Merece el aplauso el festival que arriesga a la hora de configurar su cartel. Más en estos tiempos inciertos que vivimos en los que se puede tender a jugar más sobre seguro. Cada cual es libre de programar lo que quiera, esto no es un reproche a esos certámenes que repiten nombres y cabezas de cartel (bienvenidos también con la que está cayendo), sino un reconocimiento a los que van un paso más allá. El Pops Marítims (también el Truenorayo, por poner otro ejemplo) es de esos.
La quinta edición de Pops Marítims (2 y 3 de octubre) estrena ubicación (Veles e Vents), pero mantiene su filosofía de mantener «una mirada inclusiva, una mirada de género igualitaria y una mirada atenta a la diversidad lingüística de nuestro entorno». En el plano musical, esta edición destaca por su apuesta multisonora y la ausencia de límites geográficos, una especie de desconfinamiento cultural absolutamente necesario.
La escena musical valenciana vive a nivel creativo uno de sus momentos más dulces. Son muchas y diferentes las propuestas (aquí te hablábamos hace poco de tres de ellas) existentes. Y el festival no permanece ajeno a ello. Sobre su escenario será el momento de reencontrarse con La Plata que estrenarán su esperado segundo disco largo en el que imaginamos seguirán actualizando el pop melódico y oscuro de otras décadas.
Otro de los alicientes será disfrutar del inagotable Niño Reptil Ángel, la primera colección de canciones de Sandra Monfort, un postfolk que atrapa, magnetiza e impulsa hacia el exterior a partes iguales. Dentro de la nómina local también tocarán Anouck the Band y su árido rock and roll, con ribetes casi grunge, o Caramelo y su funk contagioso.
Los nombres propios siempre han tenido su protagonismo en Pops Marítims. Por ahí pasaron Rosalía o Maria Arnal i Marcel Bagés en su día. Es lo que se conoce como la oportunidad de ver a alguien «antes de «. Queralt Lahoz actúa por primera vez en València. La catalana debutó en formato grande el año pasado con Pureza, un disco con el que derribaba fronteras estilísticas, y fusionaba flamenco, hip-hop (o jip jop), R&B, trap, copla…con raíces y parribas, y una libertad apabullante.
Sebastián Cortés hace canciones en su habitación (tal y como refleja el título de su primer álbum) que luego escuchan miles de personas en las plataformas. Compone, toca, canta y produce sus temas. Hay pop (añadid bedroom delante si queréis), electrónica, autotune, algo de rock y muchas ganas de jugar en el mejor sentido de la palabra.
A los valencianos Laura Esparza i Carlos Esteban no les costó mucho esquivar todas las comparaciones obvias que les rodeaban por tipo de formación y sonido. Sus composiciones (siempre es lo mejor) hablaron por sí mismas. Su pop elegante e íntimo, que tan bien se entiende con la electrónica, cautiva y pone en guardia a la par.
Pops Marítims 2021 establece una conexión directa con África a través de Pongo y Paranoid 1966. La primera, de origen angoleño (estuvo con Buraka Som Sistema y suya es Kalemba), es un huracán escénico, un non stop arrollador, que mantiene muy presentes las músicas tradicionales de su país, a las que suma el rap más clásico o el R&B menos gelatinoso. Paranoid 1966 (Victòria C.Weka Bekuku) ha crecido en Alicante, aunque tiene raíces guineanas. Su música es tan estimulante como difícil de encasillar, dancehall urbana podrías ser, aunque mañana seguramente diríamos otra cosa. Lo mejor, como con el resto del cratel, es verlos en directo.