La ecuación es sencilla de explicar: la energía del punk + la frescura del pop, tocado eso sí como si hubiera que romper los intrumentos en cada toma o concierto. El resultado es Superchunk. 30 años llenado de melodías la hormigonera hardcore. A veces más relucientes, otras más introspectivas, pero siempre provocando ese cabeceo balanceado con sus brillantes cambios de ritmo.
Pusieron una chincheta en el mapa en Chapel Hill (casi al mismo tiempo en que Sonic Youth dedicaba una canción al lugar) cuando el mundo parecía que giraba en torno a Seattle. Y ahí siguen. Han tenido compañeros de equipaje de lujo (de Steve Albini a Teenage Fanclub), han grabado álbumes fabulosos (No Pocky For Kitty y Foolish, en los que seguían estirando las enseñanzas de Hüsker Du; o Here’s Where the Strings Come In, en el que sustituyeron la velocidad por pesadez brumosa, por poner tres ejemplos); ha elegidos portadas feas de narices, comparten todos sus trabajos en bandcamp y el 50% de la banda regenta uno de los sellos más exquisitos del planeta, Merge Records. ¿Se les puede pedir más? Pues no os vayáis todavía, que aún hay más.
Los superzoquetes (Mac McCaughan, Jim Wilbur, Jon Wurster y Laura Ballance) ya no son aquellos que se subían a los escenarios con tal pinta de adolescentes eternos que hizo que Wilbur bautizara lo que hacían como muppet rock. No, pero tampoco han acabado anquilosando sus composiciones, ni viviendo de épocas pretéritas. La maquinaría está en plena forma. El año pasado parieron el fabuloso What a Time to Be Alive, lleno de arrebatadoras canciones que seguro han hecho pitar los oídos a Trump. Y el pasado mes de mayo se sacaron de la manga una (supuesta) revisión acústica de su cuarto ábum, Foolish. El depósito de la gasolina está lleno. El próximo miércoles, 3 de julio, a las 20.30h, lo demostrarán en La Rambleta. Antes, tocarán Senior i el Cor Brutal.