Me llamo Rafa Mölck y soy serígrafo. Me introduzco como en una hipotética reunión de serígrafos anónimos porque me ha costado mucho tiempo identificarme como tal.
Estudié Bellas Artes aquí en València, quería dedicarme a la pintura y durante unos cuantos años me lo creí. Luego descubrí el grabado y me fui proyectando como «impresor» porque me gustaban todos los sistemas y quise montar un taller multidisciplinar de grabado, litografía, etc., pero hace unos años me di cuenta de que llevaba bastante tiempo haciendo serigrafía de manera casi exclusiva y asumí que era hora de vender las máquinas que llevaba años sin usar y centrarme en lo que me había ido especializando de manera casi accidental.
Soy medio motor de Lanevera Ediciones, escuela-taller de serigrafía y galería de arte situada en Ruzafa (València). La otra mitad es Jussi Folch, integrante de innumerables grupos musicales como Aullido Atómico o Chavalan, aunque personalmente creo que su mayor aportación a la cultura fue Retraseres. Llevamos trabajando juntos desde que nos conocimos y yo ya no entiendo mi trabajo sin él.
Y si le quitas la serigrafía a mi vida me quedan mis tres gatos (Trama, Gutenberg y Ray), una interminable lista de aficiones que arranco pero no continúo, una relación intermitente con tocar algún instrumento musical y un sentido del humor negro y privado que sólo comparto con mi mujer.
Un disco: Esta pregunta es una de las más difíciles de contestar. Es como si te preguntan «un color». Me viene a la cabeza E18, de Detektivbyrån, por ejemplo.
Una película: Esta es más fácil: humor absurdo, siempre. No me canso de ver películas como Un cadáver a los postres (Murder by death, 1976).
Un montaje escénico: Pol de gel. Me llevaron a verla de niño a la sala Escalante y aun me acuerdo del gran barco que ocupaba todo el escenario.
Una exposición: 1900: El origen del arte publicitario. Creo que es la exposición que más veces he visitado voluntariamente. Si te apasiona la cartelería, la litografía o la obra gráfica en general, es imprescindible ver este tipo de exposiciones y descubrir, por ejemplo, que Jules Cheret usaba unos colores súper saturados, muy mal reproducidos en los libros. Tengo muchas ganas de ir a Praga sólo para ir al museo de Alphonse Mucha.
Un libro: «La serigrafía: de la pantalla de seda a la estampa», de Manuel Martínez Vela (Point de lunettes, 2013). Se trata de un libro muy interesante para los amantes de las técnicas de impresión porque aborda la invención de la serigrafía a partir de la confluencia de distintos sistemas. Es un caso que me parece muy curioso porque es un sistema desarrollado prácticamente en el siglo XX y, sin embargo, no tiene una autoría definida. Sabemos que Gutenberg en 1400 y pico inventó la imprenta de tipos móviles, o Senefelder la litografía en 1798, pero la serigrafía no tiene un inventor ni una inventora.
Una serie: Los Simpson. Desconfío de la gente que dice que no le gusta Los Simpson y mucho más de quien directamente afirma no haber visto la serie. Citar a Los Simpson en todo momento es una necesidad de cualquier persona cuerda que se haya criado en los 90. Aunque a veces me da miedo pensar que a día de hoy puede que ya haya más capítulos malos que buenos, pero creo que el talento de las primeras temporadas compensa la dejadez de las últimas 15 o incluso 20 temporadas.
¿Quién te gustaría que te hiciera un retrato? Otra pregunta dificilísima de contestar. Voy a decir Nuria Riaza. Siempre me ha gustado el realismo a boli y si a eso le añades su talento creo que me haría mucha ilusión.
Una app: PlantNet o PictureThis, no sé cuál funciona mejor, pero me parece una maravilla de la ciencia. Son para identificar una planta solo con hacerle una foto a sus hojas o flores y así poder saber qué cuidados necesita.
Una comida: La fideuà de mi madre. No hay nada que le haga sombra y es como una maldición que me impide disfrutar de cualquier otra fideuà. Creo que el truco es el caldo que hace con varias clases de crustáceos y seres del mar y que le echa pimiento rojo que redondea el plato de una manera increíble.
Un bar de Valencia: La cafetería del Conservatorio (en la UPV). Tienen un taponador de arterias que es una obra de arte y se llama Portugués: longanizas, pimientos, patatas fritas y ajoaceite. En nuestro taller sentimos tal devoción por este bocadillo que lo hemos importado al bar Dartín (antiguamente Los Pitufos).
Una calle de Valencia: Mi rincón favorito de València es la plaza de Rodrigo Botet y no sabría explicar por qué. No voy nunca, porque no me pilla cerca de mi actividad diaria pero, si por casualidad paso por ahí, me recreo.
Un lugar de València que ya no exista: Me da mucha pena que no exista la que fue la primera imprenta de España. Me explota la cabeza cuando pienso en que un tipo que vino de Alemania montó una imprenta a finales del siglo XV y, según tengo entendido, estuvo medio milenio funcionando. Me da mucha pena que las instituciones valencianas de finales del siglo XX no salvaran este patrimonio.
¿Con quién te tomarías un vermut? Con Javier Cansado. Bueno, con nuestras respectivas parejas, que si no me lo imagino muy incómodo ahí los dos solos. Siempre que el aforo lo permita…