Fotos: Eva M. Rosúa.

Fotos: Eva M. Rosúa.

Prosiguen nuestras reflexiones con invitados sobre algunos de los lugares más significativos de Valencia. Si con anterioridad hicimos parada en la Fuente de la Pantera Rosa y en el edificio de Correos, hoy le toca el turno a los Jardines de Viveros.

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Es, posiblemente, el jardín más emblemático de la ciudad y el que los ciudadanos más asocian a su memoria. También conocido como Jardines del Real, por compartir emplazamiento con el desaparecido Palacio del Real. Fue a principios del siglo XX cuando pasaron a formar parte de la administración pública y el Ayuntamiento los acondicionó como viveros.

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Sin embargo, su protagonismo urbano no está exclusivamente ligado al factor verde. El extinto zoo, las zonas acondicionadas para juego infantil, el Museo de Ciencias Naturales, la explanada, la Feria del Libro, las fiestas solidarias que lo escogen como lugar de celebración, las numerosas esculturas que lo pueblan, … lo han convertido (especialmente los días festivos) en un activo importante de la vida de la ciudad.

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Es el jardín que siempre ha estado allí. Para bien o para mal, como tantas cosas en esta ciudad, no se ha realizado ningún plan para su mayor integración en la misma. ¿Una manera de salvaguardarlo del estrés urbano y conservarlo como un oasis calmo? ¿O una muestra más de la dejadez e ignorancia municipal? Cedemos la palabra al escritor Alberto Torres Blandina, al profesor universitario Josep Vicent Boira, a la docente y diseñadora Isbel Messeguer y al promotor musical José Gimeno, para que sean ellos los que reflexionen sobre el pasado, presente y futuro de Viveros y encuentren respuesta a nuestros interrogantes.


ALBERTO TORRES BLANDINA

Torres Blandina

Alberto Torres Blandina es escritor. Con «Niños rociando gato con gasolina» (Siruela, 2009) nos cautivó gracias a su músculo narrativo y una envidiable capacidad para encontrar historias latentes, pero olvidadas, que merecían ser contadas y recreadas. «Cosas que nunca ocurrirían en Tokio» (Belacqua, 2009), «Mapa desplegable del laberinto» (Siruela, 2011) y la novela infantil «El aprendiz de héroe» (Edelvives, 2009) completan su obra escrita. Además, forma parte del colectivo literario Hotel Postmoderno que «defiende la escritura colectiva, la experimentación y la contaminación con las nuevas tecnologías», y del grupo musical Niñamala.

¿Qué opinión tienes de los Jardines de Viveros?
Me encanta Viveros. No me suelen gustar los jardines de tipo francés: domesticados, llenos de setos, estatuas, fuentes, hechos para pasear o sentarte en un banco, pero por suerte la parte norte de Viveros es más bien de tipo inglés, con mucho césped y espacios más abiertos. Es esa parte la que más me gusta.

¿Guardas algún tipo de recuerdo relacionado con ellos?
Vivo muy cerca y es raro el día que no voy a Viveros. De hecho elegí mi casa porque está al lado del parque y del río. Me moriría de claustrofobia en la ciudad sin un espacio verde al lado. En otoño suelo ir a leer a la rosaleda porque desde allí se ve el atardecer. Otros días salgo a pasear, a correr o simplemente a tumbarme en la hierba. Forma parte de mi día a día. Y me encanta que así sea. Sobre todo me encanta el otoño. Los colores de los árboles son geniales y los cielos espectaculares.

¿Qué importancia crees que tienen en la ciudad?
Los espacios verdes son necesarios para la ciudad. En los países orientales (China, Sudeste asiático o Japón, por ejemplo) los parques están llenos de gente y de vida. Puedes pasar un día entero en un parque de Pekín haciendo cosas distintas con diferentes grupos a los que se puede unir quien quiera: taichi, deporte, meditación, bailes, karaoke, pesas, kung-fu… Es divertidísimo. Alguien lleva música y la gente se va emparejando para bailar tangos, vals, samba… Alguien comienza a hacer yoga y quienes quieren lo siguen. Alguien lleva una partitura y la gente aparece con sus instrumentos y atriles para tocar juntos. A veces ni se conocen, simplemente se juntan para compartir una afición. Es genial. Ese concepto del parque como lugar de reunión y ocio no existe en Europa, aunque empieza a imponerse. Cada vez hay más cosas en las zonas verdes de Valencia: timbales, acróbatas, grupos de meditación, corredores… Eso me gusta.

