«Soy El Ser Humano / Creo que todo está en mi mano / Así es», cantaba Gonzalo Fuster en su primer álbum. Una estupenda manera de definirse que aún sigue vigente cuando el tercero ya asoma en su discografía. Después de dos trabajos con el sello Malatesta, ha optado por la autoedición. Ahora ya no será una percepción la del segundo verso, sino la realidad más absoluta. Cierto es que en sus anteriores entregas ya dio muestras del peculiar camino que trazaban sus canciones, ajenas a etiquetas facilonas, defendiendo aquello en lo que creía.
«Egresión» (que así se llama el nuevo disco) es, posiblemente, el mejor de su carrera. Atrás queda la ansiedad domada de su debut o las bromas locales de «Pyla Pan» (segundo capítulo de su aventura como El Ser Humano), que pudieron desviar la atención sobre lo que realmente importaba. Unas composiciones en las que la voz parece que marca el ritmo, que se expanden a medida que corre el minutado y que transmiten la sensación de estar en una infinita carrera de fondo en la que todo puede pasar.
Son diez canciones, tal vez las más pop que ha grabado jamás. Las melodías crecen y mutan en otras más desarrolladas en un mismo tema. Los arreglos lanzan destellos luminosos, los instrumentos se desdoblan con brío, algún coro dispara el bonus track de la euforia. «Egresión» podría ser un disco perdido de los 60 o los 70, en ese término intermedio en que la libertad compositiva es el eje sobre el que bascula la creación. Esa zona común en la que podrían coincidir las estrofas que atormentaban la cabeza de Brian Wilson, las bandas sonoras de John Williams, el «Forever changes» de Love, El Niño Gusano jugando al Scrabble con Vainica Doble, la artesanía imperfecta de Yo la Tengo, la liberación casi espiritual del soul, los experimentos que reman a favor y no por estética, la manera de driblar el conformismo de Victor Coyote o Dominique A o la concepción totémica de la música de Zappa. Y cuyo mejor remate es su cierre, «Se llaman igual» (con la participación de Negro), que rezuma ese aire setentero (habrá que empezar a perderle el miedo a usar el término lírico) que le acerca tanto a Lone Star como al más lacónico Camilo Sesto, sin olvidar esa manera de contar historias y regalar sensaciones de Mari Trini o Serrat. Por si alguien lo duda, son piropos. Y de los más grandes.
Foto El Ser Humano: Stella Blasco Berlanga.