“¡Uy, aquí huele a pintura! ”, dicen mis amigos cuando entran en mi casa. Bueno, corrijo, a mi estudio de pintura, que realmente es donde vivo, porque siempre digo que yo no tengo el estudio en mi casa, si no la casa en mi estudio.

Me llamo Gloria Ortega, soy artista y vivo en València. Algún día, dependiendo de cómo me guíe el viento, tengo la intención de mudar mi espacio de trabajo y explorar otras ciudades, ya sabes, adentrarme en nuevas aventuras, coger inspiración y esas cosas que necesitamos los artistas.

Desde pequeña he tenido muy claro a qué me quería dedicar, nací con un pincel entre los dedos. Y es verdad, sin él me pongo de mal humor, como si me faltara algo. A los doce años entré en una academia de dibujo, donde di mis primeros pasos en la pintura al óleo, porque a mi madre una profesora le dijo que “tenía madera de artista”. Desde ahí, el olor a aguarrás es parte de mí, o eso dicen.

Por todo esto, decidí estudiar Bellas Artes en la Universidad Politécnica de València, donde tuve la posibilidad de explorar varias disciplinas. A pesar de que destacaba en la asignatura de pintura, a mitad de carrera, tuve un bloqueo con esta técnica y dejé a un lado el olor a aguarrás para dedicarme al dibujo y al diseño gráfico. Tras graduarme en Bellas Artes en 2016, con especialización en dibujo, decidí cursar el Máster de Diseño e Ilustración, en la misma universidad, donde amplié mis conocimientos en el ámbito del diseño; y a día de hoy, creo que fue un paso importante para el desarrollo de lo que hoy es mi lenguaje pictórico. Fue un año brutal, que cambió radicalmente el rumbo de mi vida en todos los aspectos y me lanzó al mundo laboral. Dos años después, hice un viaje a Colombia, que también supuso un capítulo importante para mí, me impulsó a tomar una decisión en mi futuro profesional. Allí, lejos de mi rutina diaria y con nuevos estímulos a mi alrededor, entendí muchas cosas de mi misma que tenía olvidadas, como el amor hacia la pintura. Y decidí retomarla. Fue entonces, como el olor a aguarrás volvió otra vez a mí.

Me siento agradecida por todo el aprendizaje adquirido a lo largo de todos estos años, ahora trato de salir adelante en esta profesión, que no es nada fácil; mientras tanto, intento disfrutar del proceso.

Mi estudio es pequeño pero acogedor y hay cosas que no faltan entre sus cuatro paredes, sin contar los materiales de pintura: mi gata Gala, que me acompaña desde hace diez años y ha sido testigo de todos los cambios producidos en mi vida; la música durante todo el día que va variando dependiendo del proceso creativo o el estado de ánimo en el que me encuentre; el café en mis típicas tazas de colores, como si de un cuadro mío las sacase; una copa de vino tinto que siempre ayuda a la inspiración; mis libros de arte y diseño; la pizza del italiano los viernes por la noche; una buena película al terminar la jornada; los llantos y la desesperación, la euforia y la alegría; y desde que volví hace una semana de EE.UU, creo que voy a empezar a añadir un whisky con hielo.

En fin, creo que todo esto resume quien soy.

Una canción:

Voy a nombrar tres que tengo presentes.

«Blue Moon», de Billie Holiday, le tengo especial cariño a esta canción, sonaba en bucle los primeros meses cuando me mudé a mi estudio en Ruzafa hace un año.

«Acid», de Ray Barretto, estos ritmos jazzísticos homenajean mi viaje a Puerto Rico; acabo de volver y creo que mi mente aún sigue allí.

Y ahora mismo suena, «Riders on the Storm», The Doors.

Una película:

Difícil para mí nombrar solo una, me encanta el cine y podría hacer una lista inmensa, pero voy a intentar ceñirme a un resumen.

À bout de souffle, de Jean-Luc Godard, con esta película empieza mi amor por el cine francés y sobre todo a la Nouvelle Vague. Además, Godard es uno de mis directores preferidos y es parte de mi inspiración diaria, podría nombrar todas sus películas aquí.

