Historia del pop rock valenciano en 75 nombres esenciales, es el libro con el que el periodista y escritor Carlos Pérez de Ziriza asume la titánica labor de resumir la historia de nuestra música. Editado por Sargantana, se abre con Bruno Lomas, se cierra con La Plata, y entre ellos entre otros, Els 5 Xics, Cotó-en-Pèl, Pep Laguarda, Betty Troupe, Morcillo «El Bellaco», Interterror, Los Romeos, Polar, Caballero Reynaldo, Nach, Botifarra, Betunizer, Zoo o Maronda.
Como es habitual en el autor, sus textos van más allá de la simple información, contextualizando, estableciendo conexiones, dando lugar incluso a valoraciones, huyendo afortunadamente del modelo wikipedia. Como bien dice Rafa Cervera en el mismo inicio del prólogo que firma, «porque vivimos rodeados de información, hacer memoria es cada día más necesario».
Leyendo el libro se van sucediendo, cronológicamente, Bruno Lomas, Raimon, Ovidi Montllor, Paco Ibañez, Camilo Sesto, Nino Bravo… Igual hacía falta reunir la historia de la música valenciana en un mismo volumen para comprender y constatar que la tenemos y muy buena, aunque a veces se nos olvide.
Claro que hay una historia que reivindicar, por supuestísimo. Deberíamos darnos cuenta. Hay una falta de memoria histórica, que no sé si es que aquí tenemos menos que en el conjunto del estado, pero a veces parece que sí. Cuando repasas la historia del rock y el pop en la Comunidad Valenciana en conjunto te das cuenta de que es muy discontinua. No se da ese flujo de comunicación que se da en otros lugares. Pienso, por ejemplo, en Granada, donde ves que entre Miguel Ríos y Lori Meyers, con 091 por medio, hay una tradición que es como una cadena, se conocen y colaboran entre ellos. Aquí ha habido unos cortocircuitos generacionales como muy acusados. Y esto se ve, luego, agudizado por el factor del idioma, que no debería ser un problema, porque cuantos más mejor y tenemos la suerte de ser bilingües. Pero como durante muchos años, por una cuestión política, el valenciano se ha visto recluido en un cierto ámbito, es otra distorsión más que sumar a esos cortocircuitos que decía antes.
¿Por qué 75?
La propuesta que me llegó de la editorial era hacer un libro en torno a 50 nombres. Hablando con ellos pensamos que con 60 quedaba más completo. Y cuando me puse a hacer un listado provisional, me di cuenta de que se me iba a un poco más y propuse 75.
¿Qué criterio seguiste para seleccionar esos nombres esenciales?
He barajado varios criterios. De relevancia en cuanto al peso específico histórico de cada músico y la influencia que ha ejercido en músicos posteriores. En ese sentido, hay nombres indiscutibles.
Luego, hay otros nombres que realmente son bastante menos conocidos a nivel popular, pero por su originalidad, singularidad u osadía a la hora de llevar adelante su propuesta había que reivindicarlos, como pueden ser Les Deesses Mortes, que igual mucha gente no recuerda, pero en Castellón se les hizo un concierto tributo con músicos de allí, lo que da una idea del estatus que tienen.
Y, finalmente, un tercer criterio, con otros que ni son tan influyentes como los del primer grupo ni tan de culto como los del segundo, pero sin son populares como es el caso de Chimo Bayo. Ha podido tener también su influencia, no digo que no, pero es un fenómeno popular más que otra cosa.
En cuanto a estilos he intentado ser lo más abierto posible. Igual es chocante ver en un mismo libro un artículo sobre Carles Santos y otro de Chimo Bayo, pero entiendo que la música popular son un montón de cosas, desde el bakalao hasta la música contemporánea, la clásica, el jazz o el reggae. Y todos tenían que tener su representación.
Al final, que sea tan abierto el concepto de pop rock del título acaba jugando a favor del libro.
En realidad fue una forma de etiquetarlo, de hacerlo más cómodo, más comercial tal vez. Pero hay muchas cosas en el libro que no son ni pop ni rock. Igual sería más acertado hablar de música popular, pero tampoco sería correcto porque faltarían muchas cosas del folk valenciano.
Cada uno de esos 75 nombres esenciales incluyen un despiece en los que incorporas más nombres todavía y, además, te sirven para analizar determinadas escenas.
