El Catacumba Film Festival (31 de octubre – 5 de noviembre) cumple este año quince ediciones. Es el momento perfecto para echar la vista atrás y recolectar entre los numerosos recuerdos los quince más suculentos. Lanzamos el reto y el guante lo recogen sus directores Sergi Inclán y Javi Llorens. ¡Bienvenidos a los archivos secretos del festival más internacional de Godella!

1- Año 2001. Primera Zombie Walk en España cuando estas aún no existían. Previo a la proyección de La noche de los muertos vivientes decidimos dar un buen susto al respetable. Versión imaginaria: hordas de zombis irrumpen en la sala, la gente aterrorizada salta por las ventanas atravesando los cristales para seguirnos el rollo. Versión real: ¿Qué hacen esos cuatro con arcilla verde en la cara? Nadie entendió nada.

2- Entrañables siempre. Estábamos barajando un concepto, sin tener claro que estábamos buscando, algo así como poner en valor los cortometrajes que con poco –presupuesto– aportaran mucha originalidad. Y entonces nos llegó Barcelona-Venecia de David Muñoz. Una divertida trama con localizaciones entre estas dos ciudades, con saltos en el espacio-tiempo, agujeros de gusano y sociedades secretas. Parece ser que el director encontró una oferta en Ryanair para volar de Barcelona a Venecia por cinco céntimos, con vuelta a las tres horas. Primero compró los billetes, luego creó el cortometraje, posteriormente lió al equipo y se fueron a rodar, en tres horas, todas las escenas que transcurrían en Venecia. ¿Que qué es un cortometraje entrañable? A día de hoy, todavía no sabemos explicarlo bien.

3- Selección de cortometrajes utilizando una sofisticada tipología de criba inicial. El número de cortometrajes ha ido creciendo exponencialmente en cada edición: en los orígenes cabían en una bolsa de plástico para su transporte; para la presente hemos recibido unos mil quinientos trabajos. A una media de unos doce minutos por corto, echen cuentas de las horas dedicadas al visionado. Los cortometrajes eran catalogados con un SÍ, NO, CASI QUE SÍ, CASI QUE NO. Esta poco sofisticada técnica ha ido adquiriendo, a lo largo de los años, mil variables y matices, como la creación del algoritmo llamado Erátostenes 2.0, bot que coordina realmente el Festival. Completar las oscuras celdas de nuestras tablas Excel y organizar el material recibido es un momentazo repleto de indescriptibles emociones.

4- Ya somos internacionales. Hace muchos años llegó el primer cortometraje que nos convirtió en un festival internacional. Llegó desde un exótico principado (Andorra). Aún no usábamos plataformas digitales, lo cual, convierte el momento, en algo un poquito épico. Muy poco sí. En esta edición se han superado las ochenta nacionalidades.

5- «Hola, hemos recibido una llamada pues dentro de la sala hay alguien que necesita atención médica urgente». Una unidad SAMUR y dos miembros de la policía local se presentaron en mitad de la proyección de The Hunger (Tonny Scott. 1983) para asistir a un jovenzuelo desvanecido. Su amigo, decidió llamar a la policía desde dentro de la sala, sin avisarnos. 
Un consejo: nunca mezcles sustancias psicotrópicas con The Hunger. Y mucho menos sin invitar.

6- Edición de Catacumba 2012. El Apocalipsis. ¿Recuerdan el apocalipsis de 2012? Nosotros, sabedores de que el mundo iba a acabar, lo dimos todo hasta las últimas consecuencias. Siete días repletos de cine y actividades paralelas, presentaciones loquísimas y para finalizar organizamos una fiesta de Nochevieja celebrada en el Matadero Municipal de Godella. Lo que no sabíamos es que los labradores celebran un tradicional sorteo de regantes todos los 1 de enero a las siete de la mañana. Hubo un momento de fusión agrocatacúmbica. Trasnochadores y madrugadores se entremezclaron en la mañana que ya clareaba. Los primeros le hicimos el paseíllo de honor a los segundos. Hubo quien, confundido, entró en la reunión de regantes pensando que la fiesta todavía continuaba. Bueno, que eso fuera lo que nosotros viésemos en ese momento, no significa que en realidad sucediera.

7- Traslado al cine Capitolio. Después de años celebrando el festival en el salón de actos del Llar dels Jubilats de Godella (conocido como edificio de Villa Teresita), en la edición de 2016 nos trasladamos al cine del pueblo, con gran cantidad de recursos y comodidades para el correcto disfrute de un festival cinematográfico. Con proyector fijo de calidad cine, algo básico y obvio para un cine, pero para nosotros un gran de adelanto del siglo XXI; luces manejables; una pantalla inabarcable que sube y baja; una sala con 580 butacas que algún día llenaremos. Pensamos a lo grande. Claro que sí.

8- Concurso de gritos. Como Buñol tiene la Tomatina y Cieza el campeonato de lanzamiento de huesos de oliva, Godella tiene su ya tradicional concurso internacional de gritos. En cada edición, esforzados gritaires locales se enfrentan a otros venidos de pueblos de los alrededores para ofrecer el mejor grito al público presente. Durante años se ha mitificado este concurso, siempre venido a menos y que, sin embargo, o quizás por ello, es una de las señas de identidad del festival. Lo de internacional es por un turista danés que participó una vez y porque cada año invitamos a un experto en gritos proveniente de algún país lejano. Para la presente edición contamos con dos gritaires mexicanas que harán una representación del Grito de Dolores con el que, cada 16 de septiembre, se celebra el Día de la Independencia de México. Importantes premios.