In the mood for love, de Wong Kar-Wai, me atrapó desde el comienzo por su fotografía y el manejo de la luz, es realmente bellísima. Su banda sonora es igual de cautivadora, destaco una canción llamada «Yumeji», de Shigero Umebayashi, y esta sí que la he puesto en bucle.

Películas que siempre están en mi memoria como Paris, Texas, de Wim Wenders; Annie Hall, de Woody Allen; Todo sobre mi madre, de Pedro Almodovar; Les 400 coups, de François Truffaut; The dreamers, de Bernardo Bertolucci; Pulp Fiction, de Quentin Tarantino. Y ya me callo, pero seguiría…

Y un documental que vi hace poco en el cine y me dejó marcada: Fire of Love, de Sara Dosa.

Un montaje escénico:

Hace unos meses leí un libro sobre la historia de la diseñadora Coco Chanel, donde nombran Le Train Bleu, ballet estrenado en 1924 en París. Me enamoré inmediatamente de la escenografía diseñada por el escultor Henri Laurens recreando una playa cubista, el vestuario por Coco y el telón una ampliación inspirada en la obra: Dos mujeres corriendo por la Playa, de Picasso. Hermoso.

Y como me encanta la danza y la historia del arte, aquí dejo otro: El Ballet Triádico de la Bauhaus (Dass Triadisches Ballett), una creación de Oskar Schelmmer.

Y alguno más que irradian pura poesía, Farruca con Joaquín Cortés (Flamenco de Carlos Saura, 1995); y Martinete con Mario Maya (Flamenco de Carlos Saura, 1995).

¡Soy indecisa para elegir solo uno!

Una exposición:

Anni & Josef Albers. El arte y la vida, en el IVAM, creo que fui como tres veces.

Play with Design, en el CCCC Centre del Carme. Sala Carlos Pérez. Fui varias veces también.

Blank, Irma Blank, en Bombas Gens Centre d’Art. Una pasada, me compré el libro al salir de la expo, lo suelo hojear a menudo.

Un libro:

Estoy leyendo Brooklyn Follies, de Paul Auster, y me tiene súper enganchada.

Una serie:

Tengo que confesar que no veo muchas series, pero esta me pareció buenísima: Better Call Saul.

Un podcast:

La mejor para contar historias es Diana Uribe, aprendo mucho con ella, la suelo escuchar las noches que veo que el insomnio asoma la cabeza.

¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato?

Camila Falquez y ojalá se cumpla algún día. Tremenda fotógrafa.

Una comida:

Todo lo que lleve picante. Y la pasta italiana. Bueno, y como mi mente todavía sigue en Puerto Rico, quiero nombrar los patacones y el mofongo de yuca o plátano. ¡Ay, qué rico!

Un bar de València:

Sin duda, Tora Taberna Japonesa, en Ruzafa. ¡Siempre que tengo la oportunidad estoy allí!

Una calle de València:

Tengo muchos recuerdos en diferentes partes de esta ciudad, me encanta pasear durante horas y redescubrir calles nuevas. València no deja de sorprenderme. Pero esta vez creo que me voy a quedar con Calle Baja, allí está Sebastian Melmoth, donde hice mi primera exposición individual, que además, sigue expuesta y aun se puede visitar; y también, en la misma calle está Jimmy Glass Jazz. Arte y música, ¿qué más puedo pedir?

Un lugar de València que ya no exista:

Pepita Lumier, galería de arte contemporáneo especializada en dibujo, ilustración y cómic. Tengo buenos momentos ahí de mi época universitaria; recuerdo ir en varias ocasiones ¡lo pasábamos genial!, además hicimos una exposición grupal con el Máster de Diseño e Ilustración de la UPV, ahí vendí una tote bag con un diseño mío estampado en serigrafía. Me hizo mucha ilusión. Fue duro encontrarla cerrada.

¿Con quién te tomarías un vermut?

Con mi profesora de francés, Alexandra, el curso es online y ya llevo varios años con ella, pero todavía no nos conocemos en persona, hemos hecho amistad y la verdad que nos lo pasamos súper bien en las clases.