El nuevo milenio nos trajo a Parker & Lily. Uno de esos grupos que se acaban incorporando a las bandas sonoras de las personas que caen bajo el influjo hipnótico de sus canciones, pero que nunca aparecen en las historias de la música. Parker Noone y Lily Wolfe eran sus componentes, pareja dentro y fuera de los escenarios. Su legado fueron tres estupendos discos, de cadencia melancólica, factura lofi y tremendamente melódicos y espaciales. Una suerte de The Velvet Underground tocando para que cantaran The Everly Brothers. Unos Bonnie & Clyde, a cámara lenta, que en lugar de matar personas componían canciones que descubrían el relato invisible de la ciudad.
«The Low Lows» (2004), su último disco, puso fin al dúo en todos los sentidos, y le sirvió a él para bautizar con su título a su nueva banda. Con ellos grabó dos álbumes que a pesar de incidir en las mismas coordenadas sonoras, resultaron sendos ejercicios de estilo, muy lejos de su estado de inspiración anterior, en una especie de country de ultratumba sin mayor recorrido.
El año pasado mutó a Monk Parker y como si la esencia de su música residiera en su apellido, facturó un magnífico disco, «How the spark loves the tinder», intenso a la vez que breve en cortes. Volvía a cantar como si tuviera la garganta devastada por mil miserias, las melodías se arrastraban como un vals que quiere barrer las penurias e infortunios y los aires velvetianos se impulsaban gracias a una instrumentación poderosa. Arropado por un nutrido grupo de colaboradores, indagaba en la esencia sonora estadounidense y en la suya propia vital, mientras a golpe de susurro encendía, de nuevo, el interruptor de las emociones. Parker ya no quiere ser Roy Orbison, ahora prefiere seguir la estela de Kurt Wagner.
Monk Parker actúa el próximo lunes, 23 de mayo, a las 21:00h, en Deluxe. Uke, con los que Parker ha colaborado en su reciente «El tiempo de los asesinos» serán los encargados de abrir la noche.