Don Joaquín. Foto: Carlos López Andrés.

San Valero es el título del primer disco de Don Joaquín. Un álbum que ha tardado tres años en ver la luz desde que fue grabado. El nombre hace referencia a una calle de València y representa uno de los pilares sobre los que se sostiene el trabajo: la cotidianidad. El otro sería la música, que se asienta sobre una base de raigambre norteamericana, pero que se filtra por muchas paredes sonoras.

Don Joaquín es Joaquín Cardona, que antes estuvo en El hijo del ebanista, Lehnmotiv o Supermosca. En este (no tan) nuevo proyecto canta desde las entrañas como si liberara alguna alegría en cada estrofa, retrata lo que le rodea (o no), y debajo de una capa de fina ironía y desenfado, deja asomar mucho sentimiento con S mayúscula.

El disco se grabó hace 3 años. Dos de las canciones sí aparecieron en un single entonces ¿Qué ha pasado para que hayas tardado tanto tiempo en publicarlo?


Han sido unos años raros, en muchos sentidos. Ha sido un tiempo en el que no me sentía preparado como para afrontar un reto así. Si no puedes hacer algo con toda la dedicación y la pasión que se necesita, es mejor ser paciente, o al menos así lo veo yo. No voy a mentir, es duro ver tu trabajo guardado en un cajón cada día durante tres años, pero lo importante es que este disco se había convertido en una necesidad y liberación personal, y finalmente se ha vuelto una realidad.

Aunque musicalmente es muy clara la querencia norteamericana, las letras no solo hacen referencia a la cotidianeidad (de hecho hay un verso que habla de levantar un monumento a lo cotidiano), sino que incluso se incluyen referencias geográficas a València. ¿Qué buscabas con ese equilibrio?

Está claro que hay unas influencias musicales americanas en mis canciones muy acentuadas y que las letras te sitúan en València en varias ocasiones. De hecho, el título del disco hace referencia a la calle donde teníamos nuestro piso mientras componía el disco. Pero no es algo que meditase mucho, sencillamente salió así, no sé escribir de otro modo. ¿Qué música esperas que salga de un tipo que está contento por haber ido a hacer la compra por la mañana y se pone a Mahalia Jackson mientras prepara un cocido?

Aunque tu música podría calificarse como folk, en la mayoría de canciones te esfuerzas para que no quede atrapada en esa etiqueta (ya sea ese solo de tuba, la voz más cercana a códigos blues, la referencia a los estribillos de Maga a los que hay momentos a los que te aproximas, cierta epicidad, la musculatura rock de algunos temas,…).

Totalmente de acuerdo. No era mi intención hacer algo más «puro». Escucho cualquier cosa que caiga entre mis manos, no todo me gusta, obviamente, pero me quedo con muchos detalles sin importarme de qué género, artista o época vengan. También influye la «naturaleza» del disco, por llamarlo de alguna manera. Aunque no lo creas por algunas de mis letras, me gusta pensar que es un disco alegre que refleja lo feliz que era mientras lo componía. Esos cambios de registro, pasajes o guiños también son el resultado de crear algo y posteriormente grabarlo mientras te diviertes.

El disco lo produjo Santi García, al que tal vez se suele asociar a sonidos más duros. ¿Por qué lo elegiste a él? ¿En qué medida se nota su mano?

Ok Bear, de Jeremy Enigk. Si no conoces ese disco deja de leer y ve directo a escucharlo donde puedas, hablo en serio. Ya había trabajado anteriormente junto a Santi en dos discos con Lehnmotiv, y en la grabación del último de ellos nos contó cómo produjo unas semanas atrás el trabajo del que fuera líder y cantante de la mítica banda Sunny Day Real Estate. Jeremy voló desde EEUU hasta San Feliu de Guíxols con unas canciones totalmente desnudas y en un mes crearon esa maravilla junto a otros músicos de estudio.

Sabía que si hacía algo así debía hacerlo con Santi. Era la primera vez que trabajaba de este modo y sólo él me daba la confianza y seguridad necesaria para acabar de cerrar mis canciones. Cuando entras al estudio te tienes que dejar llevar, no es lo mismo una grabación que un directo. Los tema pueden evolucionar hasta el último momento y el estudio te permite experimentar y plasmar ideas que luego resultan muy complicadas de llevar a un escenario. Siento si te entristece saber que en los conciertos no me acompaña un músico que toque el solo de tuba que antes mencionabas, al menos por ahora.

