La duración de una película nunca puede hacer distinciones entre historias grandes y pequeñas. Las cuatro nominadas al Goya al Mejor Cortometraje Documental así lo confirman. Se mueven entre los quince minutos y la media hora. No necesitan más para interesar, para emocionar, para llenar la pantalla. Sus directores salen de detrás de la cámara:
Dajla: cine y olvido (Arturo Dueñas Herrero)
«Ya que no pueden ir al cine, el cine llega para ellos», se escucha en Dajla: cine y olvido, cortometraje de Arturo Dueñas Herrero que nos traslada a la localidad del título, uno de los campamentos de refugiados saharauis en Argelia. El cine que llega es del festival Fisahara. Un paréntesis en la vida rutinaria de sus habitantes. Y a la que el documental no es que nos acerque, es que nos introduce directamente. Arturo contesta nuestras preguntas.
¿Qué es Dajla: cine y olvido?
Es un intento de rescatar del olvido (aunque sea de forma temporal y aprovechando la celebración de un festival de cine, el Fisahara), un problema sin resolver desde hace 45 años y sobre el cual tenemos una responsabilidad directa: la situación de los refugiados saharauis, que tuvieron que huir de su tierra, tras el abandono de España y la ocupación de Marruecos, y establecerse en campamentos en un pedazo de desierto cedido por Argelia. Y queríamos hacerlo, al contrario de lo habitual en documentales de este tipo, sin plantearle al espectador una denuncia de forma directa, sino mostrándole la realidad y que saque sus propias conclusiones. Por eso nuestra apuesta estética fue un corto observacional, sin entrevistas, ni voz en off, ni intertítulos explicativos, ni material de archivo, ni dramatizaciones, sin foley ni música extradiegética (ni siquiera en los títulos de crédito), utilizando solo planos generales y medios para no condicionar tampoco su mirada… Que la historia fuera contada exclusivamente mediante la imagen y el sonido.
¿Cómo conseguiste ese tono tan inmersivo en la historia en la que parece que la cámara desaparece?
Creo que para ello es imprescindible que el equipo logre un grado muy alto de confianza con las personas a las que filma. El documental fue grabado en tres viajes de más de una semana de duración cada uno a los campamentos de refugiados saharauis en el plazo de año y medio, es decir, entre 25 y 30 días de convivencia y rodaje, prácticamente sin diferenciar una cosa de la otra. Tras el primer viaje, ya no éramos unos extraños ni mucho menos, ni en el seno de la familia, ni en el de la comunidad. Y tras ese primer viaje personalmente me impliqué mucho con la causa y decidí convertirme en padre de acogida de uno de los niños que aparecen en el corto, que, desde entonces, pasa los veranos con nosotros en Valladolid, dentro del programa Vacaciones en paz. Eso potenció todavía más la familiaridad del equipo con los refugiados. La cámara llegó a convertirse en invisible, es verdad, simplemente bastaba con colocarla, apretar el REC y dejarle registrar la vida que pasaba por delante. Así que reducir la cantidad ingente de horas de rodaje a 15 minutos nos llevó varios meses de trabajo en la mesa de edición, teniendo en cuenta, además, que también queríamos transmitir con el montaje el “tempo” de la vida en el desierto, mucho más pausado que el de las sociedades occidentales en general.
Figurante (Nacho Fernández)
Socorro Arenas tiene 61 años y un sueño: ser actor. La crisis de 2008 le llevó a la ruina, pero también a que apostara todo por su gran pasión. Figurante, dirigido por Nacho Fernández, nos cuenta su vida y la de muchos otros profesionales, necesarios para que existan las películas pero que nunca ven reconocido su trabajo. Socorro se siente protagonista de ese trocito de pantalla que ocupa «aunque luego salga difuminado me da igual». Hablamos con Nacho.
¿Qué es Figurante?
La idea era dar visibilidad a un colectivo que siempre pasa desapercibido, a través de una historia personal y emotiva, queríamos hacer un homenaje al cine enfocado en un figurante, Socorro, que quiere ser actor a toda costa, queríamos contar la historia de muchos de ellos a través de los ojos de nuestro protagonista.
El corto pone la mirada en los que nunca lo tienen.
Esa era la idea, mostrar lo que nunca se ve del cine, dar luz a una profesión sin la cual no se podría hacer ninguna producción, mostrar lo malo y lo bueno de una industria, pero siempre desde un punto de vista humano, es lo que nunca quisimos perder, que al final es una profesión y hay seres humanos detrás.
