Foto: Lisbeth Sala.

Juan Casamayor (Editorial Páginas de Espuma). Foto: Lisbeth Sala.

Quince años cumple la editorial Páginas de Espuma. Poca broma en un país con unos índices de lectura esqueléticos. Y más mérito, aún, teniendo en cuenta que no han publicado, jamás, novela romántica, histórica, erótica, negra made in Países Nórdicos o cualquier otra de efímera moda. Lo suyo es, principalmente, el cuento. Para celebrar el aniversario nada mejor que celebrarlo con libros. Durante todo marzo, Páginas de Espuma será la editorial del mes en la Librería Gaia, en Shalakabula MislataShalakabula Burjassot y Llibreria Ramon Llull, y sus libros tendrán, en todas ellas, un  5% de descuento.

¿Cómo surgió la idea de montar una editorial?
La idea surge de un cruce de caminos entre la inocencia y la ilusión, el sueño y la convicción. La idea nace porque Encarnación Molina y yo comenzábamos por aquellos años a atesorar una pequeña experiencia en el sector que nos empujaba a emprender un camino independiente.

¿Por qué el cuento? ¿Fue una decisión como lectores o como empresa al pensar que la especialización sería más rentable?
En aquellos años se empieza a detectar un creciente interés por el cuento. Un perfil de escritor sitúa su inicio en la escritura al género; luego, su trayectoria continúa y lejos de abandonarla sigue fortaleciéndola. Actualmente conviven varias generaciones con magníficos cuentistas y con muy buenos libros.

Llama la atención que en el (llamémosle) «boom» editorial independiente que ha surgido en España, estos últimos años, ninguno de los nuevos sellos ha seguido vuestro ejemplo.
Bueno, habría que destacar el gran trabajo de Menoscuarto. Su apoyo al cuento es sin duda incondicional. La pregunta ya no sólo es que se emule nuestra línea dedicada a la narrativa breve. Hay un síntoma preocupante para la literatura española y es la poca atención que despierta entre los nuevos sellos independientes.

¿Te reconoces en esas nuevas editoriales si piensas en vosotros en 1999?
Sí, claro. Compartimos muchos puntos de vista. Hay una convicción entusiasta en lo que se hace, una optimización de recursos y medios para la viabilidad y visualización de un proyecto editorial. Todo ello se empieza a forjar a finales de la década de los noventa. Esa insumisión editorial viene de lejos (el término es de Jorge Herralde) pero sin duda alguna el retrato de la edición independiente actual tiene su primera instantánea a finales de los 90.

¿Crees que el cuento como género tiene el reconocimiento que se merece en España? ¿Deberían los medios mostrar el mismo entusiasmo hacia él como cuando se trata de narradores norteamericanos?
Creo que el discurso de si lo merece o no está agotado. Acaso el género necesite una mayor apuesta editorial que permita incrementar el número de lectores, sin duda, pero nunca necesitará de agentes que vengan a consolidar su reconocimiento, su prestigio, su autonomía, etc., etc… ¿Te imaginas que mañana entrevistaras a un tal Borges? El gusto por narradores norteamericanos es lógico. Su tradición y su repercusión es un eco de lo que allí, al otro lado, ha sucedido. Quizá esto haga qué pensar: ¿unir ambas orillas aún más en nuestro idioma? En ello estamos hace quince años.

Si un editor es su catálogo, ¿imaginamos que estarás satisfecho de poder contar con Iwasaki, Neuman, Tomeo, Tizón, Volpi, Dostoiesvki, Bloom, Balzac,… ¿cómo se consigue algo así?
Imagino que cometiendo más aciertos que errores. Insistiendo con hechos y acciones en que la política de autor es el cimiento de una proyecto como Páginas de Espuma. Algunos de los autores que has citado son amigos, amigos muy cercanos. La relación editores y autores es algo que siempre hemos mimado.

