Este año la llegada de las fiestas navideñas no la ha marcado ningún centro comercial, sino el maravilloso último disco de Josh Rouse, The Holiday Sounds of Josh Rouse. Un álbum que suena con delicadeza y distinción, más jazz y crooner que nunca, sin abandonar la veta pop, y con un puñado de canciones que se ponen el gorro de Papa Noel, guiñan un ojo a Lou Reed y otro a Nina Simone.

Josh Rouse vuelve a conjugar con acierto su lado más alegre con aquel otro más melancólico, como de desamparo, que le acompaña desde su debut Dressed Up Like Nebraska (¿Cómo olvidar aquella The White Trash Period of My Life que, literalmente, rasgaba, o la angelical Reminiscent con la que se cerraba el álbum?). En el horizonte siguen reluciendo esa obra maestra que continua siendo 1972 o el refrigerante Nashville, sin menoscabo (pero sí varios pasos por detrás) de trabajos más recientes como The Happines Waltz (algo así como su resurreción creativa) o el pasaje más dylanita de su carrera, el vitalizante The Embers of Time.

A Rouse le preguntamos en una ocasión en Verlanga por sus gustos musicales. De manera muy escueta respondió que Like a Rolling Stone, de Bob Dylan, era su canción favorita y Kind of blue, de Miles Davis su disco preferido. Dos ingredientes más de una dieta diaria que incluso probó los beneficios de la mediterránea, para incorporarlos a su particular imaginario. Si Josh Rouse fuera un país, habría que sacarse su nacionalidad.

Josh Rouse actúa el martes, 26 de noviembre en Loco Club, a partir de las 21.30h.