Si tuvieras que escribir una novela que se desarrollara (toda o parte) allí, ¿qué tipo de historia sería?
Ya lo hice. En mi novela «Mapa desplegable del laberinto» (Siruela), el protagonista vive en la calle Alboraya y suele pasear por Viveros. En otra novela aún no publicada el protagonista siempre lee en el mismo banco del parque, donde suele coincidir con una chica que también lee dos bancos más allá. Ambos interpretan los gestos del otro buscando algún tipo de acercamiento, alguna excusa para hablarse. En sus cabezas pasan mil cosas pero en la realidad solo hay dos personas leyendo, apenas mirándose a causa de la vergüenza.


 JOSEP VICENT BOIRA

Josep Vicent Boira

Josep Vicent Boira es Profesor de Geografía Urbana. Estudia el espacio urbano, desde el siglo XVI hasta la actualidad y le interesa «la cartografía histórica, la actual y las futuras formas de plasmación de la información geográfica». Entre sus proyectos más inmediatos se encuentran trabajar como delegado del rector para la comunicación y la coordinación informativa (Universitat de València) y como director de la Cátedra Valencia Ciudad, en diversos proyectos de reflexión y análisis de dinámicas urbanas en Valencia. Es autor, además, de diversos libros en los que el espacio urbano valenciano es el protagonista.

¿Qué opinión tienes de los Jardines de Viveros?
Es el gran jardín nostálgico de la ciudad…, un poco decadente en sus funciones, correcto en su aspecto, pero avejentado funcionalmente, narrativa y estéticamente, demasiado alejado de los dinámicos espacios de acción de Valencia, incluso de los espacios del deporte urbano local, concentrados ahora en el cercano cauce. Para mí, en 2014, los Viveros es un espacio fallido: contenedor de conciertos, patos, museos, cisnes, ferias, debates, bodas, parterres, paseos… Y por ello un espacio sin una estrategia clara. En los Viveros hay un poco de todo: hasta piezas arqueológicas dispersas sin que nadie sepa qué son y cómo llegaron a ese lugar. Por otra parte, los Viveros no me caen del todo bien: son un jardín cercano a alguno de los barrios más ricos de Valencia cuyos habitantes lo usan como trasfondo visual desde amplios balcones de amplios pisos y no como elemento protagonista de su vida. No lo necesitan. Los Viveros deberían estar en medio del Cabanyal-Canyamelar, en medio de la Fuensanta, de Mislata, de Patraix, de algunos de los barrios más densos, poblados y mal dotados de Valencia.

¿Guardas algún tipo de recuerdo relacionado con ellos?
Sí, varios. Flashes determinados, fragmentos de imágenes infantiles: la estatua del pato Donald, el parque de tráfico (que de pequeño recorría sin coche, forzando mi imaginación al límite), los cisnes del estanque, las pérgolas donde beber Mirindas… De mayor, la Feria del Libro y sobre todo, la excavación de los cimientos del Palau Reial, donde los arqueólogos de Valencia iban extrayendo, piedra a piedra, el pasado de nuestra ciudad.

¿Qué importancia crees que tienen en la ciudad?
Hoy, en una escala de 0 a 10, un 4 ó un 5. Yo, de hecho, no lo recomendaría especialmente a ningún turista… ¿Qué podrían hacer, ver o experimentar, además de descansar a la sombra de un árbol? Es mucho mejor el Parterre, por ejemplo, con una de las mejores estatuas urbanas de Valencia: el delicioso Neptuno del genovés Ponzanelli (que debería ser símbolo de la ciudad de Valencia, por su carácter marítimo). ¡Eso sí es un jardín urbano! Pero que no sea relevante hoy, no quiere decir que no pueda tener un buen futuro. Pero para obtener un 9 ó un 10 en el ranking de importancia, Viveros debería ser sometido a una reestructuración absoluta de su narrativa y de su papel en la nueva imagen de la ciudad. Ser conexión entre el Museo de Bellas Artes, las ruinas del Palau Reial, la Alameda y el jardín del río.

