Un disco, el quinto álbum de Amatria (Joni Antequera), publicado a finales del año pasado, es como una sucesión de cajas sorpresa, que cuando se abren despliegan un catálogo de ritmos (tecno ochentero, funk, rap, pop, salsa…), distintos pero unidos por un hilo invisible, la invitación a bailarlos. El disco tenía que haberse publicado en abril del 2020 y en marzo, hace ahora un año, debería haber actuado en València. No hace falta explicar lo que ocurrió, pero sí que como previa de aquel directo finalmente suspendido, seleccionó sus discos favoritos para Verlanga. Nunca lo publicamos hasta hoy. Recuperarlo es, también, el deseo de que no tardemos mucho en bailar estas canciones y, por supuesto, muchas otras.
Unidad de desplazamiento (Los Planetas, 2000)
Es el disco que más me ha influido, por el momento en el que lo escuché, por sus melodías y por sus letras, fui impactado brutalmente y ya no volvía a ver la música como la veía antes de escucharlo. Tenía 15 años.
Quelqu’un m’a dit (Carla Bruni, 2002)
Es uno de esos discos tranquilos al que suelo volver cuando quiero relajarme o poner banda sonora a un día de lluvia.
Surrender (The Chemical Brothers, 1999)
Uno de los primeros discos que me compré. Lo hice para impresionar a mis hermanos mayores y porque vi el videoclip de «Hey Boy, Hey Girl» en la MTV (cuando era un canal de música). Al escucharlo entero me di cuenta de que no me gustaba, pero tenía que seguir mi plan de impresionar a mis hermanos cuando volvieran por Navidad, así que volvía a escucharlo para aprenderme los temas, al final del proceso me gustaban casi todos. Estaba, sin saberlo, educando mi oído.
Play (Moby, 1999)
No recuerdo cómo llegó a mis manos pero fue uno de los culpables de que los elementos orgánicos tratados de forma electrónica me llamaran la atención.
Siamese Dream (Smashing Pumpkins, 1993)
El sonido crudo y grave mezclado con melodías infantiles, mi mayor acercamiento a la densidad de las guitarras saturadas no pudo ser mejor.
Fountains Of Wayne (Fountains Of Wayne, 1996)
Fue un regalo de mis hermanos mayores, lo estuve escuchando mucho en mi adolescencia y fue de los pocos discos en inglés que me aprendí de memoria. Más tarde cuando caí en lo ridículo de algunas letras empecé a interesarme por eso que llaman anglofilia, creo que la tuvimos todos los que empezamos a escuchar música alternativa en los 90. Hoy en día me lo sigo poniendo, imagino que por nostalgia.
Poligamia (Los Piratas, 1995)
Se lo robaba a uno de mis hermanos mayores y me lo ponía en bucle, fue el culpable de comprarme mi primer disco: «Manual para los fieles».