Santi está detrás de grandes discos pop de los últimos años, tiene una mente privilegiada y es el tipo que más sabe sobre música alternativa americana que conozco. Desde el principio no concebía este proyecto sin su participación. Entre los dos buscábamos arreglos o ideas que luego se grababan sin saber si finalmente formarían parte de la canción o se descartarían, jugábamos y experimentábamos mucho, pero Santi tenía muy claro cómo quería que sonara el disco.

Antes hablaba de cierta epicidad y de Maga, y por ello, puede que en algunos momentos se puede tener la sensación de que estés cercano a ese nuevo indie mainstream que podían encabezar grupos como Love of Lesbian (a cuyo cantante citas, irónicamente, en un tema), pero te decantas más por una senda crepuscular, con un pronunciado sentido del humor, y eso te acaba alejando del monocolor sónico de esas bandas.

Sin paños calientes, tú mismo lo has dicho, monocolor sónico. No sé en qué momento ocurrió y tampoco me importa, pero se nos fue de las manos. Vivimos en una época saturada con ese tipo de sonido y lo escuchas en todos lados, en el trabajo, en una cafetería, incluso en el supermercado. Al final tienes que esforzarte para diferenciar una banda de otra, o por lo menos a mí me ha llegado a ocurrir.

Creo que el reto de un artista consiste en encontrarse a sí mismo y desarrollar una personalidad en su trabajo. No es algo que se consiga con un determinado número de discos grabados, sino con muchos años de carrera y sabiendo aceptar las críticas. Siempre preferiré, antes, que mis canciones te produzcan ganas de extirparte los oídos a que pasen totalmente desapercibidas por no querer mostrar más de ti mismo.

En esa canción que mencionas a Santi Balmes, te reivindicas como antiguo y barbudo, ¿qué es exactamente ser ambas cosas?

No le busques más sentido del que pueda tener, sería tan estúpido como el juego de palabras que se me ocurrió al escribirlo. Me encanta ponerme camiseta interior de tirantes en invierno para no pasar frío, llevo un simulacro de barba desde que tengo uso de razón, simplemente por dejadez hasta que mi santa madre y mi querida esposa me llaman la atención y me hacen ir al peluquero como a un niño cuando le toca dentista, y para colmo no utilizo redes sociales. Te cuento todas estas intimidades porque no me gusta simplificar algo a una etiqueta o tildar a alguien de esto o lo otro prejuzgando a lo loco, y creo recordar que alguien me llamó «moderno». Ante mi desconocimiento, consulté con varios expertos sobre la semántica de la jerga actual y pensé que en todo caso debería ser un «antiguo». Ahora mismo te arrepientes de haberme hecho esa pregunta.

¿Qué hay de El hijo del ebanista, Lehnmotiv y Supermosca en Don Joaquín?

De El hijo del ebanista el descaro de un adolescente, de Lehnmotiv el esfuerzo y ambición de un joven veinteañero, y de Supermosca el cariño y el amor que le dedica a algo un niño que nunca va a querer crecer.

Compusiste la música del documental Almost Ghosts. ¿En qué cambia la manera de trabajar si es para acompañar unas imágenes o para construir canciones tuyas, que por otro lado tienen una fuerte carga visual?

La diferencia más importante es que no estás componiendo para ti, sino para un relato. Parece sencillo, pero es más complicado. Debes distanciarte lo máximo posible y pensar en qué es lo mejor para la historia y qué quiere transmitir el director en cada momento.

Trabajar con Ana Ramón, directora de Almost Ghosts, fue realmente sencillo porque tenemos visiones y gustos similares. En el montaje escuchábamos música de referencia para centrarnos en las sensaciones que debería sentir el espectador al ver esas imágenes. Decidimos hacer una banda sonora que no llamara mucho la atención, que acompañase sutilmente las historias tan personales que cuentan los tres protagonistas del documental. Por ese motivo reinterpreté unos himnos americanos tradicionales de góspel cambiando sus armonías y llevándolos a la mínima expresión. Al final, en Almost Ghosts sólo escuchas mi guitarra acústica y el lap steel de mi buen amigo Vicent Morella.