Mama (Pablo de la Chica)
Mama, de Pablo de la Chica, muestra lo inhumano que puede ser el ser humano. Pero al mismo tiempo es un canto a la vida. Es esa dualidad, llena de momentos muy duros, y otros más tiernos, la que atrapa al espectador. También la historia, por supuesto, y sobre todo cómo está narrada. Viajamos a uno de los lugares más violentos del planeta. Allí, Mama Zawadi y los bebés chimpancés que cuida, buscan redimirse y vivir en paz. De la Chica responde.
¿Qué es Mama?
Lo que como director más me interesaba contar, narrar y ver de la historia de Mama Zawadi era el proceso terapéutico que había entre una mujer que había sido agredida sexualmente en múltiples ocasiones, esclava sexual de un grupo rebelde, y unos chimpancés bebés que habían sido arrebatados de las manos de sus madres por cazadores furtivos y habían sufrido una agresión frontal violenta que se les había quedado grabada. Y como esos seres rotos, juntos, gracias al amor, al trabajo, al cuidado y los mimos, han podido a salir adelante. Era reducirlo a una palabra, el amor. O a la acción terapéutica del amor.
¿A qué dificultades cinematográficas, más allá de las existentes por la localización del lugar y su situación (ébola, guerrilla….), tuvistéis que hacer frente?
Teníamos un planteamiento de guión o escaleta documental que era bastante impredecible. Nosotros fuimos allí sabiendo Mama Zawadi que íbamos, pero corríamos el riesgo de que no quisiera contarnos su historia o de que se sintiera incómoda delante de las cámaras. Hicimos como un pacto con ella, empezábamos a rodar y cuando quisiera haríamos la entrevista larga donde contaría toda la oscuridad vivida. Eso no pasó hasta que llevábamos unos diez días. Pero si no hubiera querido o hubiera fallado la cámara… Hemos jugado una especie de límite en algunas cosas en el rodaje, en un entorno, además, bastante caótico y conflictivo. Con los chimpancés era imposible gestionar nada, no hay ninguna metodología, con los grandes no se puede porque son muy peligrosos, más que un león con hambre. Solo trabajamos con los bebés, que eran muy inteligentes. Un día nos dejamos un trípode apartado para hacer cámara en mano y se lo subieron a un árbol sin ningún tipo de dificultad. Un bebé chimpancé tiene más fuerza que un humano adulto y había que tener ese margen de cuidado. Intentamos no ser invasivos, no ser intrusos, si había que parar la grabación para, por ejemplo, jugar con ellos, se hacía. Era algo que estaba muy claro en el planteamiento de rodaje que tuve con Cesc Nogueras, director de fotografía, y Fernando Aliaga, sonidista, que no nos podían ver como intrusos porque se iba a notar en cámara. Hemos querido contar lo que hay. Haciendo un documental tienes que contar una historia que sea de verdad, ni ficcionar ni ser ambiguo.
Ulisses (Joan Bover)
La Ulisses del documental de Joan Bover es una orca. Capturada en Islandia, estuvo en un parque acuático de Tarragona, en el zoo de Barcelona, y finalmente fue trasladada a San Diego, en Estados Unidos. Allí permanece y allí viaja el que fuera su cuidador en la ciudad condal, Albert López, 25 años después. El cortometraje narra, de manera paralela el pasado y un presente con una carga emotiva profunda al que no le hacen falta palabras. De ello, charlamos con Bover.
¿Qué es Ulisses?
Es la historia de la orca que lleva el mismo nombre, y lo absurdo de la odisea que los humanos le hemos hecho sufrir. Se trata de una orca que nació en libertad en 1978 y con solo dos años de edad capturaron en aguas de Islanda. Desde entonces, ha estado en diversos parques aquáticos y zoológicos como el de Barcelona. La película reflexiona sobre la cautividad de los animales y sobretodo, pretende ser un espejo de como los seres humanos tratamos a los otros seres vivos, en éste caso un animal tan excepcional com Ulisses.
Se establece una relación muy interesante entre las imágenes de archivo y las más actuales, en las que Albert López, sin pronunciar ninguna palabra consigue transmitir muchas emociones y que avance la narración sin problema alguno. ¿Fue una decisión previa, de la sala de montaje…?
Las imágenes de archivo son la base de la historia, ya que sin ellas, el contraste con la actualidad y la nueva mentalidad de Albert López, el que fue el cuidador de Ulisses durante 10 años en el Zoo de Barcelona, no tendría la misma fuerza. La decisión de no poner voz en off ni entrevista en la actualidad, fue una decisión inicial y previa al rodaje, y muy meditada junto con el coguionista y el montador. No queríamos que la voz de Albert, que participó durante más de 30 años de la cautividad, sonara como un justificación, tampoco lo quería el propio Albert. Por lo tanto, optamos para dejar hablar a las imágenes y que el espectador llegue a la emoción que queremos transmitir a través de la mirada de Albert y, precisamente, de su silencio.