Es casi como si fuera la otra parte del libro, porque prácticamente ocupa lo mismo. De hecho, en algunas fichas el despiece es igual de extenso. Me parecía fundamental hacerlo. Sobre todo porque la estructura del libro era muy esquemática, muy de fichas de artistas, y los despieces me permitían recoger un montón de nombres que no son principales, pero sí importantes. También para conectar esos nombres principales con sus antecedentes y con la gente posterior a la que han influenciado. Y, además, para reflexionar sobre determinadas cosas, como por ejemplo en la entrada de Chimo Bayo, sobre cómo ha cambiado la imagen de la Ruta del Bakalao en los últimos veinte años.
Habrá quien hubiera añadido igual algún otro nombre, pero los que aparecen son incuestionables.
Hubo una crítica muy buena y constructiva que me hicieron en tresdeu, en la que echaban en falta que alguno de los nombres principales fuera un grupo de rock urbano como El Último Ke Zierre o Benito Kamelas, que son bandas, además, que tienen mucho público. Pero son grupos que no considero que tengan una aportación tan importante y decisiva como los que sí aparecen. Todo es discutible, porque también alguien puede decir que igual, por ejemplo, Brilliant Sharks no fueron tan esenciales, solo sacaron un disco, no inventaron nada nuevo…pero pienso que es un álbum que en su momento tuvo su importancia y una calidad y frescura dentro del contexto valenciano y español, que sí lo hacía destacar. Cosa que no veo en muchos de los grupos de rock urbano de los últimos veinte años. Pero, también, puede ser una cuestión de gustos.
¿Y algún nombre que a posteriori hayas pensado que podrías haber incluido?
Sí que hay músicos que me hubiera gustado haber mencionado como Nacho Casado o El Ser Humano, o deBigote que ya no existen, pero van tan libres, tan a la suya, que cuando haces un recuento de una escena tienes más presente a los que están más dentro de esa corriente general y por eso no aparecieron.
Dentro de esos 75 elegidos, hay 31 solistas y 44 grupos. ¿Se puede hacer alguna lectura, que apunte hacia cierta individualidad en la música valenciana?
Ninguno de los grupos de los 60, caso de Los Huracanes, tuvo luego la relevancia mediática y popular que pudieron tener los cantantes melódicos de los 70 como toda la escuela de Nino Bravo, Juan Bau, Camilo Sesto, cada uno con su estilo. Y todos ellos se habían curtido en grupos de pop y rock de los 60. No sé si el carácter de aquí es más individualista, pero sí, es curioso.
Hubo una punta de lanza formada por Seguridad Social, Revolver y Presuntos Implicados (a la que incluso se podría añadir Inhumanos) que durante unos años alcanzaron un importante nivel de ventas y popularidad a nivel nacional. Un estatus que no sirvió, sin embargo, para que se produjera un efecto arrastre hacia a otros grupos valencianos.
Son grupos que eran muy diferentes entre sí, prácticamente no tenían nada que ver. Si hubieran sido más parecidos y hubieran colaborado, igual sí hubiera servido como locomotora de cierto tren que hubiera enganchado con otros vagones que se hubieran podido beneficiar. Un poco lo que ocurre ahora en Murcia, donde hay varios grupos de un mismo corte indie y todo el mundo da por hecho que hay una escena, que a lo mejor es más pequeña de lo que nos pensamos desde fuera, pero tiene repercusión y suena mucho en Radio 3. Pero estos grupos de los que hablas eran muy distintos entre sí y cada uno con sus particularidades. Es uno de los grandes rasgos de la escena musical valenciana, gran riqueza y heterogeneidad, pero al mismo tiempo eso, en cierto modo, ha perjudicado su proyección. Ni siquiera cuando había un tópico asociado a la música valenciana, pongamos por caso lo del tecnopop en los ochenta o el bakalao en los noventa, cuando no era ni mucho menos lo único que había, sirvió para representar a toda la música de aquí ni tampoco para tirar de otros grupos. El mismo recopilatorio de la Explosión Naranja es otra prueba. Ya la misma denominación, la idea, que fue algo bienintencionado, englobaba grupos muy diferentes, que no tenían nada que ver, y el disco que publicó la revista Factory es una prueba, no había ningún rasgo definitorio ni común.
Sí que creo que con el tiempo, y esto lo hablé hace poco con Vicente Fabuel, te das cuenta de que hay cierta valencianía sonora, pero que no tiene nada que ver con el estilo de música que practican los grupos, sino con otras cualidades un poco más intangibles, como el tipo de letras, la luminosidad, cierta ligereza o espíritu festivo de la vida. Y eso lo puedes tener haciendo power pop o death metal.
En 2007, 2008 y 2009 se editaron tres cd’s, el segundo con la colaboración del IVM (Institut Valencià de la Música), bajo el nombre de «Mundo Submarino», que recogían 20 nuevas bandas valencianas cada uno. No tenían, afirmaban, intención de crear ninguna escena, sino simplemente dar fe del hecho de la riqueza musical del subsuelo de València en ese momento.
