir, utilizar recursos sonoros y músicas respetando los derechos, crear audiencias y monetizar. Y a partir de ese programa, fui completando los nombres de quién destacaba en cada una de las áreas. Creo que nos han dicho que no dos personas. El resto, que son casi treinta, se mostraron encantados de formar parte. Incluso, pidiéndoselo durante un tiempo de restricción de movimientos. La generosidad de las personas que están construyendo este capítulo en la historia de los medios impresiona.

¿Qué tal la respuesta?

La respuesta fue sorprendente. Hubo una docena de mails en las primeras horas, casi todos desde fuera de España. El máster incluye a referentes para Latinoamérica como Silvia Viñas (Radio Ambulante y El hilo), Juan Carlos Iragorri (El Post de The Washington Post) o profesionales de Podium Podcast (Alfonso Latorre, Ana Alonso…) que son muy seguidos por parte de profesionales de allí. No obstante, el máster era presencial y dada la situación derivada de la Covid-19, mi intención era primar a interesados que pudieran adaptarse a las circunstancias. Finalmente, dos personas que ya son productores de podcast y teletrabajaban antes de la pandemia global, sí vendrán a pasar el semestre a España desde Perú y Colombia. Durante las primeras semanas, las siguientes incorporaciones de alumnado llegaron de Barcelona, Castilla La Mancha, Madrid o Cantabria, que también vendrán. Y en las últimas semanas, desde València. Mi criterio fue no superar los 12 alumnos y tener una primera promoción muy destacada, porque hay muchos profesionales y semiprofesionales. Todas, todos, han trabajado en radio, tienen o han tenido su podcast, han locutado o producen podcast. Es el perfil que buscábamos para completar la realización profesional.

¿Por qué el podcast está provocando que la radio viva como una segunda edad de oro? ¿Crees que sin embargo, el podcast aleja al oyente (y también al que lo realiza) de una de las características más genuinas de la radio como es la emisión en directo?

Los oyentes de radio en España tiene una edad media de 51,7 años. Y el dato, ojo, es de 2018. Se supone que debe haber aumentado y no especulo con cuál será la próxima década. No solo eso: las grandes emisoras empiezan a estar visiblemente preocupadas por la audiencia joven. Milenials y centenials obtenemos la información, la formación o el entretenimiento bajo demanda. Elegimos qué ver, qué escuchar y cuándo darle al pause. Esta forma de proceder es un rasgo cultural irreversible y se conecta con el podcast, pero también con las compras online y tantas otras cosas. La radio nunca va a perder el papel hegemónico del directo. Incluso, domina la actualidad más reciente y es el medio –todavía– que mayor credibilidad aporta en España, según los EGM. Más que la prensa (por escoramiento) o la televisión (por la programación con la que convive). Sin embargo, la posibilidad de una radio a la carta es ya una realidad. A efectos prácticos, la explosión de posibilidades es enorme, pero pondré un ejemplo cercano para entender este cambio de paradigma: Los sonidos del planeta azul, que nació en 2001 en Radio Klara y que se hizo adulto en la UPV Ràdio, ¿qué público podía tener emitiéndose desde València, una hora a la semana, dedicado a las músicas del mundo? Es posiblemente el mejor programa de estas músicas en español, ha tenido spin-offs en la SER, Radio 3 o Radio Gladys Palmera, y dejó de ser un programa nicho con la aparición del podcast. ¿Hay en València suficiente público interesado un día concreto a una hora concreta de la semana en este género? ¿Y hay en el mundo, a la hora que quieran, cuando quieran, suficiente público de músicas del mundo capaz de disfrutar a un clic de distancia del mejor programa de eso que les gusta y en su lengua? Lo que finalmente ha sucedido es que Paco Valiente ha ido modulando su formato del viejo programa de radio a un podcast de 30 minutos variable y monográfico. No es de extrañar que ahora su audiencia esté en cualquier sitio, que a él le inviten como dj a festivales por todas partes o que el programa, ojo, se emita simultáneamente en la UPV Ràdio . Pero solo es un ejemplo local.

¿Qué es realmente un podcast para ti: un formato que cuida de manera especial lo que narra incorporando diversos lenguajes o el simple enlatado de un programa de radio para que se pueda escuchar después cuando se quiera? ¿Se está abusando del término podcast para proyectos que igual no lo son como tal?

