Jean-Pierre Jeunet impartió dos masterclass en la Mostra de València de este año, donde fue galardonado con la Palmera d’Honor del festival. Una, el sábado por la tarde, en la Filmoteca. La otra, horas antes, en la rueda de prensa en el Hotel Silken. Humilde, divertido, facilitando el trabajo a la traductora, riéndose de sí mismo, contestando con generosidad preguntas sobre sus films más conocidos e incluso respondiendo a una joven que le pidió consejos para dedicarse a la dirección.
Bigbug será la próxima película suya que podremos ver… en Netflix. «Durante tres años estuve intentando encontrar financiación para la película y fue imposible. Me llamaron de Netflix preguntándome si tenía algún proyecto y les dije que sí, pero que no les iba a interesar porque nadie lo había querido. En 24 horas me dijeron que sí. Trabajé con una libertad total. Hice la película que soñaba. No digo esto para hacerle la pelota a Netflix, pero, por ahora, la experiencia ha sido estupenda. Luego lo de quitarse de encima esa angustia del estreno es un alivio. Y saber que uno tiene 320 millones de espectadores potenciales no está nada mal».
Desde sus primeros cortometrajes, las películas de Jeunet (solo o en compañía de Marc Caro) se han caracterizado por un estilo visual y narrativo muy personal, sin embargo la plasmación de ese universo tan particular en el guión siempre (excepto en Alien: Resurrección, 1997, única vez que ha filmado un libreto ajeno) lo ha hecho en compañía de alguien. «Es como en la vida, hay que encontrar la persona adecuada. A veces me han preguntado por qué no he cambiado más de coguionista, pero para qué cambiar cuando funciona bien, es algo muy valioso».
Dos nombres aparecen ligados a Jeunet en todas sus cintas. El actor Dominique Pinon (con quien ha trabajado, también, en la mencionada Bigbug) y el montador Hervé Schneid. Siendo el montaje final tan definitorio de la imaginería del cineasta, ¿qué grado de libertad tiene Schneid? «Estoy todo el rato al lado del montador, no le dejo casi ni respirar. Mis películas están siempre muy preparadas, con un storyboard muy preciso, y por ello no hay muchas dificultades en los montajes».
Para el cineasta francés ser original (algo que reconoce que cada vez le cuesta más conseguir) es uno de los valores más importantes a la hora de hacer películas. De algunas de ellas contó sabrosas anécdotas. Cuando llegó a Estados Unidos para rodar Alien: Resurrección, «David Fincher me dijo que huyera», aunque reconoce que él «pese a la presión del estudio, tuve un 95% de libertad absoluta, claro que igual por eso me salió una cinta muy personal y no funcionó en Estados Unidos». Sobre su rodaje apuntó que «no hice ningún plano que no tuviera un problema técnico, el mito de Hollywood se cayó ante mis ojos».
También habló de su excompañero Marc Caro a quien le acaba de producir un cortometraje y a quien siempre le interesó más el aspecto visual de las historias que el narrativo, y ahí disentían. De Micmacs (2009) recordó que su estreno coincidió con el fallecimiento de Michael Jackson y en los cines acaparó This is it (2009) todas las pantallas. Por si fuera poco hubo huelga de periodistas aquella semana. Todo sumado fue, poco menos, que la muerte de su film en la taquilla. Además confesó que hoy en día no podría escribir lo que publicaba en los años setenta en la revista Charlie Hebdo o acabaría en la cárcel.
Y, por supuesto, habló de Amelie (2001). De su reciente pase en el Festival de Cannes, al aire libre, para 800 personas, en el que otras 200 se quedaron sin entrar. De la imposibilidad de sacar adelante un falso documental sobre la película al no encontrar productora. O de la suerte que tuvo («solo ocurre una vez en la vida y me ha pasado a mí, es el sueño de cualquier creador que su obra se convierta en un fenómeno social») de que el film fuera un éxito tan rotundo.