Pepe Cantó. Foto: Candela Cantó.

Pepe Cantó no ha podido elegir mejor título para su segundo disco, Vida. Porque eso es lo que rezuma un álbum en el que no hay límites ni fronteras. Diez canciones que son el pasaporte de un adictivo viaje musical con olor a Mediterráneo y que no saben de etiquetas porque en esa libertad compositiva (pop, jazz, folk, albaes, cant de batre, fandangos, sonidos africanos,…) residen su frescura y su razón de ser.

El próximo viernes, 29 de diciembre, lo presenta en el Palau de la Música.

El disco se llama Vida y empieza con una canción titulada Costa da Morte

(Risas) Sí, suena a broma. Pero es algo premeditado, el disco empieza con Costa da Morte y acaba con Vida. Quise empezar con Costa da Morte porque es en ese trozo de costa gallega dónde está Fisterra (Finisterre) y es allí donde acababa tradicionalmente el viaje de los peregrinos del camino de Santiago. Una vez en ese cabo con vistas al fin del mundo quemaban sus ropajes, supongo que algo se bañarían y, ya purificados, emprendían una nueva vida. Siempre me ha atraído la idea de empezar nuevas vidas, misticismos aparte.

Tu anterior disco, De aquí para allá, era una invitación a realizar varios trayectos a lo largo del mundo musicalmente hablando. Este álbum, de alguna manera, recupera esa idea. Más allá de las posibilidades de variedad estilística y rítmica que te permite ese planteamiento, ¿por qué te gusta esa idea de viajar con la música?



En mi primer disco intenté recoger el espíritu de Los viajes de Marco Polo y Las ciudades invisibles de Calvino. De alguna forma al igual que Marco Polo contando sus fantasías al Gran Khan, quise mostrar musicalmente lo que algunos viajes me habían sugerido y que, desde luego, no era lo que se espera al nombrar París o El Lepe o Amsterdam, si no lo que a mí me sugieren dichos sitios, lo que yo escucho cuando estoy en ellos. 

En este segundo disco he mantenido dos ejes principales: uno trabajar en algunos estilos musicales valencianos y otro más libre, que pasea por otros puntos geográficos o en conceptos más abstractos, pero al igual que en el anterior, desde mi modo de hacer o sentir las cosas. Quiero decir que aunque pueda conocer la ortodoxia de ciertos estilos, tengo que contar el cuento como quiero y lo veo. Siempre he tenido una especie de relación entre los viajes y la música, es como una especie de sinestesia, que me hace viajar mientras escucho música y crear motivos musicales cuando viajo. Coche, ventanilla, paisaje.

Otro de los puntos en común con el anterior trabajo es la habilidad para que sea muy variado, pero que todo tenga coherencia, ¿cómo lo consigues?



Buena pregunta, que es lo que se suele decir cuando no sabes muy bien la respuesta… (risas). Desde la parte técnica intento siempre crear lo que se llama un diseño sonoro, tanto en la instrumentación, el arreglo, las tomas y la mezcla. Busco una unidad en la obra, siempre me ha gustado mucho lo que se ha dado en llamar discos conceptuales. Nunca me han gustado estos discos en los que cada tema suena de una forma, y no quiero decir que en un disco puedan cohabitar un rock, una rumba y un rai, pero sin unidad sonora me suenan a discos diferentes y es algo que me molesta.

 Como yo suelo trabajar en distintos estilos, en los que no soy un master si no más bien un vampiro fusionador, pues siempre me aplico la regla del gran Manquiña en Airbag: «el concepto es el concepto».

Hablando de esa variedad estilística, ¿cómo sabes cuándo compones hacia dónde te va a llevar la canción?

Nunca lo sé. Para mí componer es, y otra vez el concepto, como un viaje pero sin billete de vuelta. Siempre tengo claro de donde parto, la estación puede ser un ritmo de tambores, una línea de bajo o una línea melódica ya definida. A partir de ahí me enfrento a mis máquinas y mis instrumentos como si fueran un vehículo todoterreno y empiezo a tomar distintas direcciones, hasta que encuentro una que me gusta y en la que los baches desaparecen, es el momento autopista, todo empieza a fluir.

El libreto de Vida se abre (como ocurría con De aquí para allá) con unos versos de Rosa Ángeles Fernández. ¿Qué tiene su poesía que te sirve para contextualizar tus álbumes?



