Me llamo Pablo Herranz. Hace unos años, después de más de dos décadas en el sector audiovisual, salté la barrera para tirarme al ruedo como editor, pues contaba con experiencia previa como guionista de cómics y crítico de cine, es decir, al otro lado de la barrera. Actualmente trabajo como editor de Desfiladero Ediciones, con cómics y libros de cine; de Galés Edicions, narrativa, ensayo y poesía, ambos sellos dentro del Grupo Editorial Sargantana; y Bromera, cómics para los más jóvenes, ideales para iniciarse en la lectura.

Una canción:

«14 hour Technicolour dream», de The Syn.

Una película:

Los inútiles (I vitelloni, 1953) es una de mis películas fetiche, con el equilibrio entre el primer Fellini y el que se consagraría en los años 60, más autor, más a sus anchas, no lo discuto, pero Los inútiles tiene mucho de verdad, de relato vivido. Es capaz, en una escena estrictamente realista, de cortar el tono al irrumpir la música de Nino Rota y el viento arrastrando papeles por un callejón; entonces ha trascendido la realidad, es casi una fantasmagoría. Un genio, Fellini. Por otra parte, me encantan las películas italianas que surgirían poco después y que transcurren en una noche, a bote pronto La notte brava, o que atrapan un periodo muy determinado de tiempo, como el Ferragosto de La escapada. Lo han vuelto a intentar con Locas de alegría (La pazza gioia, 2016), que tiene su aquel.

Un montaje escénico:

Me gustó mucho La Odisea por Els Joglars, pero, por destacar una obra reciente, citar Las cosas que sé que son verdad, de Andrew Bovell, con un elenco formidable, en especial Verónica Forqué.

Una exposición:

Me impactó la exposición dedicada a Hermann Huppen en el Festival de Cómic de Angouleme, que suelen ser espléndidas, y en esta en especial tuve hasta un stendhalazo cuando me topé por sorpresa con una de mis planchas favoritas de todos los tiempos. También me dejó sin aliento la exposición El arte en Revolución, en Madrid, sobre vanguardias soviéticas, con pinturas de Malévich, Kandinsky, Liubov Popova o Natalia Goncharova. Y, ya que estamos, romper una lanza en favor de las exposiciones que nos han brindado instituciones más cercanas, como el IVAM, el MuVIM o la dedicada a Gerard Miquel en el castillo de Alaquàs.

Un libro:

El primer volumen de Paracuellos, de Carlos Giménez, un cómic fundamental, magistralmente narrado. Creo que debería enseñarse en los libros de texto. Y una novela, El barón rampante, de Italo Calvino. Y Les històries naturals, de Joan Perucho, una novela divertidísima. Sin olvidar los libros de cine, que suelen ser apasionantes.

Una serie:

Pues no dispongo mucho tiempo para las series. En el recuerdo, tres, Sandokán, dirigida por Sergio Sollima, al que pude entrevistar y que fue un cineasta magnífico (Cara a cara quizá sea su obra maestra). Y las dos primeras temporadas de The Outer Limits, pero la serie de los años 60, que fue todo un campo de experimentación, con un grado de libertad que se diría irrepetible. Había tan pocos canales que el público lo tenían ganado de antemano. Completo la terna con la serie documental Hollywood, de la Thames, con música de Carl Davis. Y más recientes, Black Mirror y algún capítulo de Dr. Who, que ha sabido renovarse.

Un podcast:

El sótano, de Radio 3, y Sonido Mosca, de RocknCloud.

¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato?

Vaya, qué difícil. Quizá la fotógrafo Isabel Muñoz.

Una comida:

La paella.

Un bar de València:

El Valiente, en Malvarrosa, y el King Creole, en calle Cádiz.

Una calle de València:

La calle Cádiz.

Un lugar de València que ya no exista:

Me gustaba la confluencia de cines de la calle Russafa, con el cine Serrano, el Artis, los billares. Hubo una época en que conocía el callejero de la ciudad por sus cines: el cine Paz, el Lido, Alameda…

¿Con quién te tomarías un vermut?

En este momento con mucha gente. Todavía estamos un poco en proceso de desconfinamiento, así que todo lo que signifique reunirse es más que bienvenido. Es necesario, qué caray.