Las sagas familiares, tradicionalmente presentes en la medicina o la abogacía, no resultan, en cambio, frecuentes en el ámbito profesional deportivo, donde la meritocracia es factor fundamental en el progreso en la carrera. En la historia de los dos equipos representativos de la ciudad de Valencia, la presencia de jugadores con lazos familiares defendiendo sus colores destaca por excepcionalidad. La dualidad en la pertenencia al club y a la familia posiblemente exponencie el valor de identidad de estos futbolistas, simbolizando en ocasiones su apellido el compromiso indisociable de su relación con la entidad, como la familia Calpe en el Levante, o los Claramunt en el Valencia.
El factor coetáneo facilita que la relación familiar más frecuente en los equipos corresponda a jugadores hermanos, normalmente subyaciendo el aval del triunfador consagrado para con la oportunidad del aspirante. En el Valencia CF, el éxito del rumano Adrian Illie posibilitó el fichaje de su hermano Sabin, coincidiendo ambos en la temporada 1998-99, si bien, a mediados de la misma, se optó por ceder a Sabin al Lleida, no participando del título de Copa del Rey, primero de los que, junto a la Supercopa de España y Liga del 2001-02, consiguió su hermano. El interés de Adrian no bastó para compensar el déficit de calidad que atesoraba Sabin para formar parte del plantel valencianista, finalizando su periplo en el club che al finalizar esa misma temporada.
Sin apadrinamiento alguno en este caso por parte de su hermano Vicente, exjugador che, irrumpió desde el banquillo Enric Cuxart con sus 195 centímetros de altura en el partido de la última jornada de la 89-90, contra el Logroñés, marcando tres goles en poco más de veinte minutos, en su segunda aparición como futbolista del primer equipo. Pese a tan triunfal actuación, en el curso siguiente no gozó de la continuidad esperada y necesaria, permaneciendo tan sólo una temporada más en el club valenciano. Conocedor de su obvia suplencia del ídolo Lubo Penev, decidió migrar al Espanyol con el objetivo de disfrutar de más minutos. Dos temporadas compitió como valencianista Enric, las mismas que su hermano Vicent, un centrocampista corpulento y aguerrido que defendió los colores blanquinegros en las temporadas 1984-85 y 85-86, a cuyo término fichó por el Sabadell. Sin el éxito profesional deseado obtenido, estos hermanos de Cornellá forman parte del selecto grupo de familiares jugadores del Valencia CF, merecida singularidad por la que se reconocen en su dilatada historia.
En la mítica plantilla de la temporada de 1930-31, la del ascenso a primera división, dos hermanos de Sagunto coincidieron como compañeros, Manuel y Antonio Conde. Delantero centro el primero, ya no formó parte del plantel que disputó por vez primera el campeonato de la máxima categoría, no así el interior zurdo Antonio, que permaneció, rindiendo a un buen nivel, hasta la 36-37. Tan corta como memorable resultó ser su simultánea presencia en el Valencia, justo en la temporada del exitoso doblete de la época con los títulos de segunda división nacional y del campeonato regional, pudiendo y debiendo identificarse a Conde como el apellido del ascenso del 31.
A unos cuantos kilómetros más cerca que Sagunto de la capital, en Puzol, nacieron Pepe y Enrique, los hermanos Claramunt, indiscutiblemente la familia referencia del valencianismo. En esos principios de los setenta, era común denominar a los jugadores con mismo nombre en un equipo añadiéndoseles los números romanos como ordinales, reconociéndose así a Pepe y a Enrique como Claramunt I y Claramunt II. El ascenso de Enrique al primer equipo se produjo en la temporada 1970-71, cuando ya Pepe llevaba cuatro temporadas asentado en el equipo titular, con campeonato de Copa de 1967 e internacionalidad absoluta incluidos. Lastrados por las lesiones como denominador común en sus carreras, Pepe pudo, pese a ello, mantenerse más de una década en la élite del fútbol nacional, retirándose a la edad de 31 años en la 77-78. Menos dichoso, Enrique sólo permaneció bajo la disciplina del conjunto che durante cinco años, tres de ellos casi testimoniales trabajando en ejercicios de rehabilitación. Pepe, un todocampista, de gran clase, liderazgo y gol, y su hermano Enrique, extremo valiente, solidario y tenaz, participaron decisivamente en la conquista de ese deseado título de Liga de la 70-71. Con su contribución desde el mediocampo y desde la banda, eternizaron el apellido Claramunt en los anales del valencianismo.
