María Minguez (València, 1982) es guionista. Trabajó en programas de sketches de Canal 9 como Autoindefinits, Socarrats o Check-in-hotel. Firmó juntó a Óscar Bernácer el argumento de la serie La forastera, de À Punt. Suyo era el libreto de la película Vivir dos veces (Maria Ripoll, 2019) y con María Laura Gargarella y Juanjo Moscardó Rius escribió el guión de Amor en polvo (Suso Imbernón y Juanjo Moscardó Rius, 2019).
Actualmente está desarrollando con Moscardó una serie para la productora The Immigrant («hemos fichado a un director superpotente, pero no me dejan decir el nombre»). Además está escribiendo otra, basada en un hecho real que sucedió en València, con la productora Paloma Mora, que ya ha sido seleccionada en un laboratorio de desarrollo del Festival de San Sebastián, así como en el Hamburgo Series Lab y en Iberseries. También anda preparando un guión nuevo de una comedia con la productora valenciana Filmeu «sobre la relación entre una madre y una hija cuando esta última tiene su primer bebé y el contraste generacional que se produce», cinta que le gustaría que «fuera mi primera película como directora».
Valenciana, guionista y con demostrada querencia profesional por la comedia, María Minguez no podía falta en nuestra sección «El Berlanga de…» compartiendo qué es lo que más le gusta del cineasta:
Para mí, sobre todo como guionista, lo más especial, lo más representativo, lo más difícil de conseguir de Berlanga, es el tono de sus películas. Es el reto más grande al que nos enfrentamos los guionistas de comedia. Es muy fácil, sin quererlo, irte hacia la comedia simplona cuando realmente quieres hacer una comedia pura. También es muy fácil perder la comedia cuando intentas que trascienda o tenga un contenido, un tema destacado. Berlanga conseguía las dos cosas a la perfección. Bienvenido Mr. Marshall (1953) es un clarísimo ejemplo. Es una comedia pura que no tiene miedo a irse hacia la comedia más absurda, más descabellada, donde a veces la comedia pierde su trascendencia. Pero a la vez, y esto ocurre en general en todas sus comedias, tiene un trasfondo crítico y reflexivo sin perder el humor constante.
Eso es lo que más me gusta de Berlanga, ese tono que logra. Es lo que más intento conseguir en mis comedias, con lo que más lucho, es lo más difícil, encontrar el tono adecuado para cada comedia, es lo que las hace únicas. Se valora muy poco las comedias y yo que he escrito tanto dramas como comedias, puedo decir que es muchísimo más difícil encontrar el tono en una comedia y acertar, que es lo que hace Berlanga en casi todas sus películas. Ahí está El verdugo (1963), divertidísima película pero con un tema de fondo muy duro, la pena de muerte. Eso se ve muy poco, y se ve muy poco en el cine español actual. Se debería ver más, pero es muy difícil encontrarlo.
Además de porque su cine, su tono, sean un referente para mí, tengo una anécdota personal con Berlanga que fue como un quiebro en mi carrera y me empujó a ser guionista. Cuando acabé Periodismo hice las prácticas en la delegación regional de un diario valenciano. Berlanga vino a este pueblo a hacer una visita, estaba ya muy mayor, creo que murió poco después, y en un tono como muy amable y festivo dijo que hubiera sido genial que la Ciudad de la Luz se hubiera construido en aquel lugar. Yo escribí la noticia centrándome en su visita y entre lo que contaba estaba esto que dijo. Mi sorpresa fue al día siguiente cuando vi que mi noticia iba en portada a nivel autonómico, pero con un titular que decía que Berlanga criticaba a la Generalitat por el emplazamiento de la Ciudad de la Luz. Me sentí fatal porque no había dicho eso. En ningún momento lo dijo para polemizar. Fue un momento berlanguiano e inocente en el que me di cuenta de que no estaba hecha para ese periodismo, no me alegré por haber sido portada. Fue un punto de inflexión en mi carrera en el que descubrí que no me gustaba aquello, lo que me gustaba era escribir. Y a partir de ese momento empecé a enfocarme en la ficción y el guión.