La Gran Esperanza Blanca. Foto: Víctor García.

«Alzad las copas, bebed y amad / No veo forma más sensata / De capear el temporal / Y mecernos en la calma / Cantad conmigo esta canción / De vino, rosas y escapadas». Así se cerraba el disco anterior de La Gran Esperanza Blanca, Tren Fantasma, hace ya un lustro. Unos versos que ahora suenan balsámicos por la situación que estamos viviendo. Y que son el mejor p̶r̶ó̶l̶o̶g̶o̶  brindis para la escucha de Alice Maravilla, su nuevo trabajo, que se publica en formato cd, en edición limitada a 100 copias.

La Gran Esperanza Blanca sigue luciendo su formación primigenia, una delantera eléctrica con Cisco Fran, Chiti Chitez, Chuso Al y Spagnolo Ferocce. Que en su nuevo álbum se entregan al amor, a cantarle y a marcarle el ritmo. Tal vez sean sus canciones más táctiles, ahora que tocarnos, besarnos, abrazarnos y acariciar pieles ajenas es más complicado. Y se agradece. Como que sigan sonando de esa manera tan estimulante en la que mezclan el bienquerer de una celebración con el punzante, pero gratificante, recuerdo de la felicidad vivida. Las raíces estadounidenses continuan muy presentes en las nuevas composiciones, pero como ya dijimos una vez «a Cisco Fran le hubiera encantado nacer y vivir en Nueva York, pero nunca podría dejar València».

Es a él a quien le pedimos que nos comente las canciones de Alice Maravilla, una a una, porque nadie mejor que un músico para hablar de su música. En su bandcamp tenéis las letras de las mismas. El 29 de noviembre será la presentación en La Casa de la Mar.

1- Paterson

Es una ciudad, es un libro, es una persona, es una película. Está cerca y muy lejos. Me lleva a mi adolescencia. Así son las cosas en Paterson, New Jersey. Coges un bus en Port Authority en la 8ª y antes de que te des cuenta has viajado en el tiempo. Tiendas de saldos, escaparates polvorientos con saltos de cama rosa, comida peruana, candidatos a la alcaldía que podrían haber nacido en el altiplano boliviano. La sombra de Rubin Carter, su leyenda, sus cuitas, su impacto en el imaginario de una ciudad que se apoya en su fundador Hamilton, en su poeta William Carlos Williams, en su cómico Lou Costello y en su héroe local, el jugador de béisbol Larry Doby. Paterson es provinciana, pero fue el telar americano a finales del XIX. De todo aquello no queda nada, solo un recuerdo en colores desvaídos como los de una fotografía de su catarata. Esa que quiere y no puede.

2- Solsticio

Telúrico es un adjetivo que siempre me hubiera gustado utilizar en una conversación cotidiana. Reconozco que no es fácil, pero en este caso la fortuna se ha aliado con mi vana aspiración. Es esta una canción telúrica. El Hermano José Chasco, religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle nos enseñaba en 3º de EGB esta canción popular: “A coger el trébole, el trébole, el trébole, a coger el trébole, la Noche de San Juan”. La canción narra lo que fue mi primera Noche de San Juan, buscando un trébole inexistente. Una noche de fuego, agua, tierra y aire, en comunión con la naturaleza, donde los deseos se formulaban en silencio y la estrella polar me miraba complaciente a sabiendas de cómo son las cosas de los humanos.

3- Un gorrión en Nashville

Escribí la canción con motivo de un viaje a Nashville, donde incluí una visita a Third Man Records, la tienda de discos y sello discográfico del inquieto Jack White, para grabarla en la máquina de 1947 Voice-O-Graph, restaurada y hoy todavía en uso. En tiempo real uno entra en la cabina y deja allí grabada una canción, su voz con una felicitación o lo que se le ocurra. En Un gorrión en Nashville pensé en la hierba azul de Kentucky (bluegrass), los montes Apalaches, el río Cumberland, las tubas y trombones de Rainy Day Women #12 & 35 del Blonde on Blonde de Dylan, Music Row, y cómo no, en la tienda de Jack White donde grabé la maqueta de la canción con un sonido realmente añejo. ¿Por qué un gorrión? Supongo que los hay por doquier, ¿no?

4- Desmayados

Como un tornado llevándose a su paso todo lo que se le pone por delante. Lo dijo Neil Young: Como un huracán. Lo decimos nosotros, ahora. La ropa vuela, los muebles giran, las sábanas se inundan, las miradas se cruzan en una exhalación, las bocas pronuncian todo tipo de letanías y oraciones de amor. Dos amantes reconociéndose en su único espacio habitado, el de sus cuerpos unidos. Y finalmente la caída, el relajo, el abandono, el desmayo … Es un rock’n’roll con toques de T. Rex en las guitarras y poesía erótica. Aún así, este tornado no asusta porque es dulce y alocado, real y feroz, vibrante y tembloroso a la vez. Siempre bienvenido.

