Chavalan. Foto: Jussi Folch.

Primero se llamaron Chaval y luego cambiaron a Chavalan, hicieron una gira antes de tener un disco editado y en su formación (dos bajos y batería) las guitarras brillan por su ausencia. Que nadie busque, pues, lugares comunes en este grupo. Formado por dos tercios de los desaparecidos Betunizer (Jose Guerrero y Marcos Junquera) y Jussi Folch (Aullido Atómico, Retraseres), su nacimiento, sin embargo fue de lo más natural. «Estaba en el local ensayando», cuenta Jussi «y me llamó Jose para probar algo que ya habíamos hablado alguna vez, hacer una banda de bajos con mucho ritmo y mucha chicha, sin necesidad de que sea tralla pura, lo curioso es que él creo que estaba en el local de al lado ensayando con Jupiter Lion«.

El hecho de que sean dos miembros de Betunizer, que parte del sonido remita a ellos o el reencuentro con el productor Santi García, podría llevar a la gente a ver a Chavalan como una prolongación o evolución de lo que fueron Betunizer. «Pues la verdad, no me importa mucho con qué comparen Chavalan. Es cierto que dos tercios de Betunizer es mucho Betunizer. Desde mi punto de vista, la gente no tiene porque desligarse de nada, Betunizer era un proyecto increíble, con mucha personalidad y engrasadísimo en los directos. Ellos tres tienen un sello estilístico que se reconoce a kilometros. ¿Por qué van a renegar de eso? Por otro lado, la relación con Santi ha sido también de forma bastante natural, es un fuera de serie en el estudio y cuando nos escuchó tocando, salió la posibilidad de grabar juntos, cosa que nos entusiasmó».

Independientemente del legado que Betunizer tenga en Chavalan, lo que sí es una realidad es que Jussi se ha tenido que integrar en un núcleo de trabajo (Guerrero-Junquera) ya muy rodado. «Me dejo llevar. Estos funcionan de una forma muy intuitiva para componer, las cosas surgen de forma bastante natural sin imponer nada y dejando salir las ideas libremente, luego eso se filtra y se ajusta para darle forma. Coincidimos en la pasión/obsesión por el ritmo, cada uno con su lenguaje, así que mola bastante sumergirse en el local a investigar nuestras movidas.

El ritmo. Más allá de etiquetas, de estilos, en Chavalan todo parece consagrado al ritmo, a la búsqueda incesante del mismo. «Me gusta mucho eso que dices, porque sí, es así» (risas). ¿Y qué se gana, musicalmente hablando, en esa búsqueda, con la ausencia de guitarra? «Ni se gana ni se pierde, simplemente dejas más espacio en la zona de frecuencias medias altas para que otros elementos como la voz, o algunas percusiones, puedan respirar mejor. Las zonas bajas están más apretadas y generan una masa solida indivisible».

Las canciones de Chavalan tienen muy presente la improvisación en su columna vertebral, con la dirección bien ajustada para no perderse en bucles onanistas sin salida. «La improvisación es la base de todas las composiciones, es como salen las cosas más sinceras y personales. Son horas de local y pérdidas de norte constantes». Pero, ¿cuándo se da por concluida una canción (como por ejemplo Fina templanza o Abusón) que podrían ser infinitas? «Ya sabes, «una obra no se da por concluida nunca, se abandona»».

Su primer concierto, sin nada grabado aún, puso patas arriba el Magazine. También hicieron una gira sin haber editado material alguno. «La idea de hacer una gira justo antes de entrar a grabar fue para probar las canciones y entenderlas, cuando llegas al estudio ya te has enfrentado a ellas y puedes defenderlas más cómodamente».

A pesar de la importancia de la improvisación en la manera de trabajar de Chavalan y en sus canciones, sí se pueden reconocer algunas constantes en su primer disco, Un aire visible (Masrcarpone Discos), curiosamente las mismas que escribimos después de aquel debut en directo que mencionábamos antes: la libertad creativa de Za!, la elegancia espasmódica de Gang Of Four, el músculo de Girls Against Boys o avanzadillas de aires africanos o tropicales que buscan grietas por las que colarse. «Buah, ¡es que referentes hay tantos! No sabría ni por donde empezar, conoces a unos tal Betunizer, (risas). Va, en serio, de temas rítmicos cada uno te podría decir una cosa y seguramente coincidamos en la mayoría. Piensa que Jose y Marcos son bibliotecas andantes de lo suyo y siempre me descubren cosas nuevas».

Antes mencionábamos a Santi García (encargado de la grabación y mezclas de Un aire visible), ¿qué papel ha jugado en el resultado final del disco? «La verdad es que Santi, entendió perfectamente lo que buscábamos y tenía una idea muy clara de cómo grabar el disco. Hizo un trabajo muy fino en toda la grabación. Para las voces metió a Jose en una especie de pozo para grabar las reverbs naturales. Los temas no cambiaron estructuralmente, pero en el tema de sonido y de arreglos acertó de lleno».