Foto Liberto Peiró

La que suena más alto, y mejor. La que cierra más tarde. La sala 16 Toneladas de Valencia ha cumplido su primera década de vida, y esperamos que le queden muchas más por delante. Pepe (José Rueda), programador y copropietario, nos habla sobre los momentos más felices, y también los más complicados, de esta trayectoria.

Unos lo llaman ‘el 16′, y otros lo conocen como ‘El Toneladas‘. No muchos saben, en todo caso, que el nombre está inspirado en una canción protesta de finales de los años cuarenta. En Sixteen Tons, el cantante de country folk Merle Travis denunciaba las duras condiciones de vida de un minero, basándose para ello en su conocimiento de las minas de Muhlenberg County, en su Kentucky natal.

«Siempre me han gustado los locales que tienen nombres compuestos, como La Vía Láctea, La Edad de Oro, La Puerta Verde… Al final me decanté por 16 Toneladas porque para mí la canción de Merle Travis, a pesar de haber sido compuesta en una época completamente distinta, siempre ha sido una canción de espíritu punk, —explica José Rueda (Pepe), copropietario junto con Carmelo Pérez (Poldo) de la sala de conciertos 16 Toneladas de Valencia—. Tiene una letra muy The Clash, y de hecho la banda de Joe Strummer hizo una gira en el 81 que llamaron 16 Tones Tour». Este himno de la clase obrera tuvo también su versión española.«La interpretaba José Guardiola, un señor que durante la posguerra cantaba canciones dirigidas a toda la familia. Mientras la censura se preocupaba de si las faldas debían ser más altas o más bajas, nadie se daba cuenta (yo creo que ni siquiera el mismo Guardiola) de que estaba cantando un tema sindicalista».

José Rueda: «Antes era impensable que Valencia tuviese conciertos en directo de lunes a domingo»

Pedimos a José —conocido familiarmente como Pepe o Pepito— que eche la vista atrás para recordar el momento en el que prendió en él la idea de montar una nueva sala de conciertos en la ciudad. Un negocio solo parcialmente nuevo para él, puesto que a finales de los años noventa había regentado el Kraken, un bar de rock ubicado en el«barrio del cedro» que hace ya mucho tiempo que cerró sus puertas para siempre.«Cuando dejé el Kraken me puse a trabajar como técnico con Xavi Castillo en la compañía de teatro Pot de Plom. Paralelamente, y durante cuatro años, me dediqué a buscar un espacio idóneo para montar mi propia sala de conciertos. Era una idea que me rondaba la cabeza desde que con 16 o 17 años fui a Gasolinera. Es mi favorita desde entonces y aún a día de hoy. Allí lo decidí». (Gasolinera, para el que no lo sepa, fue el epicentro de la escena musical underground valenciana en los años ochenta).

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A principios del siglo XXI, la oferta de salas de conciertos en Valencia era muy escasa.«Había pocos lugares donde ver música en directo y además programaban solo viernes, sábados y algún jueves, pero poco más. La única excepción era el Black Note, pero por aquel entonces era una sala muy especializada en jazz. Ahora hay mucha más demanda, pero porque las salas que estamos en activo en la ciudad hemos conseguido poco a poco que la gente quiera ir a un concierto aunque sea un lunes o un martes. Eso antes era impensable, y de hecho las giras de los grupos no pasaban por aquí a menos que tuviesen hueco en fin de semana. Por lo que me dicen los músicos de fuera que pasan por aquí, ahora mismo en Valencia tenemos la misma actividad de conciertos que puede tener Barcelona o Madrid, siendo ciudades mucho más grandes que la nuestra».

Vendo el taxi y me subo al carro

Una cosa es buscar un espacio… y otra encontrarlo. El proceso fue largo y proceloso. Desesperante, en realidad.«Cada semana llevaba al arquitecto municipal del Ayuntamiento de Valencia varias propuestas de bajos, pero siempre había alguna traba», recuerda Pepe. Así pasaron años, hasta que Poldo, un viejo amigo, se sumó a esta causa de futuro incierto. Él era taxista, y nunca había trabajado en el sector de la hostelería ni en el de la música.«Cuando se echó para atrás la otra persona con la que iba a montar la sala, él se ofreció a vender el taxi y otras cosas y se apuntó conmigo a la aventura —relata Rueda—. Quedábamos todos los martes a almorzar y nos íbamos cada vez a una zona distinta de la ciudad a buscar locales con las condiciones que pensábamos que eran las adecuadas. Cada mañana visitábamos tres o cuatro, pero nada, el arquitecto nos decía que no valía ninguna. Llegamos a visitar 80 locales. Hasta que, finalmente, un día este funcionario levantó la cabeza del papel sonriendo y nos dijo:«Creo que habéis encontrado el único sitio donde se puede hacer una sala de música en directo en toda la ciudad». Se alegró mogollón, aunque no sé si por nosotros o porque no le diéramos más la paliza» (ríe).