9- El papel de la mujer en el cine de terror. Mesa redonda que celebramos en La Nau con ponentes de la talla de Monserrat Hormigos o Jesús Palacios, entre otros. Sus extensos conocimientos y mágica verborrea nos ilustraron al respecto de la utilización, la mayor parte de las veces poco defendible, de la imagen femenina en el cine de terror. Un viaje milenario a través de un territorio resbaladizo que abarca desde la mitología clásica a los productos cinematográficos de explotación.

10- Muerte y resurrección de un bafle. Dentro de la imaginería del festival, guardamos especial cariño a El Bafle. Cuenta la leyenda que, durante un concurso de gritos, un miembro de la organización, haciendo gala de una torpeza extrema y un nivel etílico inaceptable, saltó del escenario tras ser descalificado. El salto pretendía ser un acto de agilidad, pero todo se torció cuando uno de los pies del mostrenco mencionado, se enredó con uno de los cables que alimentaba la caja autoamplificada provocando una estrepitosa y épica caída de la misma a cámara lenta. «¿Por favor, hay un técnico en la sala?», se escuchó entre el público.
 Al día siguiente, el bafle tenía un perfil en Facebook, una cuenta en Twitter y fue uno de los presentadores de la gala de clausura de la edición de aquel año.

11- Nace el cine concierto. La fórmula era sencilla. Proyectar una obra cinematográfica clásica que fuera acompañada musicalmente en directo. La primera proyección de cine-concierto de Catacumba corrió a cargo de Enrique Ruiz, gran profesional que se dejó apodar con el triste y poco elaborado nombre de «Satanaso el pianista del pánico». Nos gusta decir que Quique trajo por primera vez un Theremin a Godella. Ataviado con ropajes de médico medieval, Satanaso repitió por varios años consecutivos, acompañando, entre otros títulos, la película francoalemana Vampyr (Carl T. Dreyer, 1932) y El Golem (Carl Boese y Paul Wegener, 1920).

Después de diez años de cine conciertos en el festival, Enrique Ruiz repite junto a Luis Torregrosa y Rafael Ramos Sanía en el cine concierto de Catacumba 2017. Ellos tres son Naima Jazz Trío y pondrán banda sonora a El hombre de la cámara (Dziga Vertov. 1929).

12- ¿Y si creamos unos galardones tan sumamente auténticas que incluso hagan sombra a los Oscar hollywoodienses? Así hicimos. Primero fueron los Fetos de Oro, posteriormente apareció la Muñeca Rota en claro homenaje al lamentable estado en el que acaban algunas madrugadas los miembros de la organización. Los galardones son confeccionados cada año por un artista diferente y son otorgados por el jurado, por el público y por nosotros. Este año la artista escogida para su elaboración ha sido Laura Salguero, que ha creado unos maravillosos galardones propios de los más refinados gabinetes de curiosidades del siglo XVI.

13- Backstage en la Asociación de Mujeres por la Calidad de Vida. Como buen festival, Catacumba también cuenta con su backstage: un pequeño cuarto cedido por la Asociación de Mujeres por la Calidad de Vida de Godella, compuesta por amables vecinas del municipio con las que hemos mantenido un intrincado equilibro diplomático durante todos estos años. El barroquismo del mundo rural representado en la convivencia de arreglos forales y retratos de vírgenes con disfraces de muertos, mallas de leopardo y espadas láser de plástico compradas a última hora en algún chino abierto. El cuarto (aquí backstage) tiene capacidad para unas diez personas, por lo que cuando nos metíamos treinta pasaba a denominarse Asociación de Mostrencos por la Cantidad de Vida.

14- Las Varietés Catacumba son una especie de subproducto marca de la casa, nuestro pequeño homenaje al maravilloso universo de lo hecho a mano, con cariño y escasos medios. Un acto de humillación buenrollera. Disfraces baratos, canciones rancias y elaborados bailes interpretados por ingenieros de ascensores con una doble vida suelen ser el cóctel ideal para hacer las delicias de nuestro amado público. En Catacumba lo damos todo. Hasta nuestra dignidad.

15- Traducir y subtitular 964 Pinocchio de Shozin Fukui podría parecer algo excepcional pero no lo es, pues en algún lugar de los archivos Catacumba existe una carpeta con cientos de traducciones de obras ya descatalogadas. Tampoco lo es la osadía de que nos planteásemos proyectar en su momento este referente japonés del cyberpunk y que existiera una copia en VHS en una tienda entrañable de El Raval de Barcelona. Lo de que lo tradujéramos directamente del japonés, idioma que desconocemos, es un ejercicio de alquimia lingüística difícil de explicar. Nos gustaría pensar que fue una excepción que, después de tanto empeño puesto en proyectar esta película, un único espectador –un perro acompañado de su dueño, que se dormiría a la media hora– asistiera a su proyección en Catacumba, que tuvo lugar a la una de la madrugada de un día entre semana. Esta historia sirve para los más de setecientos títulos que se deben haber proyectado ya en Catacumba: no sabemos si el público responderá a nuestra llamada, pero las seguimos proyectando –y buscando y traduciendo y subtitulando– con la esperanza de ver algún día la sala llena por miles de entusiastas espectadores amantes, como nosotros, del cine raro. Por cierto, aquella noche el perro aguantó impasible, con la mirada atenta hasta el final de la proyección. El cyberpunk japonés es lo que tiene: atrapa.

Organizadores del Catacumba Film Festival.