Diego A. Manrique ha publicado «Jinetes en la tormenta» (Espasa), un jugoso recorrido, prácticamente, por toda la historia de la música pop, en el que combina con su brillantez habitual, sus vastos conocimientos con anécdotas en primera persona. Un libro que debería convertirse en manual de las Facultades de Periodismo, antes de que estas desaparezcan.
Has declarado, en alguna entrevista, que Espasa llevaba bastante tiempo detrás de ti para que hicieras el libro y siempre conseguías «escapar». ¿Qué cambió en esta ocasión para que les dijeras que sí?
Ellos se encargaron de buscar el material de base (unos mil textos, publicados en los últimos cinco años en El País). Luego, me venció la curiosidad de comprobar si aguantaban el paso del tiempo y, al juntarlos, eran de lectura agradecida. Resultó que sí.
El libro evoca, en algunos momentos, una manera de ejercer el periodismo musical que dificilmente volverá. ¿Resultaba, en esas condiciones favorables, muy difícil mantener el criterio de independencia después a la hora de escribir lo vivido?
¿Te refieres al hecho de que la discográfica te pagaba los viajes y estancias? En realidad, no: tengo la seguridad de que veían el texto publicado y ya se quedaban satisfechos; no creo que se tomaran el trabajo de leerlo. Sólo los artistas (y sus managers) que leían en español podían cabrearse ante algo que hubieras escrito. En general, no me cortaba.
Durante la presentación del libro estaras testando el estado del periodismo musical actual. ¿Cómo lo definirías? ¿Has sentido en alguna entrevista un exceso de reverencia a tu figura, cómo si tú fueras el James Brown de la anécdota que cuentas, y el entrevistador adoptara tu papel?
Sí que me he topado con entrevistadores excesivamente respetuosos. Que no se atrevían a hacerme preguntas como la anterior tuya. Por ejemplo, el tema de la payola solo ha salido una vez, y fue a instancia mía.
La crítica musical no está atravesando su mejor momento y tal vez tuviera que hacer algo de autocrítica y no buscar en blogs y foros a los culpables de esa situación. ¿Crees que, salvando las distancias, la crítica musical ha seguido el patrón de comportamiento de los políticos, escribiendo para el propio colectivo, olvidándose de la gente?
Exacto. Tendemos a escribir para los colegas y el círculo de gente más enterada. Que no tenían nada que ver (en hábitos de consumo, en tiempo disponible, en acceso a novedades) con el público del exterior. Y lo hemos pagado: las revistas musicales tienen unas cifras de ventas tan sonrojantes que deben mentir cuando hablan de sus tiradas.
¿Qué fue de la PEMOC?
¡Periodistas Especializados en Música, Ocio y Cultura! Pasó que no salió de su incubadora, es decir, Madrid: no se apuntaron, por ejemplo, los colegas barceloneses. Tras algunas acciones divertidas -lo de “Trae un disco de Operación Triunfo y te damos uno de verdad”- fuimos disgregándonos y a las últimas reuniones solo aparecíamos cuatro gatos. Contados.
La revista Efe Eme tenía dos secciones que, aunque anónimas, parecía que llevaban tu firma, «Espionaje Industrial» y «Las paredes oyen» (en las que se contaban intimidades de las compañías y los músicos, respectivamente). ¿Te ocasionaron muchos problemas? ¿Por qué crees que el periodismo musical ha sido siempre más pacato respecto a la realidad española cuando sí le gustan los excesos y escándalos de los músicos y la industria de fuera?
¡No admito la mayor! Había varias personas que colaboraban en esa sección de “Las paredes…”. Su rareza derivaba de la tendencia del periodista musical español a evitar escándalos, al coleguismo, a la complicidad con los músicos. Cuando nuestra lealtad debería ser exclusivamente con el lector.
En el nº9 de la revista Rambla (1983), en la sección «De oido», escribías: «»Muchas caras largas en la industria del disco, y una queja común: NO SE VENDE NADA. Incluso parece que pinchan los lanzamientos fuertes tipo MIGUEL RIOS o (en otro orden) CAMILO SESTO. Es tal la situación que los directivos discográficos no pueden hacer otra cosa que hacerse eco de los editores de Billboard y culpar a las grabaciones caseras o la competencia de los videojuegos. La realidad final es que muchos LPs de prestigiosos grupos internacionales (de esos que suenan en las FMs y que son ensalzados por las revistas especializadas) no llegan a las mil copias».