Además de la narración breve, Páginas de Espuma apuesta por el ensayo, la biografía, los diarios, … en una colección que al margen de sus excelentes referencias, llama la atención porque parece una declaración de amor hacia la literatura, como un pequeño festín. ¿Qué criterio seguís para elegir lo que se publica en esta colección?
Es un criterio del yo. De la cara B. Del otro lado del espejo. Nos gustan mucho los diarios, las memorias, los libros de viajes, los epistolarios, los escritos literarios. Toda esta cartografía que completa la creación de escritores de primer rango. Unir el Stevenson que nos llevó a la isla del tesoro y el Stevenson que viajó es comprender su dimensión completa, más allá de su escritura, desde luego.

De vida más efímera fue «Fundidos en negro» con volúmenes dedicados a tres cineastas tan diferentes como personales (Buñuel, Bollaín y Amenábar). ¿Se reanudará esta colección? ¿Con qué cineasta te gustaría que se retomara?
No, no va a continuar. Fue un proyecto delicioso e inolvidable. Nuestro primer libro fue «Escritos de Luis Buñuel». Un editor nunca olvida su primer libro. Recuerdo que fui a la encuadernación a ver cómo salía. ¡Qué nervios! Las experiencias con Iciar y Alejandro fueron enriquecedoras y debo agradecerles su participación. La editorial estaba apenas naciendo cuando se embarcaron. Eso tiene doble mérito.

¿Cómo llegáis a los libros que publicáis? ¿Pensáis que hay algún tema (de ficción o no) que, intencionadamente o no, esté presente en un buen número de vuestros libros y en el que os reconozcáis como lectores?
El camino más transitado para llegar a los libros que publicamos en esa política hacia nuestros autores y catálogo de fondo que realizamos. Pienso que un editor en la medida que sea posible debe ser un compañero de viaje, de obra, de un escritor. Es una suerte ser testigo de la creación y de las idas y vueltas de los textos. El editor en este sentido debe ser activo. Me gusta serlo siempre que el escritor lo requiera. Y si uno mira el catálogo y sus nuevas incorporaciones, detectará una amplia variedad estética, formal, experimental, geográfica. En fin, un fiel reflejo de gustos lectores dispares y disparatados.

Si tuvieras que elegir un sólo libro de tu catálogo, ¿cuál sería y por qué?
Posiblemente sería «Pequeñas resistencias». Su primera entrega, que realizó Andrés Neuman. En esa selección de escritores nacidos después de 1960 y que al menos había publicado un libro de cuentos estaba nuestro álbum. Muchos de sus autores son ahora parte de nuestro catálogo. Yo nací en 1968 y es una generación de cuentistas a los que leí en sus primeros libros cuando no era editor y con los que comparto experiencias muy similares.

¿Qué importancia tiene el mercado latinoamericano en Páginas de Espuma?
El viaje de Páginas de Espuma a Latinoamérica fue literario. Algunos de los primeros títulos de la editorial estaban firmados por escritores de la otra orilla que nos gustaban. Años después descubrimos que detrás de esos mismos escritores había lectores, librerías… todo un continente en el que disfrutar como partícipe de una labor cultural que el editor debe llevar pegada a la piel. El concepto de dos orillas, muy arraigado en mi ideario, culmina con una definición geográfica evidente y especialmente simbólica, que supone un quehacer fronterizo, mestizo. Reunir en un catálogo a Antón Chéjov o Edith Wharton, a Fernando Iwasaki o Ana María Shua, a Alberto Marcos o Isabel González resume ese simbolismo. El editor mira ambas orillas desde una posición equidistante que por supuesto traiciona. Uno es subjetivo. No quiero evitarlo.

¿En qué ha cambiado la edición estos últimos 15 años?
Más allá de la irrupción de nuevos canales de negocio (libro electrónico), la mayor transformación en el paradigma del libro se ubica en los hábitos de ocio y de consumo que han variado meridianamente. Pienso que como editorial independiente hemos tenido mayor capacidad de adaptación porque nuestro público lector es constante, atento, reincidente y, aunque hemos tenido que modificar en el curso de estos últimos años el modelo de trabajo desde la coherencia, lo hemos realizado en pequeñas dosis, sin traicionar principios, sin olvidar qué nos singulariza. Lo bueno no es cumplir quince años, lo bueno es hacerlo en este buen estado en el que nos encontramos.