Eran grupos muy jóvenes que estaban empezando a despuntar y la mayoría no tuvieron mucha continuidad, siguieron haciendo música muchos de ellos, pero con otros nombres. «Mundo Submarino» es un gran recopilatorio para testimoniar la era myspace, a la que dedico un despiece en el libro en el que hablo de un montón de bandas como Fuzzy White Casters o Twelve Dolls, que prometían todos mucho en general, pero se quedaron en un limbo. Fue la era justo anterior a las redes sociales y parece como si toda esa música se hubiera quedado difuminada.
¿Cómo es la relación de los valencianos con su música?
Tenemos un déficit absoluto de épica y amor propio real. Intentamos dotar de un halo a cosas que son muy accesorias, como muy de aluvión, de pasada. Por ejemplo, sin querer restar méritos, el papel de preeminencia que tuvo València en los años ochenta como ciudad en la que había muchos conciertos de primera fila está bien que se reivindique, pero casi siempre se hace por el mismo tipo de gente, de determinada edad, que vivió aquello de primera mano y se ha quedado colgada de esa época. Pero aquello, por seguir con el mismo ejemplo, no ocurría porque fuéramos mejores que en otros sitios, sino porque había público, unos promotores que eran muy buenos y teníamos la sala Arena, que era una de las mejores de todo el estado. Pero luego no se investigan, no se reivindican, una serie de cosas que sí son más, estrictamente, creativas y valencianas que pueden tener mucho valor. Por ejemplo, hay una historia sobre que Bruno Lomas y Raimon coincidieron en un par de ensayos cuando eran jóvenes que me parece fascinante. Y como esa hay muchas más.
¿Qué papel juegan las administraciones públicas en la difusión de la música valenciana?
No hay ningún interés por el pop y el rock valenciano por parte de quienes mandan. En general tienen poca idea y tampoco hacen mucho por tenerla. Me consta que hay documentales y libros en torno a nuestra historia musical que podían haber salido adelante y no han salido. Este mismo libro no tiene ninguna subvención, tampoco lo pretendía, a mí me lo propuso una editorial privada, pero tampoco he advertido interés alguno por parte de nadie. El libro apareció un día en una foto en manos del alcalde en el Ajuntament porque una concejala de Unidas Podemos se lo regaló. Me pareció un detalle muy bonito, no porque fuera mi libro, sino porque era una forma de simbolizar, según decían ellos, el apoyo que requería toda la industria musical valenciana. Por otro lado, y es lo más triste, tampoco estoy seguro de que haya público. Pero, bueno el público también se educa. Pero, por ejemplo, cuando ves lo que emiten otras televisiones y determinados programas y lo que se emite en nuestra autonómica, no son diferentes porque nuestra sociedad sea distinta, sino porque hay unos modelos de comunicación públicos que se han dedicado durante años a educar a la gente en eso y otros que se han dedicado a hacerlo en otra cosa, los han apagado durante seis años y empezar de nuevo es muy complicado.
Por el libro y por tu trabajo como periodista musical (El País, Cuadernos Efe Eme, Mondo Sonoro, Beat Valencia, Cartelera Turia, el Hype, Música Dispersa, GQ, À Punt) eres una voz más que autorizada para opinar sobre el panorama musical valenciano actual.
Hay mucha gente nueva haciendo música muy interesante, intento estar al día, pero muchos difunden su música al margen de los medios convencionales, y cuesta. La inquietud es que al final se quede como sin terminar de dar el paso. La trayectoria de los grupos valencianos es muy corta en general. Cuesta mucho que haya una carrera en el tiempo estable y sólida.
Me gustan mucho Laura Esparza i Carlos Esteban, música de raíz folk valenciana pero con un lenguaje moderno, muy actual, en sintonía con lo que hacen en otros lugares de España gente como Rodrigo Cuevas, Maria Arnal i Marcel Bagés o Baiuca. Todo lo que vaya por el sendero de recuperar la tradición y actualizarla con sonidos digitales y con técnicas de producción nuevas me parece muy interesante. También destaca lo que se está haciendo en ritmos urbanos o en el llamado bedroom pop. Los veteranos, como La Habitación Roja, Doctor Divago, o Luis Prado, siguen grabando discos buenos. Pero sigue faltando el grupo bandera, más allá de La Habitación Roja, que sirva como acicate de la curiosidad de la gente de fuera para que tirando de esa banda conozcan más de aquí. Podrían haber sido Gener, lo tenían todo, pero es una lástima que se hayan tenido que separar.