Oh, entramos en terreno personal… (risas). Bueno, Rosa Ángeles es mi pareja. No voy a hacer propaganda de sus virtudes, sería un poco pasteleo, pero escribe muy bien, aunque por desgracia tiene poco editado y en los tiempos que corren para la literatura, pues mejor no hablar. Ella entiende muy bien lo que hago y, como bien dices, es capaz de contextualizarlo en pocas palabras, de hecho en este segundo disco fui yo el que le pidió si podía hacer un haiku en vez de un poema como en el disco anterior y definió el disco como yo no lo hubiera hecho, pues ni se me había pasado por la cabeza la idea de la entropía dentro del contexto que yo quería explicar con notas.

En este disco, además, escribió una coplilla preciosa y flamenca, algo alejado de su estilo, dedicada a Morente, en el tema Sol poniente en el Albaicín.

¿Crees que hay influencia suya en tu música?

No, en cuanto a la parte musical. Yo no soy un músico flamenco, aunque me gusta mucho y me defiendo en algunos palos. Pero si en cuanto a su esencia librepensadora, de búsqueda y ojalá de libertad creativa. El tema me viene a la cabeza estando en el Albaicín, viendo una puesta de sol como solo allí se ven. En esos momentos creo entender la libertad de Morente, su falta de prejuicios artísticos. Si a ello le unes una buena ración de cazón y unas cañas, pues cómo no inspirarse.

En Vida has preferido contar con una formación estable para la grabación de la mayoría de las canciones y contar con muchas menos colaboraciones que en De aquí para allá. ¿Una cuestión de agenda, de presupuesto, de que las canciones lo pedían, de que tenías la necesidad de algo más íntimo,…?


Exactamente una mezcla de todo lo que dices. El presupuesto desde luego era muy importante, menos gente equivale a menos gastos. Por otra parte me apetecía tener un sonido más concreto, sobre todo porque la mezcla de estilos iba a ser variada y no quería que el disco se me fuera a lo que antes comentaba, estos discos que parecen como recopilatorios de diferentes artistas cuando son del mismo.

También quería que sonara con algo más de raíz mediterránea, no folk exactamente, no puedo perder mis influencias entre el worldbeat, el jazz y el pop. Así que la ecuación estaba hecha: Pau Cháfer que es un pianista y teclista que navega entre el R&B, el jazz y el pop; Vicente Ferrer al bajo que más menos se mueve en esos parámetros y como elemento de tierra, Tóbal Rentero que es un especialista en cuerdas y vientos tradicionales, pero que sabe adaptarse a lenguajes más modernos o actuales sin que suene forzado.

En ese sentido de «formación estable» llama la atención que en los créditos de las canciones del primer disco siempre aparecías como «Yo» (aunque en diversos idiomas) y aquí apareces con tu nombre y apellido.

Pues mira, realmente fue un fallo mío. Lo del “yo”, en vez de mi nombre, quería establecerlo como marca también para este disco, pero cuando empiezas a pasar los textos para el diseño sufren una serie de idas y vueltas entre diseñadora, discográfica y artista. En ese momento se decide que fuera todo en un idioma (yo quería que como el anterior fuera en varios) y al final no me di cuenta y envié los créditos con mi nombre.

Es impresionante la cantidad de instrumentos que tocas. ¿Hay alguno que se te resista?

Bueno, la verdad es que soy muy atrevido con estas cosas. Para componer me manejo entre la guitarra y los teclados y claro mientras maqueto voy grabando cosas que luego decido dejar o, como las he creado yo, me las trabajo y soy capaz de grabarlas. Pero tocar lo que se dice tocar, como dice Drexler en una de sus canciones, soy tamborero.

¿Fantaseas con grabar algún día un disco tocado íntegramente por ti?

En mi anterior disco hay dos mini temas grabados solo por mí. Y en algún otro creo que hay algo a dúo. O sea que si, si que fantaseo con esa idea. Y no es una amenaza.

Pepe Cantó. Foto: Candela Cantó.

¿Se podría decir que tu canción Afrojota resume tu manera de entender la música: nada de límites a la hora de fusionar, estilísticamente abierta, atrevimiento,…?


No me lo había planteado así, pero me remito a la nota de prensa que elaboramos para el disco: “La ausencia de prejuicios obliga, irrevocablemente, a aceptar la paella de cus cus con boletus y la pastela de morcilla con habas”.

¿Qué aporta Consuelo Hueso a tus canciones? Tú le produjiste su estupendo Si canto y participaste en varias de las canciones del disco. ¿Es una colaboración la vuestra que podría ir a más en futuros trabajos tuyos?