Si todo es podcast, nada es podcast. Si la emisión de radio enlatada de un magacín, tal cual, segmentada por horas, si eso es podcast, nada es podcast. Dicho esto, la teoría y la conveniencia de la industria es decir que sí, que todo es podcast. Para mí, podcast es todo aquel formato sonoro ideado para escuchar exclusivamente bajo demanda, que habitualmente es seriado, serie limitada o serie abierta, y que se crea con la identidad de un género. El podcast es un género, una forma de idea, escribir, respetar la reciente tradición y exprimir. Insisto en que DC Comics y la franquicia James Bond publicarán en podcast sus próximas entregas. Las posibilidades del audio son muchas, ahora se está generando la necesaria burbuja para que el fenómeno crezca, pero si lo que encuentran las personas es la radio enlatada, el directo, por tanto, caduco, con pause, entonces pensarán que es lo mismo. El podcast ha de aportar un valor añadido evidente. Una suma de fuentes que no podrías tener en el estudio a la vez, una mesura del silencio, del ritmo y de la edición, que no puedes tener en directo. Sin que te des cuenta, a través del audio, debes realizar un viaje que puede ser formativo, de entretenimiento, periodístico o de no ficción, es decir, más próximo a la tradición del documental audiovisual. Es cierto que se abusa, pero también hay que reconocer que el término tiene 16 años, que el fenómeno de la profesionalización en inglés y en español apenas tiene cinco… Estamos construyendo el género a la vez que se define.

¿Qué permite el formato podcast que no permiten otros formatos informativos o narrativos?

Es multifactorial, pero la primera de las cosas que destaco no es la más aceptada por los teóricos del podcast. Para mí, una de sus claves es la compatibilidad. El podcast, si no es educativo-formativo, es compatible con salir a pasear, al gimnasio o a correr, hacer la comida y, nuestro gran momento del podcast, los trayectos al trabajo. De hecho, hay un par de curiosidades en esta última evidencia de escucha: los podcast tienden a medir lo que se tarda en ir al trabajo en muchos países. La otra curiosidad es que el consumo de podcast se hundió durante el confinamiento, mientras que nunca antes se generó más comunicación, interacción y crecimiento de canales.

¿Por qué?

Porque cuando uno va al trabajo, no se pone a comentar en sus redes el podcast, no interactúa con sus creadores; solo ‘consume’. Con la vuelta progresiva al trabajo, a partir de algunos datos como los que ha publicado recientemente Podimo España, sabemos que ha aumentado el número de oyentes y de horas de escucha. De hecho, otro estudio de Spotify confirma por qué está invirtiendo cientos de millones en esta industria: porque el oyente de podcast no deja de escuchar música, sino que expande su horario de consumo. Y esto me sirve para hablar de lo que permite el formato: ahora, más que nunca, el podcast permite entretenerte, formarte o informarte sin mirar a una pantalla. Varios de estos estudios encuentran en el llamado ‘descanso de pantallas’ una de las fortalezas del podcast. Ahora, por si no tuviéramos bastante, las reuniones son por Skype, Meet o Teams. Otros se han acostumbrado a hacer la compra a través de pantallas. Los que tienen familiares a distancia o por seguridad prefieren no hacer reuniones, pantallas. El podcast es oxígeno en este sentido, pero va más allá: lo escucho cuando quiero y le doy al pause cuando quiero, está producido pensando en esa escucha, no tiene prisa y no hay señales horarias, así que yo mando en el ritmo del programa y en su duración por tema/episodio. Es, en definitiva, un audio muy elaborado, diseñado (guión y sonido) y un salto de calidad a la hora de escuchar historias audificadas. Es valor añadido y, por cierto, de momento, en la mayoría de los casos bastante gratis. Ahí vendrá, a futuro, otro caballo de batalla. Pero ya tenemos plataformas de suscripción en España como Podimo, Audible (Amazon), Storytel o la versión Plus de Ivoox.

¿Le queda mucho recorrido al formato en cuando a innovación?