En la década de los sesenta, con el ascenso del Levante, la ciudad disfrutó por vez primera de la confrontación entre sus dos conjuntos representativos, un derbi aderezado con la rivalidad cainita entre dos hermanos brasileños, el valencianista Waldo y el granota Wanderlei. Delantero centro el primero, formó, junto a Guillot, la exitosa dupla atacante del conjunto blanquinegro, aunando a la habilidad de este su potencia y oportunismo, ayudando decisivamente a conquistar las Copas de Ferias del 62 y 63 y la Copa de España de 1967. Asimismo delantero, pero más hábil y veloz y menos contundente que su hermano, Wanderlei jugó el decisivo partido de ascenso a primera del Levante contra el Deportivo el 2 de junio de 1963. Ambos compitieron en los encuentros de máxima rivalidad en las dos campañas venideras, cuatro en total, todos con victorias valencianistas. En las postrimerías de sus carreras, coincidieron en el Hércules, intentando en vano el retorno del club alicantino a la división de honor española. Brasileños, aunque ya valencianos de adopción, los Machado, Waldo y Wanderlei , siempre tendrán el honor de haber sido la primera pareja de hermanos protagonistas en un derbi de la ciudad. Y, hasta el momento, la única.
No fueron coincidentes ni en la categoría ni siquiera en el tiempo las trayectorias profesionales de David Albelda en el Valencia y su hermano Pepe en el Levante. De longeva y triunfal carrera puede considerarse la del capitán valencianista, compitiendo durante quince temporadas y siendo jugador fundamental en la etapa más gloriosa del equipo blanquinegro. Cuando, a finales de siglo, David debutó en la Primera División, su hermano Pepe estaba ya cercano a la retirada, después de haber defendido como zaguero los colores blaugranas desde la temporada 1991-92 a la 95-96, cesión al Alcoyano incluida. Aun huérfanos del evidente halo de los Machado, Pepe y David forman parte del distinguido grupo de familias con miembros jugadores de uno y otro equipo de la ciudad.
Desde inicios de los ochenta hasta mediados de los noventa, el apellido Ferrando apareció frecuentemente en las alineaciones del Valencia y del Levante. Tres hermanos de Tavernes de la Valldigna, César, Paco y Juan Carlos, compitieron en diferentes conjuntos del fútbol español con la paradoja de jamás coincidir en la misma categoría, impidiéndoseles un posible enfrentamiento fratricida. El mayor, César, centrocampista de alta concepción táctica y calidad técnica, en sus cuatro campañas en el Valencia no disfrutó de la continuidad necesaria, optando por fichar por el Salamanca al concluir la temporada 1983-84. Un año más tarde, ascendió desde el Mestalla al primer equipo su hermano Paco. Más dinámico que su hermano mayor, su versatilidad le permitió jugar durante cinco temporadas consecutivas, fichando por el Celta de Vigo en la 90-91 y recalando un par de años después en el Levante, donde vistió casi testimonialmente de azulgrana las temporadas 92-93 y siguiente, cuando Juan Carlos, el pequeño, ya había migrado del conjunto granota. Dos temporadas brillantes de éste en el Levante en Segunda División, las 89-90 y 90-91, provocaron su fichaje por el Albacete, entonces en la máxima categoría, augurándole un prometedor futuro final y desgraciadamente abortado. Pese a tan prolífica presencia en los clubes de la capital, el palmarés de los Ferrando sólo se compone de la Supercopa de Europa conseguida por César en 1980, si bien se antoja difícil de superar tan honroso record deportivo familiar, de tres hermanos futbolistas en las filas del Valencia CF y del Levante UD.
Sin ser relación de consanguinidad de primera línea, merece mencionarse por el logro común conseguido por Jacinto y Juan Carlos Quincoces, tío y sobrino, entrenador y jugador respectivamente del Valencia más valenciano, campeones de Copa de 1954, venciendo con rotundidad por 3-0 al FC Barcelona en la final. Sólo los Quincoces y los Claramunt tienen la dicha de haber podido compartir familiarmente un máximo título valencianista del fútbol nacional.
En la comarca del Camp de Túria, los hermanos Miguel y Raúl, junto a su tío José Luis, añadieron el apellido Albiol a la lista de jugadores familiares en el equipo blanquinegro. Si bien la presencia de José Luis y de Miguel resultó testimonial, con once partidos disputados por el primero en la temporada 1979-80, título de Recopa de Europa incluído, y con tan sólo dos de su sobrino mayor en la 2002-03, Raúl compensó con su dilatada y exitosa trayectoria, con 4 temporadas, desde 2005-06 a 08-09, en el Valencia, antes de emigrar primero al Real Madrid y, posteriormente, al Nápoles. Campeón del mundo y doble campeón de Eurocopa, títulos aderezados con dos campeonatos de Liga y tres de Copa, estos con la particularidad de lograrlos con diferentes clubes. A tan gran palmarés, Raúl puede sumar este tan dificultoso del lazo familiar junto a su tío y hermano, que, si bien tan sólo oficioso, seguramente plagado de un componente sentimental enorgullecedor.
