«El sustituto» (Óscar Aibar). Foto: Laia Lluch.

Óscar Aibar es el director de uno de los mejores (y más importantes) capítulos de Cuéntame, el último de la temporada 19, Buscando. Este episodio (que contó, por cierto, con un cameo del músico Pablo Maronda) fue la despedida de Ricardo Gómez (y también de Elena Rivera) de la serie. Tres años después de aquel adiós, Aibar y Gómez vuelven a coincidir en El sustituto, película que llega este viernes (29 de octubre) a los cines y que clausuró la Mostra de València la semana pasada.

Un thriller que viaja a la España de 1982, la de los Mundiales, pero que, como es habitual en el cineasta, enfoca hacia la cara B de la historia oficial, hacia esas otras realidades paralelas que casi nadie se preocupa en contar. En este caso el retiro placentero, que vivían en aquellos años, criminales nazis en la costa alicantina. Aibar aprovecha la situación política y social que estamos viviendo, para establecer conexiones con la actualidad y la normalidad con que se acepta la convivencia con los postulados de la extrema derecha en nuestro país, con el peligro que conlleva.

Ricardo Gómez es Andrés, un policía que llega a Dénia a sustituir a un compañero fallecido. Como es de esperar meterá las narices donde huele mal,  con la ayuda de otro agente (Pere Ponce), y de Eva, una doctora (Vicky Luengo). En el reparto, un buen número de actores y actrices valencianos: Susi Sánchez, Joaquín Climent (curiosamente, los dos, también presentes en El lodo, la cinta que inauguró la Mostra), Nuria Herrero, Cristina Perales o Guillermo Montesinos.

El sustituto incide en dos rasgos comúnes en la filmografía de Aibar, que le están llevando a construir una suerte de Episodios Nacionales muy sui generis. Por un lado, no contar historias contemporáneas. Y por el otro, y como decíamos dos párrafos antes, poner el foco en la cara B de la historia. «Me encanta lo de la cara B, lo suscribo, me lo voy a tatuar. Las mejores canciones de los singles siempre estaban en las caras B. Es una buena definición», afirmó el cineasta en rueda de prensa. «Cuando hice Platillos volantes (2003), sobre los clubs de OVNIS durante el franquismo, era una mirada hacia la represión del entretenimiento del franquismo que no se había tocado. Cuando hice El gran Vázquez (2010) todo el mundo me decía que por qué no hacía una película sobre Ibáñez. Pero si Ibáñez es un tío muy aburrido, que lo dice hasta él, el guay era Vázquez, que era la cara B de Bruguera. En este caso, en El sustituto, la cara B es la historia de los nazis».

Durante su presentación en la Mostra, Óscar Aibar reconoció su interés por el entretenimiento y el cine de género (la persecución automovilística que hay en la película es una de las mejores muestras de que no miente), confesó que para él «el fracaso es mucho más interesante que el éxito en el cine», alabó a Pere Ponce («es un regalo para cualquier director») con quien ha trabajado en todas sus películas (incluso en alguna entrega de Cuéntame) excepto en La máquina de bailar (2006), y piropeó al actor valenciano Josep Manel Casany que hace «increíblemente bien» de muerto en El sustituto. «Le admiro mucho, le debo una. Además de la secuencia en la que aparece muerto, tenía otra en la que se veía cómo moría, pero la acabé eliminando. En lugar de enfadarse, me dijo que me iba a hacer el mejor muerto de la historia del cine».

Ricardo Gómez y Óscar Aibar en el rodaje de «El sustituto». Foto: Laia Lluch.

Óscar Aibar empezó a contar historias como guionista de cómics. Un bagaje que es posible identificar en sus films, al igual que su querencia por la cultura pop(ular). En El sustituto suenan Las Grecas, la hija del protagonista lleva una calcomanía de Naranjito, se ve a Manuel Summers en un programa de televisión, el personaje de Pere Ponce se llama Colombo, en el bar facha que aparece en la película se venera al futbolista Juanito y uno de los yonquis está interpretado por El Coleta.

«Mi pasado como guionista de cómic siempre está conmigo, me curtí así. Y tengo un amor incondicional hacia la cultura pulp, hacia la cultura popular. Cuando iba a los mercadillos de cómics me encantaban los libros sobre nazis pulp, con tías buenas, esvásticas, pistolas…me cautivaban, siempre los leía, eran malísimos. Todo ese mundo, y el de los espías, lo tengo en la cabeza de cuando hacía cómics. Y he intentado transmitirlo, de alguna manera, aunque limpiándolo un poco, en el cartel de El sustituto. El cartel es de Jordi Rins y le pedí que fuera de novela pulp de nazis. Toda mi generación de directores (Álex de la Iglesia, Santiago Segura, Pablo Berger…) nacimos en una España en la que ser director de cine era imposible. Era impensable, como ser astronauta. Y nos refugiamos en una manera más barata de contar historias que tenía mucho éxito entonces, que eran los cómics. Luego las cosas cambiaron e hicimos todos, muy jóvenes, nuestra primera película. Pero venimos de esa narrativa que es muy especial».