Le queda todo un mundo. Sus orígenes se están construyendo hoy. Sé que puede resultar contradictorio que en un mundo donde la imagen lo es todo, desde hace tantas décadas, un formato de audio pueda prosperar como formato y como género. Pero es precisamente una alternativa a la exigencia de las pantallas, a cómo nos domina especialmente la tele, pero también el cine. Se están creando podcast fascinantes en géneros muy distintos.

¿Hacia dónde crees que irá el futuro del podcast?

El futuro del podcast tiene que ver con la consolidación de una industria para la que será clave que equipos independientes logren consolidarse. En España el caso más evidente es el de Carne Cruda, con un equipo de trabajadores y de colaboradores que ya es una inversión propia e incluso superior al magacín matinal de cualquier cadena. Esto, en Estados Unidos, no es tan raro. Hay decenas, quizá centenares, de proyectos que han alzado a voces expertas que han logrado la independencia económica a través de microfinanciadores. Lo han hecho siendo buenos a la hora de elaborar un podcast seriado libre en aparentes nichos, pero que multiplicados por los interesados en, por ejemplo, agroecología, ropa vintage, coches antiguos, trenes, geopolítica y cualquier otro tema, logran financiarse. Mi sensación es la de estar dando los primeros pasos en este formato. Un género que tendrá que sobrevivir a los desmanes del sistema, porque no cabe olvidar que algunas de las empresas implicadas están en bolsa y necesitan grandes titulares para mejorar las inversiones, para aproximarse a no estar en pérdidas. Con todo y con ello, la cantidad de talento que se está formando y creando cada vez podcast más sofisticados, es fascinante. Es su momento primordial. Mientras, ya que estamos hablando entre periodistas, el podcast ya tiene su Pulitzer y sus transatlánticos del oficio, desde This American Life, a Radio Ambulante o El hilo.

Después de València Destroy, vuelves al formato podcast con Arcadia: auge y caída en la Edad de Oro del videojuego español.

Hace tres años que se estrenó València Destroy. La historia no contada de la Ruta del Bakalao, mi primera serie documental para Podium Podcast. Invertí mucho tiempo en la serie, pero también aprendí que solo con la producción de Sara Mansanet y María Jesús Espinosa de los Monteros, y sobre todo con la realización y mejoras en el guión de Alfonso Latorre, aquellos 10 episodios pasaban de ser un buen trabajo a competir en otra liga. Han pasado tres años y no hay mes que no reciba uno o varios mensajes de gente que llega a la serie. A veces, cuando alguien como Javier Gallego (Carne Cruda), el crítico de televisión Alberto Rey o el subdirector de Más de uno, Jorge Abad, dan con la serie y la recomiendan, esos mensajes se multiplican por decenas. Cuento esto porque me ha costado muchísimo dar con la siguiente historia que, aun estando escrita, permanecía en ensayos autoeditados y solo consumidos por los más próximos al juego retro. Una comunidad voluminosa, como puede serlo lo de la Ruta, pero no generalista. La historia del origen de la industria del videojuego en España es fascinante. Está llena de personajes insospechados, de momentos de un país en el que vivíamos hace cuatro días y hoy parece un mundo desconocido. Y tiene sus conexiones con ámbitos que a mí, en lo personal, me interesan: qué sucede cuando no hay normas, cómo una forma de organizarse bastante anárquica da resultados muy libres, jóvenes empresarios, en BUP y COU, en este caso, pioneros sin padrinos y, en definitiva, historias de un mundo pre internet, donde lo físico cuenta mucho y donde me interesan mucho más las personas que consiguen cambios en la sociedad sin padrinos, desde lugares muy ajenos al poder económico o político. Arcadia repasa en sus primeros episodios el magma de los 80, fija lo trascendente que fue que un Spectrum, un Amstrad o un MSX entraran en cientos de miles de casas, pero sobre todo cómo puede ser que los que hoy tienen 40 ó 50 años cambiaran su forma de ver el mundo a través de los juegos. Al final de la serie, tenemos un largo epílogo en dos episodios para abordar a fondo y con todos sus protagonistas los fenómenos de PC Fútbol, Commandos o Blade, porque de esos mimbres se ha construido buena parte de la industria del videojuego español hoy.

¿Ha sido el podcast  una de las pocas buenas noticias que ha recibido en los últimos años la profesión periodística?