5- Alice Maravilla

Si algo hay en esta canción es verdad a raudales. Alice Maravilla no es un personaje ficticio, no. Es real como el hielo, como el fuego … Verla en la pista es disfrutar. Es trascender. Es sentirse vivo. Recuerdo una vez que vi un espectáculo del Circo del Sol. Llegué a él derrotado, abatido, triste, hecho polvo… Al salir, mi fantasma ya no me acompañaba. Se había quedado allí dentro, como un espectro que se desvanecería en los recuerdos de una vida. Yo era otro, como Rimbaud. Una versión mejorada de mí mismo con las ideas más nítidas, certeras y deslumbrantes. Así me siento cada vez que tengo el privilegio de ver a Alice Maravilla en acción. Una experiencia que no deja de ser, por repetida, menos gratificante. Alice Maravilla traspasa universos y, a veces, si la fortuna te acompaña, se queda en ellos.

6- Calor

El verano de 2019 fue lo más parecido a meter la cabeza en un horno y tratar de disfrutar de ello. No es ninguna novedad, los anuarios lo cuentan, los registros meteorológicos lo ratifican, cualquier persona con la que te cruces te lo podrá corroborar. Calor, bochorno, verano tórrido, clima desértico, ausencia de lluvia, ropa ligera, cervezas y calles desiertas. No obstante, tengo una objeción. No lo sentí así. O si lo prefieren, no fue para tanto. En la vida vivida con intensidad una brisa fresca sopló. Una brisa que no ha dejado de colmar los espacios, cálida en invierno, fresca en el estío, templada siempre. En el mundo de las maravillas estamos fresquitos, celebrando que el mar nunca cierra, ese mar que nos ofrece su horizonte para caminar sobre él como funambulistas entre las Torres Gemelas. Audaces, únicos, apasionados y enamorados.

7- Sin respirar

La tarde se hizo noche, sin darnos cuenta, sin ser conscientes de que el reloj iba danzando alrededor de su eje, sin que el aliento escapara por un momento de nuestros pechos henchidos. Sin respirar. Los besos fueron pequeñas barcas que nos permitieron cruzar un río vasto y oscuro, las caricias, los remos, imprescindibles, que chapoteaban en la negrura, las palabras y las miradas conformaron un timón perfectamente equilibrado que llevó la embarcación a la suave y arenosa orilla. Besos, caricias, palabras y miradas cumpliendo a la perfección su función, como una parábola inspirada por una divinidad. Fue nuestro momento para siempre. El día en que Alice Maravilla tuvo mi corazón en sus manos y decidió hacerlo latir.

8- Cervezas y una calle desierta

El final del verano, noches que se alargan como pinturas de El Greco, calor y amor. Una calle real, rodeada de un bosque de pinos y ni un alma en ella, unas cervezas frías llevadas en una pequeña nevera portátil, dos amantes … Una canción llena de autenticidad, narrada con un ritmo rockabilly, cantada con el ánimo inefable de un adolescente. Ni los gatos, las vecinas o la policía logran que los ojos desvíen su mirada puesta, con la firmeza de una roca, en la promesa de la felicidad.

9- La piel es una

Tu piel era una canción que tocábamos, e incluso grabamos en un par de versiones, con Inhibidos Quizás?, banda en la que milité unos diez años. Esa piel única, con el paso del tiempo, ha quedado transfigurada en dos, la piel de los amantes, ambas viniendo desde su propia región inhóspita y, en esencia, experiencia común. En ese saberse iguales reside, en gran parte, la clave de esta canción. La utopía de la unión física y espiritual donde la piel de dos personas se fusiona, se metamorfosea en una, en la única posible cuando el amor toma las riendas de la partida. La parte final, tocada con brío juvenil y poso adulto, aspira a la expresión de un éxtasis metafísico que trasciende a lo terreno en la forma de dos cuerpos enroscados sobre sí mismos.

10- Fugaz

La vida se esfuma. Segundo a segundo va pasando de un universo a otro en el reloj de arena del espacio-tiempo. Se percibe, no hay que esforzarse demasiado. Si vives lo suficiente, lo experimentarás de forma natural. Huía de un pozo tóxico, corría sin mirar atrás, con la vista puesta única y exclusivamente en volver a mi centro. La vida es extraña y hermosa. Caí entre unos brazos que ni siquiera pensaba que pudieran desear abrazarme. Fue cuando el calor lo inunda todo y a la hora en la que la mente se evade y deja paso al sopor. Bajo unos pinos centenarios. Pudimos vernos en los ojos del otro como imágenes perfectas en lacustre armonía. Y se produjo el milagro. La vida es fugaz. Está hecha de la esencia de lo que somos.

11- Nuestra amistad

Una tarde de junio, cuando acabó el curso, Fede vino a mi casa y trajo su guitarra. Tocó, básicamente, todo el repertorio de The Beatles. Me quedé estupefacto. Teníamos catorce años. Allí empezó todo, esa misma tarde. Durante el verano, con una guitarra de mi hermana que había en casa y que ella ya no usaba, aprendí a poner algunos acordes y practiqué con canciones de Víctor Jara. Ya éramos un grupo. Dos guitarras y dos voces. Todo lo que siguió fue inevitable. Durante la mili formamos La Gran Esperanza Blanca, al acabarla buscamos un bajo y un batería: Chiti y Chuso, y cuando empezamos a tocar en directo se nos unió un violinista inglés: Fiddler Paul. En abril de 2016 la banda cumplió 30 años: dimos un bonito concierto de celebración, con muchos invitados, y al acabar quise regalarle a mis compinches de banda esta canción tocándola para ellos solo en el escenario. Lloré al escribirla y lloro al escucharla.