Si tuvieras absoluta libertad para ello, ¿qué cambiarías y qué añadirías a Viveros?
Antes que nada, cambiaría su nombre y después narraría su historia. Deberíamos cambiar su nombre: Jardines de Viveros es una denominación botánica, funcional, descriptiva. Su auténtico nombre debería ser Jardins del Palau Reial, porque era el espacio a disposición de reyes y de virreyes para su disfrute y donde animales salvajes, fuentes, huertas, canales y acequias conformaban un espacio mágico para bailes, saraos, recepciones y muestras de poderío militar y civil. Haría de ellos el gran jardín arqueológico de Valencia… Como en Roma, integraría vegetación, historia y nuevas propuestas artísticas de vanguardia. Diferenciaría el jardín en tres zonas clarísimas: el área adyacente al Museo de Bellas Artes de Sant Pius V sería la continuación, al aire libre, del mismo: abriría conexiones, eliminaría vallas, llevaría alguna exposición al abierto, con terrazas para disfrute de los visitantes, reproducciones gigantes de piezas notables del museo para los niños, un buen jardín arqueológico ordenado de las piezas recogidas durante la historia, enormes proyecciones virtuales de la colección del museo en su pared lateral… En la zona contigua, paralela al río y hasta la calle General Elío (a la que deberíamos cambiar su nombre que homenajea a un absolutista recalcitrante que nos hubiera fusilado a todos de haber vivido en 1814), diseñaría una gran excavación arqueológica, donde hoy se halla una primera y limitada excavación, no por culpa de los arqueólogos que la acometieron, todo sea dicho, para mostrar a los valencianos y a los turistas, el gran complejo del Palau Reial, desde el foso, a las bases de sus fortificaciones, torres y puertas, permitiendo que los visitantes entraran por ellas a lo que fueron los dos patios de armas del edificio. Con un diseño cuidado de paisajismo vegetal, integraría ruinas, árboles y paseos peatonales narrando la historia de Valencia desde los árabes (ya en esa época, esta zona fue espacio de recreo de sus gobernares), hasta el siglo XIX, cuando el Palau fue derribado por razones oscuras. En este ámbito, implementaría de inmediato las propuestas del artista Juan Garaizabal (Madrid, 1971): la reconstrucción con tubos y luces de edificios desaparecidos, como la desaparecida iglesia de Bohemia, en Berlín. En este caso, se levantaría de nuevo el perfil del Palau, con algunos de sus edificios y así volverían a protagonizar el paisaje de la zona. Reconstrucciones virtuales y nuevas tecnologías en telefonía móvil permitirían reproducir la considerable altura del palacio y su impacto en el skyline de la ciudad. La tercera área sería la interior, la que, perdida su conexión con el frente del cauce, se refugiaría en un espacio tranquilo, amable y apto para la lentitud y la lectura (con wifi gratis, por supuesto). En él, situaría la Casa del Llibre, centro municipal de divulgación del libro, lectura (una biblioteca de vanguardia), y debate, ligada a la vocación de la zona como sede de la Fira del llibre. Proceso, pues, de modernización funcional, narrativa y morfológica para uno de los espacios más nostálgicos de Valencia.


ISBEL MESSEGUER

Foto: Rafa Tanaka.

Foto: Rafa Tanaka.

Isbel Messeguer es profesora de la EASD (Escola d’Art i Superior de Disseny de València). Fue una de las integrantes del grupo artístico que se desarrolló en torno a El Purgatori. Creación y docencia, arte y moda, innovación y modernidad, han caminado siempre de su mano. En la última Valencia Fashion Week se encargó de la dirección del Proyecta VFW (la pasarela donde los jóvenes estudiantes de diseño muestran sus creaciones) y de una exposición sobre la técnica moulage (o «corte a ojo») realizada por los alumnos de la escuela.

¿Qué opinión tienes de los Jardines de Viveros?
Me parece que los Jardines de Viveros son unos jardines vivos, la gente que va del río hacia la hípica o de la calle Sagunto hacia Blasco Ibañez los pasea disfrutándolos como Hyde Park.