Para nada, pero mi vida periodística es atípica. Me siento un bicho raro y lo tengo presente cada vez que el instinto me lleva a generalizar. Durante la carrera trabajé siempre, tratando de estar próximo al Periodismo, aunque eso incluyó tener un grupo de rock, ser librero, dj de bodas, etcétera. Pero en la acumulación de trabajos para pagarme esa carrera, de la que me quedan unos 30 créditos y dudo que finalice, también trabajé de técnico de sonido en una televisión local, de cámara, grabé videos corporativos, hice una beca de investigación sobre el tratamiento audiovisual en España de los Juegos Paralímipicos de Pekín. Además, me había ido de casa y vivía con amigas. Mi vida era maratoniana combinando trabajos y clases de una manera que ahora no comprendo. Hacia el final de mi sexto o séptimo año de una carrera que debería durar un par de cursos, tuve la suerte de que unos amigos me enrolaron en el Far West del posicionamiento. En unos meses descubrimos que podíamos vivir desde casa fusilando las noticias de cualquier medio, porque los medios no pensaban en SEO.

Viví en Madrid porque el grupo actuaba 6 fines de semana de cada 8, sino me hubiera ido a vivir fuera. Riéndome de los medios y del SEO, el entonces presidente de la Unió de Periodistes Valencians, Ximo Clemente, me envió un DM por Twitter (año 2011) y me dijo, ¿quién eres, qué haces, dónde estás? Le dije, soy el cantante de un grupo, vivo en Madrid y te fusilo las noticias. Por aquel entonces, Valencia Plaza, donde él era redactor jefe, era un medio nativo digital sin estrategia digital. Por si no fuera poco, alguna agencia arribista les había baneado de Menéame y otros desmanes. Comí con él y con Cruz Sierra en Chez Lyon. Años más tarde, daría la exclusiva de su cierre y a Ximo y a Cruz les considero mis padres periodísticos. Cuento todo esto para que se entienda que nunca he dejado de trabajar y estar vinculado a los medios, pero que todo ha surgido de una manera casual… hasta feliz. En Valencia Plaza dije yo cuánto quería cobrar. Si tenía 25 años, llevaba como 9 ó 10 currando y no he currado gratis en mi vida. Voy a repetirlo, porque a lo mejor se entiende la rareza mejor: soy periodista y no he currado gratis en mi vida. ¿Eso quiere decir que no me han encargado un artículo y luego se han echado atrás, he tratado de vender un reportaje y las fuentes que me iban a contar todo se han cagado, que no he invertido días o semanas en un tema que nunca ha salido por 12 razones? Claro que no. En mi forma de ver el oficio, que es, ante todo un oficio y no una carrera universitaria, se publica aquello que finalmente pasa los filtros de interés público, comprobación, información veraz, etc. No voy a porcentuarlo, pero no todo aquello que empiezas a elaborar acaba publicado. Hay meses que el porcentaje, por cierto, es desesperante… y tu autoexigencia crece.

Entre los doce curros de cada año, fui becario de los servicios informativos de Radio València, Cadena SER. Otra escuela para mí. Y como yo digo, he tenido muy mala suerte, porque en Radio València y en Valencia Plaza me han dejado hacer lo que me ha dado la gana. Yo no he tenido una reunión jamás de, vale chicas, vale chicos, la línea editorial es… Tampoco he sentido presión interna de mis directores con ningún tema, pero sí la he sentido, constante y sonante, de las empresas o instituciones afectadas por una información. La cosa es que esa es la muestra de que algo has hecho bien. He cobrado siempre por mi trabajo, he tenido salarios de medio altos a altos y solo he trabajado en empresas que me han permitido relacionarme con otras. Estando en Valencia Plaza, publicaba en VICE o en Tentaciones de El País. ¿Cómo conseguí hacerlo? Tirando de cualquier hilo, de cualquier contacto y vendiendo temas interesantes. Eso y que con Twelve Dolls, mi grupo, actuamos en todas las ciudades que uno imagine, grandes o pequeñas. Solo nos dejamos Galicia y las islas por explorar. Tengo contactos en casi cualquier sitio y a día de hoy sigo usándolos.

