Foto: Saz Enif.

A veces las ganas de risa y chanza no nos dejan ver la realidad. Cuando se peatonalizó parte de la Plaza de Sant Agustí se sucedían los chascarrillos sobre las paradas de la EMT que no fueron retiradas de la zona para viandantes. Allí quedaron encapsuladas las marquesinas, reconvertidas en bancos en los que sentarse sin esperar a ningún autobús. O sí.

Nadie sabe sus horarios aunque suele aparecer cuando hay poca circulación, es cuestión de suerte o de confianza. Para algo se trata de un bus fantasma. No puede detenerse mucho, así que quien se despista se queda abajo. Si subes te espera un viaje por la historia de la ciudad, con paradas en lugares y momentos que ya no existen.

Nadie te ve y tú lo ves todo. El Ideal Room, la Playa de Nazaret, el Palacio Ripalda, el Barrio de Pescadores, el concierto de Nina Simone en la Plaza de Toros de 1988 o el de Nirvana en el mismo sitio cuatro años después, Manuela Ballester dibujando, Manuela Ballester pintando, Manuela Ballester haciendo carteles, la inauguración de Laesferaazul o de Gasolinera, David Lynch en la Parpalló, Elia Kazan en la Mostra, Queta Claver en el Teatro Ruzafa, y Miguel de Molina, y Gracia Imperio, y Antonio Machín, el traslado de los restos mortales de Blasco Ibáñez, el debut de Ploma 2 en Barro, la primera proyección cinematográfica en el Apolo, un licor en el Bar Torino, el taller del Equipo Crónica, conciertos en el Magazine o en Deluxe, la redacción de La Semana Gráfica, Tip y Coll en Suso’s, el Profesor Malvarrosa en la Plaza de la Virgen, las Fallas de 1929 con los humoristas de la otra Generación del 27…

Las posibilidades son infinitas. Lo importante es estar ojo avizor cuando pasas por la zona y tener siempre el bonobus en el bolsillo.