Luis Prado. Foto: Rubén Salcedo Gil.

Decía, en estas mismas páginas, el escritor y editor Román Piña que una de las razones para ir a ver en directo a Luis Prado (Señor Mostaza cuando se publicó el artículo mencionado) era su capacidad para «hacer suyo y actualizar el sonido, el buen gusto, la honda de un pop señero: Beatles por aquí, Supertramp por allá, briznas del Queen más primitivo… Y encima armando esa buena música con letras graciosas, inteligentes y por supuesto originales». Poco más que añadir.

Luis Prado y su piano, como si el segundo fuera una prolongación natural del primero, tocando todas las canciones del mundo como quien chasquea los dedos o se rasca el codo. Mirando hacia un lado si alguien intenta piropearle con boato. Juntos estarán este sábado, 28 de mayo, a partir de las 22.30h en Matisse. Pero antes de que se apropie del micrófono de la sala de la calle Campoamor, le cedemos el nuestro para que protagonice nuestra sección 3 en 1 y elija su disco, canción y concierto favoritos:

«Pues ha bastado que desde Verlanga me pidan que mencione mis números 1 en disco, canción y concierto de todos los tiempos para darme cuenta de lo mayor que soy, y lo ligado a períodos más vigorosos y juveniles que está esto de los tops musicales. Pero aún así, vamos a intentarlo»:

Un disco:

Arthur (or the Decline and Fall of the British Empire) (The Kinks, 1969)

Aquí siempre me voy a ir a lo «conceptual», a esos discos de los que me resulta extraño escuchar una o dos canciones, y que me doy el gustazo de escuchar de cabo a rabo cada cierto tiempo. Hay unos cuantos, pero me quedo con Arthur (or the Decline and Fall of the British Empire), o como le llamábamos The Flauters, «El Arthur de los Kinks». Si uno lo piensa bien, no hay ni un single ahí, aunque contenga una de las canciones más maravillosas del mundo, como «Shangri-la». Es Ray Davies en estado puro, lo cual es una gilipollez porque todos los discos de The Kinks son Ray Davies en estado puro, pero hay tal cantidad de momentos bellos y satíricos combinados por una música descomunal que casi me alegro de que nunca llegara a ver la luz aquella serie para la Granada TV en la que consistía el proyecto, hubiera sido imposible que estuviera a la altura de las imágenes creadas por Ray Davies y los Kinks en este disco.


Una canción:

«Hey Bulldog» (The Beatles)

Mmmmm…tal vez si no hubiera hablado de «Shangri-la…», joder, ¡qué difícil es esto! pero me quedaré con la que ha permanecido más de 40 años sin dejar de gustarme, y la que creo que hizo que de crío me volviera loco por The Beatles, el rock y el faranduleo. «Hey Bulldog» lleva unos años obteniendo reconocimiento general, y me alegro, pero era casi desconocida cuando yo escuché ese agresivo y maléfico riff de piano de Lennon en un viaje a Segovia con mi familia en 4º de EGB. Había que comprar la casette de la BSO de Yellow Submarine, ni siquiera apareció en la película hasta muchos años después… Sé que algo hizo click ahí, las voces de John y Paul (sobre todo de John), ese solo de guitarra, ese bajo imposible y demencial, esa extraña rueda basada casi por completo en acordes menores que se van retorciendo…


Un concierto:

David Bowie. Hammersmith Odeon, 1973

David Bowie en el Hammersmith Odeon en el 73. Compré ese vídeo en una tienda de Madrid, y no sabía que era la noche en la que Bowie decidía «matar» a Ziggy Stardust. Qué concierto, cómo canta ese hombre, ¡por dios! Era imposible no quedarse embobado con él, sus poses, el pavoneo glam…pero sobre todo, es que ahí hay una música increíble, ese «All the Young Dudes»,»Time», los solos de Mick Ronson, y por supuesto, el final con «Rock’n’roll Suicide» (los Spiders from Mars enterándose en la intro de que se van al paro) en una interpretación que si ya era dramática en el disco, aquí es el broche espectacular para acabar con el personaje.