No puedo decir que el podcast sea una de las pocas alegrías que he recibido en los últimos años. En estos últimos años abrí Plaza Deportiva con Héctor Gómez, abrí Culturplaza con Carlos Aimeur, abrí Guía Hedonista con Jesús Terrés. ¡Mira cuántos compañeros de viaje ilustres! He colaborado en infinidad de medios, publicando lo que de daba la gana. Si no lo querían, me iba a otro. He dirigido y producido tele experimental para À Punt (Ciutats en Aïllament), he hecho podcast para À Punt (Focus y Cròniques de l’Aïllament), mis series de Podium, colaboro en El País y GQ actualmente… yo he vivido una década de ensueño. Por si no fuera poco, haciendo tantas cosas, uno de los dramaturgos más premiados y que seguramente sea uno de los más recordados del teatro hecho aquí en el siglo XXI, Jordi Casanovas, me pidió ser documentalista de esa gran tragedia griega sobre los valencianos que es Valenciana. Por cierto, del 9 de octubre al 8 de noviembre en el Rialto. ¡Imagínate la suerte que he tenido! Tengo muchísimo trabajo, hago casi lo que quiero, ahora podcast, porque necesito vivir este momento y aprender, y me pagan por ello.

Desde tu punto de vista personal, como periodista, ¿cómo se ha incorporado a tu vida laboral?

La radio siempre ha estado ahí. A los 13 años estaba en Radio Alaquàs y a los 15 ya tenía un programa de cuatro horas. A los 18, aprovechaba mis noches de técnico de sonido en Canal 13, ¡la radio que ves!, para hacerme un nocturno de dos horas. Acababa a las 12, se iba todo el mundo, y me quedaba con mi gran amigo Luis González hasta las 2. Llegaba a casa a las 3 como sistema, entre semana, y al día siguiente a clase. En la carrera hice cuanta radio pude y tuve la suerte infinita de que Bernardo Guzmán creyera en mí, pese a tener un grupo de música, pese a trabajar en siete sitios, pese a llevar la ropa entre sucia y rota, con todo y con ello, me dejó ser becario de la SER. Y ya no he parado. He sido culpable de forzar el nacimiento de Plaza Radio, aunque es un proyecto y una idea que tienen todo que ver con Rafa Lupión. Pero desde dentro, antes de que surgiera, yo metía mucha presión en Valencia Plaza con el podcast. Hablo de 2014-2015. Luego surgió el milagro de conocer a María Jesús Espinosa de los Monteros, quien ha abierto en mi mente este futuro profesional y sobre quien leeremos en los libros de historia de los medios y de la radio que ella está transformando desde dentro, desde Prisa Radio.

Así, poco a poco, se ha incorporado a mi vida laboral. Me fui de la redacción de Valencia Plaza porque sentía que necesitaba vivir otras cosas. Tenía un sueldo privilegiado y no ingresé un euro durante tres o cuatro meses, pero enseguida vino Focus en À Punt. Un programa de radio documental que era un podcast documental semanal. En la casa estaban muy contentos con él y cuando se canceló, para mi sorpresa, distintos portavoces de Les Corts me hicieron saber que les apenaba que no siguiera. Los destaco, además de los seguidores de un programa puramente informativo, que era servicio público. Pero es que el verano que cancelaron Focus cancelaron toda la parrilla con la excepción de Al Ras. Yo decidí que no iba a esperar a septiembre para seguir con el programa, porque siempre estoy haciendo doce cosas. Y todo ha seguido de una manera más o menos fortuita, estuve seis meses en el Ayuntamiento porque Maite Ibáñez me lo propuso y me sentí muy halagado. No era mi sitio y mi capacidad de transformación era mínima. Me fui de nuevo sin trabajo y a los 15 días de salir, confinaron a toda España en casa, escribí un proyecto para À Punt, lo envié por mail a su ‘finestra oberta de continguts’… y me llamaron en uno o dos días. Hicimos 40 programas, 7 días a la semana (en una dedicación y esfuerzo de producción interno de À Punt que no sé si se repetiría). Empecé a darle forma a Arcadia, publiqué aquí, allá, en el otro lado, envié otro proyecto a la ventana de À Punt, un slow tv para registrar las calles vacías durante el confinamiento (Ciutats en Aïllament) y resulta que también les pareció adecuado. Seguí haciendo mis entrevistas y temas para GQ España, les hice una serie de podcast sobre empresarios en la historia… un no parar constante. Con agilidad y proponiendo a diestro y siniestro, todo el día, cuando no leo o escucho. Ahora en mi casa hay mesas, cables, micros, auriculares mejores… Arcadia no es el único proyecto de podcast importante que va a llegar antes de final de año. Mi fotografía profesional no es usual, porque no dejo de estar constantemente abriendo nuevas puertas. En los últimos dos años he tenido un proyecto de serie de ficción que me ha llevado a reunirme con las grandes plataformas, a veces ha estado a punto de caramelo y era lo más ambicioso y caro que podía imaginar, otro documental de largo con el que he intentado lo mismo en festivales, y ahora parece que prospera otro de serie corta documental. Se caen edificios a nuestro alrededor constantemente, pero si mantienes 8, 10 ó 12 lineas abiertas, siempre hay otra salida.

