Myriam Imedio. Foto: Sara Andrés.

Me llamo Myriam Imedio y mi vida son las letras. «Si es lo que quieres», ahí tenéis lo que contestaron mis padres cuando les dije que quería estudiar Periodismo. Unas caritas de resignación… Cero aplausos y cero intentos de hacerme cambiar de idea. No hubiera servido para nada. A los siete años les pedí una máquina de escribir y en ese momento empezó todo. Me faltará vida para agradecerles el regalo porque frente a una máquina de escribir descubrí el significado de la palabra felicidad. Hay tormentas que se intuyen, hay capítulos que se ven venir.

 Ha llovido mucho desde que acabé la carrera, me he mojado bastante, no soy de llevar paraguas. He trabajado en redacciones de periódicos y en gabinetes de prensa. Y un día hice las maletas y me fui vivir a Malta, donde trabajé como Assistant Manager en proyectos culturales para la Unión Europea. Ahora imparto talleres de prensa en IES de Valencia.

A lo largo del camino he conocido a personas interesantes, interesadas, ambiciosas, encantadoras, también desesperadas. De cada una de ellas he aprendido algo que guardo en un cajón que no paro de abrir.

Escribir, lo que siempre he querido. Las letras me alcanzaron y me dejé conquistar. Me gusta bailar al ritmo que ellas me marcan. Así son las vocaciones; te hacen volar, dan pulso, te asaltan cuando no levantas un palmo del suelo. Si luchas contra una pasión, pierdes. También observo. Escucho conversaciones ajenas que me hacen reír a carcajadas, y otras que me rompen por dentro hasta mojar las calles. Respiro. Vivo. Me mezclo con desconocidos para conocerme mejor. Guardo notas en mis bolsillos. Ando, ando mucho para descubrir lo que hay al otro lado. Y leo, de todo; tonterías meditadas, sermones de saldo y frases célebres que debería tatuarme en la frente. Vuelvo a mirar alrededor en silencio, me muerdo el labio (que no la lengua), mareo un bolígrafo entre mis dedos. Y justo después de hacer todo eso, me siento… y escribo.

Así escribí mis dos novelas: El Séptimo punto de Selleck y La esperada Lluvia. La primera la autopubliqué en Amazon, con la segunda he ganado el Premio Internacional de Narrativa Marta de Mont Marçal 2019, Roca Editorial publicó la novela hace unos días. Y ahora viene el autobombo: el próximo viernes 25 de octubre será la presentación en la librería Soriano. ¡Os espero!

 

Un disco: Duets de Frank Sinatra, y cualquiera de Ludovico Einaudi. Me fascina Ludovico, fui a su concierto en Madrid y luego lo vi en Valencia, en El Palau de les Arts. Increíble. Crea una atmósfera única, singular y envolvente de la que no quieres salir. Para mí es un genio. Entrad en Youtube y buscad: “Ludovico Einaudi – Divenire – Live Royal Albert Hall London”. El vídeo tiene casi 24 millones de visualizaciones, medio millón son mías. Así, sin exagerar.

Una película: The Goonies, E.T. y saga Jurassic, siempre (sí, soy la típica friki que tiene merchandising de estas películas). Tampoco me canso de ver Cadena Perpetua, La Milla Verde, Despertares, Seven, El silencio de los corderos, Yo soy Sam (qué peliculón), En busca de la felicidad… Me las sé de memoria, pero si las hacen en la tele ahí estoy clavada.

Un montaje escénico: Alegría de Cirque du Soleil.

Un libro: Intentaré ser más breve que con las películas. El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Los renglones torcidos de Dios de Torcuato Luca de Tena. El Alquimista de Coelho. Una habitación propia de Virginia Woolf. Ah y Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer de Foster Wallace… me reí muchísimo.

Una serie de tv: Twin Peaks y House. Ahora estoy esperando como agua de mayo que hagan la 4ª temporada de El cuento de la criada; qué serie más dura pero qué vicio, Elisabeth Moss traspasa la pantalla. Por mi culpa media docena de personas se han convertido en fanáticos de la serie.
El otro día fui a la Oficina de Correos y el chico que me atendió vio que llevaba una tote bag de Juego de Tronos y me preguntó: “¿Te gustó el final?”. Le miré y le dije: «Mira, comparado con el final de Lost cualquier final me parece aceptable». Pero ¿cómo una serie tan genial como Perdidos tiene ese desenlace? Lo de Lost es una espinita que tengo ahí…

Una serie de dibujos de tv: Sailor Moon, Los fruitis, Los trotamúsicos, Vickie el Vikingo, David el Gnomo. Madre mía, nombro estas series y me sale una sonrisa. Bendita infancia. Eso sí eran dibujos chulos y no lo de ahora.

Una revista: Muy Interesante, Jot Down y Año Cero. Esta última la compraba ya muy jovencita… Mi familia me miraba raro, pero me encantan los temas que tratan. Sí, soy adicta a Cuarto Milenio.



Un icono sexual: Richard Gere, desde que vi Oficial y caballero con 14 o 15 años… Si mi amiga Pepa lee esta entrevista asentirá y se reirá. Siempre que hacen la película me manda un WhatsApp. Y un icono sexual femenino diría Sophia Loren, qué bellezón y qué elegancia.



Una comida: La paella, cualquier tipo de pasta y el guacamole. Confieso que no me gusta nada cocinar y me gusta mucho comer.

Un bar de Valencia: Semilla negra, en Juan Llorens. No sé las horas que habré pasado con mis amigas en la terraza de Semilla. Ahí he reído, he llorado, he brindado… En fin, una vida en esa terraza.

Una calle de Valencia: La Calle de los Cambios. Es una calle muy pequeña y muy escondida. Hace años trabajé en el gabinete de prensa de Concejalía de Comercio y Empleo que está frente a la Lonja. Muchas veces iba a tomar algo al Café Lisboa. Y ahí sentada en la plaza del Dr. Collado, junto al olivo, miraba esa calle. Un día me asomé y vi que se llamaba Calle de los Cambios. Me encantó, tanto que sale en mi primera novela.

¿Con quién te tomarías un vermut? Con mi amiga Gloria. Una luchadora que nos dejó hace unos meses. Su nombre y la palabra valentía siempre serán sinónimos.