Brava, de izquierda a derecha, Iris Montoya, Almudena Ortuño, Laura Castro, Raisa Gallegos y Paloma Agramunt. Foto: Paloma Agramunt.

La ciudad apareció un día llena de carteles. Una palabra se repetía en todos ellos: Brava. Lo que cambiaba era la frase que se podía leer. «Vamos a hacer que ames el picante», «Vamos a tirarte la caña», «Vamos a jugar con tu comida». En letra más pequeña lo matizaban. Detrás de aquella ingeniosa y guerrillera campaña estaba, efectivamente, la agencia Brava.

Brava, nos cuentan, nació, como no podía ser de otra forma, «alrededor de una mesa. Durante mucho tiempo, fue un borrón en una libreta que Almudena Ortuño y Raisa Gallegos transportaban de cafetería en cafetería. Por supuesto que esa libreta todavía existe y está llena de manchas de chocolate».

Almudena, como periodista gastronómica, y Raisa, como estratega de marca, ya habían trabajado juntas en proyectos anteriores «y compartíamos la opinión de que las cosas se podían hacer mejor, o al menos de forma más creativa, que como se venían haciendo en la gastronomía. Es que ni siquiera se había empezado a jugar. Así que decidimos ponerle salsa, prenderle fuego y hacer mucho ruido en la ciudad. Imaginamos una agencia estratégica y creativa, la firmamos ante notario». Empapelaron la ciudad «y pintamos los primeros ‘BRAVA’ con pintalabios en los baños de los restaurantes. Y de repente, otras personas empezaron a hacer lo mismo por toda la ciudad. Ahí nos dimos cuenta de que València tenía hambre».

Brava empezó a jugar con dos cuentas y «a día de hoy, son muchas más. Hemos caminado junto a una marca tan especial como Begoístas, inaugurado tres restaurantes –Gamberra, Dalima, Falafel-, levantado el telón de Casa Baldo… En el día a día, nos encargamos de las redes sociales y la prensa de otros tantos clientes, no solo restaurantes. Y en lo referente a la creación de marca, tenemos hijos en camino, que pronto saldrán a devorar la ciudad. El equipo ya se compone de cinco personas con distintos cometidos, pero valores en común: voces frescas, jóvenes y mayoritariamente femeninas. Todas ‘pelirrojas’ y dispuestas a correr riesgos. Hemos apostado por una manera distinta de comunicar, más ‘brava’, y hemos comprobado que, en realidad, a los valencianos sí que les gusta el picante. Brava es una actitud. Una manera de vivir. Una marca en sí misma. Eso es lo que nos hace seguir en este patio de juegos».

Hechas las presentaciones, es el momento de que jueguen a nuestro Lo que es y lo que no es:

Brava es:

➡️ Una agencia de creatividad y comunicación, valiente y sofisticada, que está perdidamente enamorada de la gastronomía. Sabemos que es una amante rebelde, ¿acaso nosotras no? Entre nuestras especialidades está jugar con la comida y hablar con la boca llena, además de correr riesgos en el trabajo.

➡️ Un club de mujeres pelirrojas, sobre todo de espíritu. Nos gusta el talento, así que procuramos rodearnos de él, y contamos con el equipo más ardiente de la ciudad, precursor de nuevas ideas. El compromiso con la marca llega hasta límites insospechados, como teñirse a propósito para pasar el proceso de selección. Imagina lo que seríamos capaces de hacer por los clientes.

➡️ El arte de la estrategia lenta, muy lenta. Santificamos el análisis, la reflexión y la conceptualización. Así que jamás disparamos al aire, sino a la diana. Nos ha llevado tiempo convencer al sector de la importancia de sentarse -verbo desconocido entre los chefs- a establecer unos objetivos antes de ejecutar, pero esto es como el buen vino: si subes de nivel, ya no hay vuelta atrás.

➡️ Un patio de juegos, donde lo fundamental es divertirse. Porque la comida está deliciosa con salsa y la creatividad va de pringarse con ganas. Sin perder los buenos modales, eso nunca. ¿Y si pegamos carteles por las calles? ¿O sorteamos un tatuaje? ¿Te imaginas una fiesta tropical en pleno invierno? En menos de un año, hemos hecho todo eso, y no estamos por acomodarnos.

➡️ Pedir perdón, antes que permiso. Más de comer con las manos que con cubiertos. Más de subir los pies a la mesa que de tenerlos en la tierra. Un grupo rebelde armado con pintalabios que, durante su fundación, logró que media ciudad pintara ‘Brava’ en los espejos de los baños de los restaurantes.

 

Brava no es:

➡️ Lo que hace tu sobrino tiktoker al salir de clase. Hay un saltito entre que un amigo te lleve las redes sociales o te diseñe una página web, y contar con el servicio integral de una agencia creativa. Obviamente, el saltito se paga.

➡️ Un trabajo mal emplatado. En Brava creamos marcas, las contamos y nos las comemos. ¿Acaso nos las comeríamos si no estuvieran buenas? Cometemos actos de comunicación puros, muy puros. Hay mimitos desde la estrategia hasta la ejecución, porque creemos que el sector andaba falto de carantoñas.

➡️ Una crema de calabaza de brick. Así como un buen guiso precisa de un buen fondo, nuestros proyectos se cocinan a fuego lento y hacen chup-chup. No nos metas prisa con los plazos: lo único que nos interesa de la comida rápida es el packaging. Elegimos a nuestros clientes con mucho cuidado porque, si algo nos gusta todavía más que las marcas, son las personas con proyectos.

➡️ Una niña mimada sin propósito. Que sí, que mezclamos comida en los vasos y hacemos travesuras por lo bajini, pero nunca maldades. Tenemos nuestros principios muy presentes: la sostenibilidad -Brava se mueve pedaleando, no embragando-, el empoderamiento -por algún motivo, recibimos muchos más currículums de mujeres- y el fin de los tabúes -no nos cortamos al hablar de presupuestos-. Tampoco competimos con otras agencias: fair play ante todo.

➡️ Una agencia que apaga fuegos: más bien los enciende. Ya lo dijimos al nacer, traemos la caja de cerillas para prender la chispa, pero también aspiramos a mantener viva la llama. Brava quiere que la gastronomía arda y brille como nunca antes. Y por eso, venimos a hacer lo que se supone que no podíamos.

No entendemos qué hacemos completando una lista de lo que es/lo que no es/lo que debería ser. Ni por qué no podemos poner un punto 11.