Ya que hablamos de periodismo, cómo ves la situación actual de la profesión, presente y futuro, siendo una voz autorizada al ser freelance y tener que trabajar en varios sitios a la vez .

En este momento trabajo haciendo entrevistas para GQ España, colaboro con El País puntualmente, quincenalmente en Guía Hedonista y estoy acabando una serie para Podium Podcast (Arcadia), escribiendo una serie documental para una productora de Madrid y diseñando el podcast para una de las principales instituciones públicas en España. Dicho esto, es un momento raro porque todo son proyectos a medio y largo plazo. Lo he buscado así, pero el día a día es raro. Jeje

¡Qué pregunta! Ya he insistido en que mi trayectoria es atípica. He estado en medios y trabajo desde adolescente, he cobrado siempre, he trabajado en tele en directo, de cámara, de técnico de sonido, de guionista, redactor, redactor jefe… Mi único mérito es que los medios con los que trabajo no se asusten ante un perfil tan poco definido como el mío, aunque es evidente que los temas culturales son los que me apasionan y sobre los que trabajo desde hace años. Desde este flanco tan escorado de la realidad general, veo un futuro muy aciago para el periodismo. Los medios son increíblemente débiles y la prensa lo es más todavía. ¿Qué haremos dentro de 10, 15 o 20 años cuando no haya periodistas de prensa que detonen las informaciones que derivan en Gürtel, Púnica o Kitchen? Porque la tele no lo va a hacer.

Los periodistas de la tele se dedican a otra cosa; esencialmente, a la ímproba labor de traducir a imágenes y testimonios audiovisuales lo que leen en los periódicos por la mañana. La edad media de la radio se dispara. En unos 10 años, la edad media de los escuchantes de radio estará sobre los 60 años. Así que el futuro es aciago. El periodismo, mientras a través de medios digitales, de algunos podcast y de la inercia de la prensa está dando lo mejor de sí mismo, momentos brillantes como creo que ni imaginábamos, a la vez que eso sucede, sus empresas se debilitan. Las redacciones son un tercio de lo que eran hace 10 años. Los recursos, mínimos. La precariedad máxima. Y, si te digo la verdad, ni siquiera es lo que más me preocupa. Me preocupa el periodismo de sofá. Me preocupa el teletrabajo. Sobre todo, en dos sentidos. El primero es que la empatía, el vínculo, la complicidad y la trascendencia con una fuente NO va a suceder por Skype. Si no hay cafés, si no hay tiempo, si no hay complicidad, no se va a romper la barrera. El periodismo no es solo contar lo que los poderes no quieren que se sepa, pero su valor añadido sí se apoya sobre todo en eso. Si los medios abandonan el periodismo y se convierten exclusivamente en eso, medios, en mediadores de la información, ¿qué distinguirá a una gran cabecera de una cuenta en la red social del momento con millones de seguidores? Pues que la cabecera tendrá unos costes fijos inasumibles porque es mucho menos trascendente.