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Programar para ti, y para los demás

Sobre el papel, una sala de conciertos es un proyecto precioso. Haces feliz a la gente, traes a la bandas que te gustan… pero la realidad siempre es un poco más pedestre. Nos preguntamos si siempre ha sido fácil conseguir que el 16 Toneladas fuese un negocio rentable. Y si para lograrlo ha tenido que hacer muchas concesiones; es decir, si se ha visto obligado a programar bandas que no le gustan nada, pero que funcionan muy bien en taquilla.

«Al principio pierdes mucho dinero, porque no sabes programar correctamente. Te dejas llevar demasiado por tus gustos, y luego ya empiezas a ver cómo funciona el tema. Porque una cosa es hacer conciertos de vez en cuando, como hacía yo antes de abrir el Toneladas, y otra muy distinta hacer conciertos todas las semanas», explica Pepe.«A mí me gusta que la sala sea un espacio para todo el mundo. Eso quiere decir que hay géneros o grupos que no entiendo en un principio, pero que creo que debo programar. Por ejemplo, la música urbana o el metal extremo no son estilos que escuche habitualmente, pero me encanta descubrirlos y tener la oportunidad de conocerlos viéndolos en directo y observando al público que lleva detrás. Al final, como en todas las músicas, cuando hay un grupo que es bueno, pues mola, haga lo que haga. Me gusta que el Toneladas sea un local donde puedes encontrar un concierto de funk un jueves al que asiste gente de cincuenta años con ganas de bailar, y al día siguiente un concierto punk para veinteañeros. También me gusta ver que en las sesiones de discoteca de los viernes y sábados se junta gente de edades y rollos muy distintos. Creo que, en Valencia, eso solo puede pasar aquí», afirma.

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La sala ha pasado algún momento verdaderamente difícil. Superar el primer año fue todo un reto. Una de las premisas innegociables de este proyecto era el sonido; las condiciones acústicas tenían que ser excepcionales.«Tuvimos que hacer una inversión tan grande para adecuar la sala que cada dos por tres nos quedábamos sin pasta y teníamos que pedir dinero a familiares y amigos —recuerda Jose—. Trabajamos gratis durante un año, y cuando sacábamos algo de dinero lo utilizábamos para devolver préstamos. Fue criminal. Una prueba de fuego que demuestra que teníamos muy claro que queríamos llevar adelante este proyecto a toda costa. Si no fuese así, lo más fácil es acabar pensando que has hecho una locura y vender, aunque sea perdiendo dinero. Pero nosotros aguantamos el tirón, y después ha ido la cosa bastante bien».

La explosión de la pandemia también supuso, tanto para ellos como para el resto del sector, una crisis tremenda. Para poder salir adelante, Pepe y Poldo pusieron en marcha la campaña de crowdfunding 16 Toneladas Forever para la aportación de ayudas económicas a cambio de un disco recopilatorio, editado especialmente para la ocasión, con canciones grabadas en directo en la propia sala por grupos amigos.«La gente respondió tan guay… gracias a eso, pudimos quedarnos tranquilos. Conseguimos dinero suficiente para pagar el alquiler del local y los gastos durante un año».

Competencia entre salas

¿Cambió en algún sentido la relación entre las salas de la ciudad a raíz de la pandemia? «Entre las salas actualmente hay competencia, porque nos gusta programar cosas muy diversas y hay estilos en los que coincidimos. Esto hace que cuando llegan giras de determinados artistas, tienes que pelear para que se haga en tu sala —reconoce Pepe—. De todos modos, creo que es bueno que haya competencia, igual que hay compañerismo. Una de las pocas cosas buenas que tuvo la pandemia es que nos unió. En el fondo fue por interés porque, como nos íbamos a la mierda, pensamos que juntándonos podríamos tener más acceso a gestores públicos del IVC o de Sanidad. Gracias a eso pudimos programar cosas, y lo mejor de todo es que aprendimos que juntos podemos lograr más que por separado. La asociación En VIU de salas de música en directo desde entonces tiene muchos más socios. De vez en cuando nos reunimos y planteamos medidas que son positivas para todos».

