Las canciones de Nanga Parbat parece que huyen del encasillamiento a golpe de detalle. De origen artesanal, crecen con cada escucha y cambian de etiqueta, ora folk, ora slowcore, ora pop, ora post-rock, sin complejos. Lo que no varía es la calidad. En su último trabajo, For all those amber lights, lo demuestran diez veces seguidas.
Nanga Parbat se pasan por Verlanga y eligen sus discos favoritos. Cada miembro del grupo selecciona uno.
Restos de un incendio (Migala, 2002)
(Mario Dubla, voz y guitarra) Escoger un disco favorito es una tarea difícil y personalmente lo veo come un rompecabezas imposible de resolver. Así que voy a escoger uno de los que han marcado mi manera de hacer canciones y que han supuesto un antes y un después en mis gustos musicales, aunque no se refleje directamente en las canciones de Nanga Parbat. Curiosamente, para mí que no soy español y que no escucho mucha música en castellano (y mucho menos en italiano, os lo aseguro), el disco elegido es de un grupo madrileño ya desparecido, desgraciadamente. Restos de un incendio, de Migala tuvo la capacidad de transportarme a lugares interiores que desconocía. Esas canciones tan horizontales, tan repetitivas, tan espaciales tienen la capacidad todavía de inmovilizarme y de proyectar mi mente hacia delante y hacia atrás, pero sobretodo hacia el fondo. «Space folk» le ponía de etiqueta un viejo número de Rockdelux. Creo que es bastante acertado, aunque hay mucho más: hay un mundo onírico que empapa todos los tejidos de las canciones en las texturas de las guitarras, de la voz de Abel Hernández, de los acordeones y de los sonidos en loop de las películas. Un mundo denso en el que aún me encanta perderme.
Super 8 (Los Planetas, 1994)
(Carla Pascual, violín) La elección viene irremediablemente condicionada no sólo por motivos musicales, sino por las circunstancias personales que lo rodean: descubrí Super 8 cuatro años después de su publicación y casi al mismo tiempo que Una semana en el motor de un autobús y cada vez que escucho esas canciones me recuerdan una época de libertad, despreocupación y optimismo juvenil. Fue también el inicio de un camino hacia otro tipo de música distinto a lo que estaba acostumbrada hasta entonces. Si tras más de veinte años todavía puede emocionarme escuchar los primeros acordes de De viaje, yo de mayor quiero envejecer como lo ha hecho Super 8.
Kid A (Radiohead, 2000)
(Luis Alcober, teclados) Es imposible nombrar un solo disco como disco favorito, pero si tengo que hacer mención de uno creo que me decanto por el Kid A de Radiohead. Me lo regalaron en un cumpleaños al poco tiempo de haberse publicado y la verdad es que desde el principio me sorprendió y poco a poco fui descubriéndolo. Con el tiempo ha llegado a ser uno de los discos que más me ha fascinado e incluso me ha abrió un poco los ojos a la electrónica. Canciones como How to Disappear Completely, inspirada según tengo entendido en Michael Stripe o Idioteque extraída de un fragmento de una pieza de Paul Lansky son solo dos ejemplos de originalidad sobresaliente.
Darkness on the edge of town (Bruce Springsteen, 1978)
(Txema Mendizabal, bajo) Supongo que de adolescente la permeabilidad es plena, recuerdo que lo compré en una librería en casete, formaba parte de una promoción y su escucha hizo que me estallara la cabeza, guitarras eléctricas con atmósfera de los setenta y una mezcla de fuerza y sensibilidad que me cautivó.
Love you just the same (Centro-Matic, 2003)
(Dani García, batería) Son muchos los discos, grupos o canciones que forman parte de mi “banda sonora”. Resulta muy difícil elegir uno de ellos y es que entre mis discos favoritos hay muchos y diversos: Lift your skinny fists like antennas to heaven de Godspeed You! Black Emperor (compartido con Javi), Transistor Radio de M. Ward, It´s all over the map de Giant Sand, Lifted or the story is in the soil, keep your ear to the ground de Bright Eyes. Pero elijo Love you just the same de Centro-Matic, una de mis bandas favoritas, ya extinguida, pero de las que perduran. Un disco directo, sencillo, crudo y esperanzador, que mezcla a la perfección la energía y la potencia con la calma y los silencios. La composición, talento y voz de Will Johnson, los ritmos de Matt Pence (uno de mis baterías favoritos), Scott Danbom y Mark Hedman, una pena haberlos perdido como banda. Para mí ha sido uno de esos discos de escuchar una y otra vez, y la mejor manera de hacerlo, a todo volumen. Y si ahora lo escucho con los ojos cerrados, puedo volver a sentir y recordar los directos que pude disfrutar de esta magnífica banda.
Lift Your Skinny Fists Like Antennas to Heaven (Godspeed You! Black Emperor, 2000)
(Javier Marcos, guitarra) Existen muchísimos discos que se han colado dentro de mí. Esperanza de Manta Ray, Frigid Stars de Codeine o Been Here and Gone de ThaliaZedek, pero como Lift Your Skinny Fists Like Antennas to Heaven de Godspeed You! Black Emperor ninguno. Es un disco redondo, una historia narrada a través del sonido eléctrico, emocionante, político y brutalmente expresivo. Una mezcla equilibrada entre calma intensa y el derroche eléctrico. Con él descubrí todo un lenguaje alternativo dentro del “rock” y una nueva forma de disfrutar la música, más reposada y viviendo el segundo, sin la ansiedad de esperar el estribillo. Aprendí también que la intensidad no depende de la velocidad o del volumen, sino de la actitud y de los contrastes.