¿Cómo es posible que 30 años después ese texto siga vigente: se quejaban de vicio entonces o realmente la música siempre ha estado en crisis?
¡Qué fuerte! Ahora habría que decir que discos de artistas que salen en portadas de revistas apenas venden unos centenares de copias.
Efectivamente, se quejaban de vicio. Estaban a punto de comenzar los años de las vacas gordas, con el boom del CD. Claro que la digitalización de la música llevaba en su seno las semillas del actual desastre. Que iba a resultar inevitable, me temo. No insultemos a la industria musical más de lo necesario: está pasando lo mismo con los libros, las películas, las series….y las productoras ya estaban advertidas.
Ahondando en la pérdida de credibilidad de la prensa musical especializada, ¿crees que es sintomático que en esta nueva ola de revistas de diseño y contenidos muy cuidados (Panenka, Jot Down, Orsai, perdiz, Five…) no haya salido ninguna dedicada a la música (si exceptuamos Boronia, que no está muy activa)? ¿Significa eso, aunque las ventas digan lo contrario, que Ruta 66 y RDL siguen cumpliendo su papel?
Cierto. Ocurre que los responsables de esas revistas muy cuidadas no tienen mucha idea de cómo moverse por el territorio musical. No voy a decir el nombre pero a mi me pedía alguien contactos para hablar con Keith Richards o Tom Waits y yo les explicaba: “no es así, no se hace así.” Efectivamente, no lograron nada.
Resulta curioso que un libro de alguien que ama los discos, los libros, y por tanto sabe valorar cuando están bien editados, tenga una portada tan fea. ¿Fue decisión tuya o de la editorial?
Cierto. Me pidieron que les consiguiera los carteles originales y luego no me ocupé demasiado del resultado. La portada no me parecía bonita pero ellos me dijeron “no te preocupes, nosotros sabemos lo que vende.” En eso, tengo que darles la razón.
¿Qué libro que aún no se ha escrito te gustaría escribir?
Me está rondando la cabeza la idea de que la industria del disco sería un buen escenario para una narración-río tipo “Mad men”. Aunque yo nunca trabajé allí y, por lo que he comprobado, sus ex integrantes tienen memorias nebulosas o prefieren contarte una versión rosa.
Muchos críticos musicales, cuando cumplen determinada edad parece que abominan (o prestan menos atención) de la música anglosajona y se lanzan de cabeza a la llamada world music o miran fijamente a Latinoamérica. ¿Por qué crees que se produce ese fenómeno?
La explicación que me daba Charlie Gillett, el autor del indispensable “Sonido de la ciudad”, era que el pop y el rock anglosajones ya no le proporcionaban sorpresas; por el contrario, las cualidades que le habían llamado la atención en el primer rock & roll y el rhythm and blues, abundaban en la “world music”. Eso y el cansancio ante el ciclo de grandes hypes de la industria más la humana necesidad de variar la dieta.
Si pudieras trasladarte a un momento no vivido como cronista para poder hacerlo, ¿cuál sería?
Por ejemplo, a San Francisco en 1967. Antes de que llegaran la gonorrea, las jeringuillas con speed y Charles Manson o sus equivalentes.
Cuando a uno le da un infarto, ¿Cambia la música que oye o la manera de escucharla?
No. Solo descubrí que la experiencia era tan deprimente que ni siquiera podías perderte en la música con los auriculares. Escuché muchos discos, leí bastantes libros….pero luego comprobé que los había olvidado. Totalmente. Fue acojonante descubrirlo.
¿Te han hecho alguna entrevista promocional por el libro en Radio 3?
Ni una. He pasado por emisoras tan lejanas de mis conceptos como la COPE u Onda Cero, incluso en Radio 1 de RNE, pero en Radio 3 estoy vetado. Lo sé de buena fuente: al menos dos programas querían hablar conmigo pero les explicaron que eso enfadaría al actual director. Visto lo cual, hasta es un honor que el libro ande por la 3ª edición a pesar de que un servidor esté en la lista negra de la R3 de Tomás Fernando Flores.