Consuelo es una amiga de la profesión, excelente cantante lírica, con la que conecté muy bien en un proyecto anterior, justo cuando estaba grabando De aquí para allá y la invité a grabar unas voces en dicho tema. Ella tenía un proyecto que era llevar la voz lírica a la canción mediterránea popular, pero diferente a los proyectos existentes, muy cargados y orquestales, algo con una producción más pop, pero sin que fuera pop al uso. Así que acabé produciéndole ese disco, y fue un placer. Luego la volví a invitar a grabar en Vida una versión de A la voreta del mar y creo que su trabajo fue impecable. En cuanto al futuro, para mí siempre es algo abierto, quien sabe lo que puede pasar.

En Vida se te ve más cómodo, más suelto, con tu voz. Incluso más disfrutón. ¿Es cosa de la naturaleza de las canciones o que has trabajado en ese sentido para llegar a esa situación?


Bueno, sobre todo le he metido ganas. Lo de disfrutón me gusta mucho. A mí me encanta cantar, de hecho estudié un par de años canto en el Conservatorio. Pero nunca me ha acabado de gustar mi voz. Como las grabé a solas, pues tuve que ponerme serio conmigo mismo y decirme: vale tío si quieres cantar, es tu disco, así que relájate, tomate algo y disfruta.

Siempre grabas tus discos en varios estudios. ¿Hay alguna razón concreta para ese nomadismo?

Cuestión de equipamientos y comodidad. Cuando grabé De aquí para allá tenía un home studio en mi casa, y grabé la mayoría de cosas allí, más tomas de colaboradores que grababan en sus propios home studios y me enviaban. Después de 23 años de vivir fuera decidimos volver a la ciudad, ahora el home studio lo tengo fuera de casa, con lo cual ya no sé si llamarlo home. Vida fue grabado entre estudios pro como el de Pau Cháfer, mi propio estudio (algo nómada en ese momento) y algunos espacios improvisados. Ahora las herramientas de grabación y lo digital te dan una libertad impensable en otros tiempos, algo que me encanta.

Tus dos discos los ha editado el sello catalán Picap. En los tiempos que corren tener detrás el apoyo de una discográfica es un lujo. ¿Lo sientes así?


Rotundamente sí. Existe una opinión hoy en día sobre la no necesidad de tener una discográfica para editar. Tal como yo lo veo, a no ser que tengas unos buenos conocimientos en posicionamiento de mercado, automatización digital, relaciones con prensa y otras zarandajas del negocio, autoeditarse no va a ir más allá del entorno familiar y de amigos. Está claro que si conoces el sector puedes funcionar por tu cuenta, eso sí.

En cuanto a mi experiencia, Picap no funciona como la mayoría de las disqueras de hoy en día (que ni siquiera pagan la fabricación) ella me contrató como artista de la casa y corrió con los gastos de fabricación, edición, promoción, automatización, partes de producción audiovisual y todo lo demás. Sin firmar este contrato, yo no habría llegado a las listas de la World Music Charts Europe o a la prensa nacional entre otras muchas oportunidades.


Después de tantos años en la música, ¿qué balance haces de cómo ha ido evolucionando su consumo y las dificultades de los músicos?

En cuanto al consumo está claro que la venta de discos físicos ha caído en picado. La tendencia del mercado ahora es intentar atraer al consumidor a las redes y plataformas de pago (Itunes, Spotify, Deezer, Google…), pero yo creo que después de la era pirata y la teoría de la cultura free, va a ser difícil. Además este nuevo mercado, llamado libre, es más capitalista y depredador que el antiguo, con el agravante de que no invierte en nuevo producto.

En cuanto a los músicos habría que distinguir que entendemos por músico: instrumentistas, compositores, autores, arreglistas, productores…acompañantes, artistas, grupos… profesionales, aspirantes a ello, aficionados pero que cobran (¿?), profesionales con otra actividad laboral… Entre todo este guirigay que nos daría para una mesa redonda (que además propongo) hay un mal que obviamos mientras reivindicamos derechos laborales y sociales: la caída del capital en una estructura capitalista. Como se dice en Valencia: “en diners torrons”.

¿En qué medida crees que se refleja en tus discos tu extenso pasado musical (Terminal Sur, Ovidi Montllor, Paco Muñoz, Julio Galcerá, Rocío Jurado, Ángela Carrasco, Ximo Tébar, La Gran Esperanza Blanca,…)?


Indudablemente todo va dejando un poso, y más si trabajas en el mundo del arte e intentas ser abierto. Aunque muchas de las colaboraciones que he hecho han sido puntuales y en cuanto a las grabaciones en estudio, a veces ni siquiera he conocido al artista porque ese día no estaba allí.

De todas las colaboraciones que he hecho, hay de todo, desde anodinas a estimulantes, pasando por insufribles hasta maravillosas. Supongo que en esa mezcla de experiencias positivas y negativas es donde aparece el equilibrio. Pero oye, me estoy poniendo muy trascendental ¿no?