Los medios están eligiendo en este momento su futuro. Y la información, desgraciadamente, va a tender a muros de pago. Mi mayor dolor de cabeza ahora mismo es que no le puedo enviar noticias a mi sobrina porque mi sobrina no se va a suscribir a un medio. Y es normal. La Vanguardia, que sabemos que es un diario maravilloso, un diario de papel de los que ya no quedan, tiene un número de lectores en papel que es superado por cualquier medio tendencia en YouTube. Y esto lleva acumulándose en el tiempo desde hace 15 años. Se pierda a la vez la cultura de consumir medios, de tener una visión crítica, de comprender que se necesita una lectura atenta, de la que hablaba Platón, para comprender. Ahora toda la capacidad para asimilar información parece reducirse a un tap, tap, tap de tres stories en Instagram. Yo experimento con ello y te aseguro que hoy, recibo mucho más feedback sobre una historia acojonante que cuento en un hilo de Twitter o en 10 stories de Instagram que si lo publico en un medio nacional. ¿Creemos que los anunciantes no son conscientes de ello? Porque son ultra conscientes y, por si faltaba algo, la pandemia les ha agitado definitivamente. Todo va acumulándose.

La alternativa es la de los medios de suscripción que, de momento, me interesa menos que un quiosco digital. Es decir, yo creo más en el Spotify o el Netflix de una serie de medios, que en la suscripción a un medio digital. La razón es que esto de la suscripción y el periodismo en España ya lo vivimos a finales del siglo XIX y con el XX. Suscripción significa sesgo. Dame la razón. Abunda en lo que sabemos. Dame herramientas retóricas para humillar al enemigo. Mundos binarios que ya no existen o de los que yo huyo. En un ecosistema dependiente de suscriptores de pago, el periodismo tiene sus retos y si ha de publicar unos SMS del presidente del Gobierno en apoyo a un presunto delincuente en portada… difícil. Menos libres. Pero ese es el escenario. Menos libres, más filtraciones publicitarias y un oficio, el periodístico, que cada día tiene más que ver con trabajar en gabinetes de comunicación. ¿Cuántos periodistas hay de las y los que se dedican a contar historias de manera independiente frente a los que trabajan en ‘comunicación’? Desde el punto de vista de las libertades y de la democracia, es preocupante. Y con la fotografía general, en busca de culpables, soy más autocrítico que crítico: seguimos siendo incapaces de hacernos valer, de evidenciar el valor que aportamos. Lo normal es que nadie entienda la distancia entre un tiktoker, una colaboradora de Sálvame y un periodista de prensa en plantilla. Pertenecen a un mismo ecosistema. Parece que se dedican a lo mismo. Somos incapaces de evidenciar que son universos paralelos, de una misma galaxia. Al poder, financiero y político, que manejan desde distintos tensores los medios, le conviene muchísimo que Raquel Mosquera de paso a Pedro Piqueras. Es su triunfo cotidiano.

Y, volviendo al hilo, si no lo he perdido en exceso, me preocupa todavía más la desaparición de las redacciones. Yo soy freelance por la obra y gracia de que pude pasar por redacciones. Me obsesiona esto. No imagino becarios, becarias, teletrabajando. No imagino un periodismo sin salir de casa durante días, semanas. ¿Qué periodismo se puede hacer desde casa? ¿De correa de transmisión? Pero para quien empieza, la redacción es fundamental. Te forma en la vida. Es la Academia, la que no es la Universidad. La que te enseña lo tóxico, las influencias, cómo sobrevivir a las rutinas productivas, cómo contestar a esa llamada, cómo hacerla, cómo empiezo a escribir, cómo titulo, cómo retitulo, cómo sigo un directo, cómo salgo cagando leches cuando haga falta y cómo aguanto y resuelvo desde el ordenador. El oficio es imposible e inviable sin redacciones. ¿Cuántos periodistas o reporteros de investigación han salido de su casa? ¿Han intuido el oficio? ¿Lo han leído en libros de un mundo pre covid, pre redes sociales, pre siglo XXI? Porque a día de hoy, esos libros son de inspiración conceptual, pero sirven de poco cuando las herramientas con las que nos manejamos son otras.