Si en el ámbito de los clubes del fútbol mundial existe una serie de sagas reconocibles y reverenciadas, como Mazzola en el Inter, Sanchis en el Real Madrid, Arieta en el Athletic Club, Claramunt en el Valencia, Verón en Estudiantes de la Plata o Maldini en el AC Milan, en el Levante tal honor reside incuestionablemente en la familia Calpe. El padre, Ernesto, fogoso defensa de los años treinta y sus dos hijos, Antonio y Ernesto, formaron parte de la primera plantilla azulgrana, siendo asimismo partícipes de grandes gestas del club levantinista, con el progenitor formando parte de aquel once campeón de la única Copa de España del club, la de la República de 1937, y su hijo Antonio como pieza importante en el primer ascenso del club a Primera División.
Reconocido el vástago Ernesto como un buen jugador de club en la década de los sesenta, el glamur familiar lo aportó Antonio fichando por el Real Madrid de los ye-yes, coronándose campeón de Europa en 1966 y convirtiéndose, a su vuelta al club la temporada 1971-72, en el primer jugador del Levante UD campeón europeo. El compromiso de los Calpe no se redujo al ámbito estricto de jugadores, participando ambos hermanos, durante más de tres décadas, en la gestión del club desde la secretaría técnica, consejo de administración, gerencia, dirección técnica o delegación de peñas. Complejo encontrar tamaña identificación y lealtad de un apellido con un club como el de Calpe, todo un símbolo para el levantinismo.
En un fútbol tan globalizado como el actual, destacable ha sido la recién presencia en la plantilla del Valencia de la familia Gil, Carlos y su hermano menor Nacho. Si bien hasta el momento ninguno ha podido asentarse en el primer equipo del club, teniendo ambos que emigrar, ya con opción de tanteo y de recompra tras venta al Aston Villa en el caso del primogénito o con actual periodo de cesión a la UD Las Palmas para Nacho, esos 11 partidos disputados por Carlos durante 2014 y 2015, sumados a los 6 de Nacho en la 2017-18, contabilizan un total de 17 disputados por dos hermanos, chavales de la cantera de Paterna, significando todo un merecidísimo éxito para los Gil haber conseguido tan extraordinario logro en una época tan dificultosa como la actual
Excepcional, por compleja, resulta la circunstancia en el fútbol profesional de una relación paterno filial en el seno de una misma entidad en las funciones de entrenador y jugador. A nivel internacional destacó la del seleccionador italiano Cesare Maldini convocando su hijo Paolo para defender la azzurra; en España hubo exponentes como los de Johan y Jordi Cruyff en el Barcelona o Míchel y su hijo Adrián en el Getafe y en el Málaga. En el Valencia, al defensa central de Oliva, Manolo Mestre, le corresponde el honorífico cuarto puesto como jugador con más partidos oficiales disputados con la casaca blanca, 421, todos como titular. A su retirada desempeñó cargo de entrenador del CD Mestalla y hasta en cuatro ocasiones del Valencia CF, normalmente como sustituto de emergencia. En una de estas, en la temporada 1981-82, en su antepenúltima jornada, con previa desconvocatoria de huelga de futbolistas incluída, el Valencia, quinto en la tabla clasificatoria, se enfrentó al At.Madrid en feudo colchonero. Ni el partido ni el anodino resultado de 2-1 en contra fueron realmente significativos, lo que realmente trascendió ocurrió cuando, en el minuto 84, José Enrique Mestre, el hijo de Manolo, saltó al césped en sustitución de César. 6 minutos de juego que no alteraron el marcador del encuentro, no así la historia del Valencia , significando ese lapso de tiempo el único intervalo en que un entrenador del Valencia CF ha dirigido a su propio hijo en partido oficial. En la clasificación de minutos oficiales, Manolo es el tercero y José Enrique, paradójicamente, también el tercero, de los que menos. A sus registros personales, Manolo pudo añadir este tan singular como emotivo. Independientemente de los méritos contraídos por el mestallista José Enrique, su padre, fiel trabajador valencianista, se permitió la deferencia de hacerle debutar. No era sino su derecho como entrenador y, como padre, su deber.
Una de las familias de más abolengo en el fútbol valenciano se apellida Camarasa, con un capitán del Levante, su progenitor Vicente, y otro del Valencia, el hijo mayor Paco, completando la terna su hermano menor Higinio, futbolista del Mestalla y del Levante en los años noventa. Máximos representantes de sus equipos, los de Rafelbunyol protagonizaron dos de los éxitos más implorados por los dos clubes referentes de la capital. Vicente, luciendo el brazalete de capitán en el mítico ascenso de 1963 en Vallejo y, Paco, alzando al cielo valencianista la ansiada Copa del Rey de 1999. Si los Calpe y Claramunt simbolizan el Levante UD y el Valencia CF, en el apellido Camarasa se sintetiza la solera del fútbol de la ciudad.