Me llamo Marta Pina. No soy muy amiga de hablar de mi misma, por lo que el inicio de este vermú me cuesta un poco…
Acumulo libros viejos, revistas recortadas y montones de fotografías de las que me encanta inventarme un pasado ficticio y que utilizo para realizar mis collages. Colecciono los restos del esmalte de los azulejos pintados que se deterioran por el tiempo, fotografías de carné de personas desconocidas (estas no las recorto) y me deshago de más papeles nuevos que viejos.
Profesionalmente tengo varios frentes abiertos. Soy ilustradora, labor que suelo desarrollar mediante el collage, pero no puedo dejar de lado las horas de taller, de mancharme las manos de tinta y experimentar con los procesos de impresión. Esto me condujo a comprar un pequeño taller tipográfico al que finalmente le puse el nombre de Industrias Lentas.
Soy docente, algo que ocupa la mayor parte de mi tiempo ahora mismo y que me encanta. Aprendo día a día, disfruto con los alumnos y sobre todo, he aprendido el significado del compañerismo, ya que tengo la suerte de trabajar con gente increíble.
Una canción: Cada época en mi vida ha estado marcada por discos y autores diferentes. Se me pone la piel de gallina con Nick Cave, que además asocio automáticamente a mi hija (solíamos escucharlo repetidamente para dormirla). Muero de rabia sabiendo que nunca veré en directo a Astrud y escucho hasta el infinito a Hidrogenesse y Lorena Álvarez.
Una película: He de reconocer que siempre me han encantado las películas de catástrofes naturales. Esas que ponían en la tele y que veía mientras echaba la siesta. No hace falta seguirles mucho el hilo porque siempre pasa lo mismo. Ninguna de estas pelis están en mi lista de favoritas, pero merecían una mención especial… Por otro lado, tengo películas fetiche, que me han gustado desde siempre y que no dudé en ir a ver en pantalla grande cuando tuve la oportunidad, como La princesa prometida o The Rocky Horror Picture Show.
Un montaje escénico: Hace ya bastantes años fui a ver El alma se serena, de la Companyia Hongaresa de Teatre. En ese momento estaba ilustrando esa obra de teatro para Media Vaca y me sorprendió mucho cuando se abrió el armario. Era casi como me lo había imaginado. Creo que es de las pocas obras que he leído antes de ir a ver, así que desde el principio estuve esperando ese momento y se me quedó grabado como algo maravilloso.
Una exposición: En un viaje a París, recuerdo varias exposiciones que me encantaron. Antes de visitar el Louvre o la Torre Eiffel, fuimos al Musée Dupuytren (por desgracia cerrado actualmente). Tuvimos que preguntar mucho para encontrar el sitio, que estaba en la Facultad de Medicina y ni los alumnos sabían de su existencia. Solo la entrada, por un cuarto que servía de archivo, me pareció increíble. Entrar en la sala produce una mezcla de horror y fascinación, y de repente te encuentras rodeada de herramientas quirúrgicas y botes de formol con muestras de todo tipo. No es una exposición al uso, pero me impactó muchísimo.
Otra exposición mucho más amable, pero igual de fascinante fue la Dialogues, de Mat Collishaw, en el Jardín Botánico de Madrid. En las últimas salas, oscuras y silenciosas, podías rodear unas esculturas, impresas en 3D con todo tipo de detalles en las que las figuras parecían repetirse con ligeros cambios. De repente se apagan todas las luces y el zootropo gigante se pone a girar, pudiendo ver cómo las figuras estáticas se transforman en una secuencia en movimiento. Esperé pacientemente a que volviesen a apagarse las luces varias veces para disfrutar de ese momento casi mágico.
Un libro: Ufff, esta respuesta es de las más difíciles para mí… Desde la adolescencia soy lectora compulsiva. Recuerdo pasarme más de una hora subida a una escalera, inspeccionando la biblioteca de mis padres en busca de un título que me atrajese y a veces me paseaba por la casa, abrazada a un libro, preguntándole a mi madre cómo me había dejado vivir sin haber leído ese libro antes (sí, a veces soy un poco dramática…) De esa época recuerdo varios de Tom Sharpe, en especial Wilt. Me bebo /leo cualquier cosa escrita por Paul Auster, Patricia Highsmith o Pilar Pedraza. Del último año destacaría Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez y Al final siempre ganan los monstruos, de Juarma.
Una serie: La primera serie que me atrapó y que se convirtió en mi serie favorita fue A dos metros bajo tierra. Este verano hice un amago de volver a verla y tuve que parar. No se si ha envejecido mal (hace más de quince años que la vi por primera vez), pero preferí recordarla con la impresión que tuve al verla por primera vez.
Series que haya podido ver más recientemente destacaría I love Dick, con la que me reí bastante, y El cuento de la criada, que me tenía enamorada con la fotografía, además de ser una trama muy potente.
¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato? No soy yo mucho de tener retratos míos en casa, pero tengo un par de dibujos en los que salgo con mi hija en brazos que me hizo Carlos Maiques y a los que les tengo mucho cariño. Durante un tiempo, fui “modelo” involuntaria de muchos de los cuadros de Sergio Luna. Por proximidad, supongo, tirábamos muchos carretes de fotos en los que salgo mirando al cielo, al suelo o haciéndome la dormida. Sergio revisaba infinitamente todas estas fotos (que ahora están guardadas en una caja) y las utilizaba para su trabajo. En mi casa hay uno de estos cuadros, y el resto estarán guardados en el almacén de algún ayuntamiento.
Una comida: El queso frito con tomate y pimientos que hace mi madre. Es una comida típica de mi pueblo, Yecla. Mi familia dice que cuando una comida me gusta, canto mientras como, y es cierto que cada vez que como el queso frito, me pillo a mi misma tarareando.
Un bar de València: El antiguo Torito. Lugar de reunión con amigos en contadas ocasiones y donde incluso organizamos un par de exposiciones con el colectivo La Tejedora.
Una calle de València: Soy lo peor para acordarme del nombre de las calles. Después de más de 20 años viviendo en València, no me sé casi ninguna. Así que me suele costar llegar a los sitios…Una de las cosas que más me gustan de València son los jardines. Empezando por el río y acabando por los Jardines de Montorte, pasearía alegremente por cualquiera de ellos.
Un lugar de València que ya no exista: El Rastro de València en su antigua ubicación. Soy fan de los rastros. Me lo llevaría todo a casa. Cuando viajo intento ir a los rastros de otras ciudades, pero el antiguo Rastro de València era mi favorito. Supongo que será porque ya tenía controlados todos los puestos y qué solía tener cada uno. Solía ir a primerísima hora para llevarme los mejores tesoros, aunque ir a última hora, cuando ya estaban recogiendo los puestos también era cosa interesante, ya que recogía mucho de lo que dejaban tirado por el suelo. La mayoría de estos trastos los sigo guardando, porque para algo servirán…
¿Con quién te tomarías un vermut? Con Max Ernst. Un vermut hojeando el libro Una semana de bondad y hablando de la procedencia de imágenes y lo divertido de descontextualizarlas. Ya que estamos, entre sorbitos de vermut, aprovecharíamos para seguir recortando y haríamos algunos collages a cuatro manos. Como esto va a ser imposible, pues me los tomaré con quienes me los suelo tomar habitualmente.