La fotografía es oscura, densa, preocupante. A la vez, como en todo caos, hay aristas. Hitos maravillosos. Creo que solo un colapso, no una guerra, pero sí algo catártico, son capaces de evidenciar que solo un sistema de medios libres ayuda a mantener una democracia sana. En ese sentido, por otro lado, solo habría que seguir la historia reciente de The New York Times. Nadie se ha actualizado mejor al siglo XXI. Podrían no haberlo hecho, pero lo han hecho. Para cuando aquí las grandes cabeceras lanzan su primer podcast, resulta que The New York Times tiene el podcast más escuchado de Estados Unidos. El más escuchado, su daily. Nada es más influyente que ese podcast. Pero sí, aquí están lanzando su primer podcast… Vamos tarde, por eso con este canal y formato, el podcast, quiero que nos subamos suficientemente rápido al carro.

Has mencionado antes tu paso por el Ayuntamiento de València como Asesor de las Concejalías de Educación, Acción Cultural, Juventud, Cooperación al Desarrollo y Migraciones con Maite Ibáñez. ¿Cómo valoras tu experiencia en la administración?

Con la carga de trabajo de cinco concejalías, en áreas tan dispares como Educación o Inmigración, tardé seis meses en comprender cómo funcionaba ese organismo por dentro. Sobre todo, porque para comprender hay que vivir procedimientos, redactar licitaciones, concursos, alegaciones a concursos, contrataciones, consejos municipales, plenos y recibir a todos los agentes públicos y privados de cinco áreas distintas. Superado este tiempo de aprendizaje activo, con una toma de decisiones al minuto cuando hay colegios, 13 centros de juventud, 33 bibliotecas, una quincena de centros de acogida, teatros y, en definitiva, unos miles de personas cuya actividad depende de tu actividad diaria, asumí que mi capacidad de transformación era mínima. Me sentí profundamente halagado con el ofrecimiento, tanto como para aceptarlo, y profundamente frustrado con lo que, a cuatro años visto, hubiera sido capaz de aportar. Seguro que es un rasgo egoísta, pero si no transformo, si no aporto, no es para mí y es mejor que alguien con ganas y capacidad de habituarse a ese ecosistema ayude a ofrecer mejores servicios a las y los ciudadanos. Existen dos lógicas en nuestra sociedad: la lógica del mercado y la de la Administración. He de decir que me fui con una fotografía a futuro muy aciaga, oscura, con la sensación de que esos dos sistemas avanzan con su inercia alejándose irremediablemente. Yo me quedé en medio, bastante desconcertado y agradecido de que alguien como Maite Ibáñez, con ese talante y esa vocación pública y estima a las personas, la Educación o la Cultura, pueda manejar recursos en esas áreas. Yo no era su compañero de viaje más adecuado, y lo siento por ella, por faltar a su confianza, pero no tanto por la ciudad, que sale ganando con cualquier otra persona capaz de amoldarse a esa lógica interna y su propia inercia.

Volvamos a los podcast, ¿tus 5 favoritos?

Empieza a ser terriblemente difícil elegir, pero propondré cinco podcast muy distintos entre sí. Una serie limitada, un documental en dos episodios, una serie abierta temática por temporadas, un true crime en México que bebe de la no ficción y un radio show conversacional en directo.

Acabar, un podcast sobre el orgasmo femenino de PostaFM para Spotify en Argentina. Un tono, diseño y tema inviable en la radio convencional.

Ana y el sexting, una producción de Las Raras, desde Chile. “Cuando la mexicana Ana Baquedano tiene 16 años, su exnovio filtra una foto íntima suya. La foto se masifica entre los estudiantes de su ciudad”. Una producción documental que daría para un Óscar.

Entiende tu mente, el podcast de psicología que se produce en España y arrasa en Latinoamérica. 20 minutos semanales que se han convertido en una voz muy influyente.

La lista, una serie del valenciano Pablo Ferri (Premio Nacional de Periodismo en México, entre muchos) para El País. Acaba de estrenarse, pero es una gran producción de Así Como Suena con un equipazo y un historión.

Todopoderosos, que es el podcast conversacional que me inoculó este veneno por el podcast. Nació hace unos 7 años de la manera más doméstica, aunque todos eran titanes de la radio, el cine y la literatura. Ahora es un radio show, pero reescucho cualquiera de sus episodios en cualquier momento. Es una alquimia entre información, formación y entretenimiento, en directo, mensual, pero siempre disponible por la magia del podcast. Un milagro.