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Nos interesa saber cuál es la opinión de Pepe sobre los ciclos de conciertos que se organizan en espacios públicos de la ciudad (La Pérgola, Veles e Vents, Ciudad de las Artes y las Ciencias, etc) ¿Cómo han afectado a las salas este tipo de programaciones y eventos? «Creo que es bueno por un lado, porque esos conciertos han contribuido a que haya una mayor demanda de conciertos en salas. Lo malo es que el perfil de grupos que se suelen programar en estos eventos suele ser el mismo que va normalmente a las salas de mediano aforo. Con la diferencia de que ellos tienen subvenciones públicas y patrocinadores privados, lo que les permite pagar cachés mucho más altos. Muchos grupos suben mucho sus cachés a las salas después de tocar en este tipo de conciertos. Les tenemos que explicar por qué nosotros no podemos llegar a lo que les han pagado los otros promotores. Yo creo que hubiese sido muy interesante que este tipo de ciclos se hubiesen utilizado para descubrir nuevos grupos y estilos musicales más arriesgados, porque una gran parte del público que asiste a estos eventos lo hace por pasar una mañana en un sitio agradable con música en directo de fondo, y le hubiera dado igual un grupo u otro», opina.

Shellac, el primer hito

Por el Toneladas han pasado todo tipo de artistas, desde míticos e incontestables hasta locales y minoritarios. Elaborar un ranking de los mejores conciertos de la última década es un ejercicio algo tramposo, por todo lo que tiene de subjetivo. Sin embargo, Pepe no alberga dudas sobre cuál fue la primera banda importante de la historia del Toneladas: Shellac, el proyecto esencial de noise rock comandado hasta este mismo año por el tristemente fallecido Steve Albini.«Tengo un recuerdo muy impactante tanto de esa noche como del hecho de conocerle en persona. Le admiraba mucho, no solo como músico, sino como productor. Y además eran gente muy guay».

Pepe destaca también el concierto de un artista musical y generacionalmente muy distinto, Lee Fields.«El soul es uno de los géneros que más me gustan, y él lo hace a la antigua, acompañado además de una banda buenísima. Son la misma gente de Daptone Records que también acompañó en su día a Sharon Jones o Amy Winehouse. Fue muy bestia para nosotros ese concierto. Me flipó lo humilde que era el tío, que tenía un camerino para él solo, pero no por ser protagonista, sino porque él mismo era quien planchaba las camisas al resto de la banda. Super currante, y un torbellino sobre el escenario».

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Otro gran hito en la historia de la sala —además de la noche que apareció de improviso Billy Gibbons de ZZ Top en la sala para ver tocar a sus amigos, el guitarrista Aaron Moreland y el armonicista y vocalista Dustin Arbuckle— fue la actuación de Nick Lowe y Los Straitjackets.«Lowe es el 50 por ciento de una de mis bandas favoritas de todos los tiempos, Rockpile —comenta Pepe—. Recuerdo que el público de la sala no le pedía fotos ni autógrafos. El hombre podía estar entre la gente sin que nadie le agobiara. Creo que es un ejemplo perfecto, del que deberían aprender muchos artistas: si respetas al público, el público te respetará a ti».

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En la memoria de conciertos inolvidables figuran también, cómo no, bandas nacionales. En lugar de tocar en una sala más grande como lo habían hecho en otras ocasiones, Los Enemigos se decantaron por hacerlo en el 16 Toneladas en dos fechas seguidas que, por supuesto, agotaron las entradas disponibles. La buena reputación del sonido de esta sala seguro que tuvo mucho que ver.«Para nosotros era un concierto muy importante. Es un grupo que escucho desde niño y además es el primero con el que empecé a fijarme en las letras de las canciones», añade Pepe.«Algo parecido me pasó con Los mártires del compás, que en mi opinión dieron uno de los conciertos más importantes en la trayectoria de la sala. También ellos completaron el aforo dos días seguidos».

En su carta imposible a los Reyes Magos de Oriente, Pepe pediría organizar un concierto en su sala a los Stray Cats o Los Lobos,«los grupos que más he oído en mi vida». Pero, siendo más práctico, le pone velas a Tropical Fuck Explosion —«porque me flipan e iban a tocar aquí pero hubo un malentendido y al final no tocaron»— y a Amy and the Sniffers, The Hives o Mano Negra. ¡Soñar es gratis!