¿Guardas algún tipo de recuerdo relacionado con ellos?
Claro! Parte de la EASD, en dónde trabajo está en Genaro Lahuerta. Los hemos utilizado para sesiones fotográficas en direcciones de arte de moda. Almorzaba muchos días en el kiosco, al que iba con los del fum fum. Los conciertos de la Feria de Julio.Una vez de estudiante los bordeé y tras de la valla me sorprendió un exhibicionista tipo, con gabardina y pajarito, ji ji ji. Últimamente he vuelto a la Feria del Libro allí.

¿Qué importancia crees que tienen en la ciudad?
En Valencia no hay muchos jardines y menos de su tamaño, el verde escasea y los de Viveros son preciosos, me parece deliciosa la zona de las rosas. Es gratis pasear por ellos y muy sano.

Si tuvieras que realizar una colección de moda inspirada en Viveros, ¿cómo sería?
Muy sport chic, una revisión divertida del chandal para ir incluso a bailar. Con mucho verde y azul y con decoración de rayas paralelas blancas muy Adidas.


JOSÉ GIMENO

jose Gimeno
José Gimeno es uno de los promotores musicales más infatigables de esta ciudad. Son muchos los años que lleva luchando desde Play Producciones para que no decaiga la actividad concertística en Valencia. A ello, suman su labor como sello discográfico (Play It Again Records); como organizadores del «Taller Musical 360º», dedicado a la formación profesional en todos los ámbitos de la música; o como oficina de management con la representación en exclusiva de los grupos Arcana Has Soul, Luna y Panorama de los Insectos y Stephanie Cadel et la Caravane.

¿Qué opinión tienes de los Jardines de Viveros?

Los jardines empezaron a funcionar como viveros en 1560, probablemente antes. Tienen una antigüedad de casi 500 años, su actual configuración como jardín data de 1814. Los jardines son pulmón central de Valencia, conectados con el el cauce del río Turía. Mi opinión como zona verde y por su ubicación es excelente, otra cosa es, que todavía no se haya resuelto su integración en la ciudad, los accesos en general no son buenos, es complicado llegar y salir de ellos hacia la ciudad. Con esto no quiero decir que se convierta en una zona peatonal, pero sí que se diseñen vías verdes y peatonales que accedan a las diferentes zonas que lo rodean, que están en el centro de Valencia.

¿Guardas algún tipo de recuerdo relacionado con ellos?
Sí, tuve la suerte de vivir a un centenar de metros de los jardines, era paso habitual para ir andando al centro, o hacer paseos en bici. He utilizado el kiosko del parterre para reuniones o quedadas con amigos, se podría decir que los conozco bien. Durante un breve periodo de tiempo se llegó a abrir al público una puerta de acceso al museo Pio V, una zona mucho más amable para esperar grupos o visitas que la entrada «principal». Los he visitado en múltiples ocasiones, sobre todo en la Feria del Libro.

¿Qué importancia crees que tienen en la ciudad?
Creo que para la ciudad y sus ciudadanos tienen una importancia relativa, entre semana no están muy transitados o visitados, su «disfrute» se concentra los fines de semana y sobre todo los domingos por la mañana. Su diseño (1814) es para pasear, pero no para ir en bici o hacer footing, en su interior se han ido insertando diferentes instalaciones que poco tiene que ver con un jardín o una zona verde, durante el tiempo que los frecuenté vi a pocos turistas paseando. ¿Falta de información? ¿Difícil acceso?. Pienso que están infrautilizados.

Si te dejaran sus instalaciones para montar un evento musical, ¿cómo sería? ¿Qué zona o zonas utilizarías?
Creo que solo hay una zona, la de acceso por la puerta principal, donde se realizan la mayoría de actividades musicales. Conozco el espacio ya que he participado en varias producciones musicales, y tengo que decir que no está muy bien adaptado, se pueden mejorar muchas cosas. Por ejemplo, algo tan básico como el suelo, actualmente es de tierra lo que supone el inconveniente del polvo, se podría plantar grama, que mantiene el suelo más firme y húmedo de manera natural, requiriendo poco mantenimiento. Sobre su utilización para eventos creo no hay una política clara, pero el sitio bien diseñado y con las instalaciones adecuadas es un espacio magnífico para realizar todo tipo de actividades culturales al aire libre.