Javier Martín estrena Figuras del umbral en el Teatre El Musical (12 y 13 de noviembre), una propuesta que aúna danza, performance, reflexión, investigación… artes escénicas que miran en el interior para explicar el exterior, y viceversa.
Llegaste al mundo del arte desde el mundo de la ciencia, ¿Cómo se refleja eso en tu trabajo y, especialmente, en Figuras del umbral?
Estudié Química, mi itinerario fue el de la Mecánica Cuántica, de ahí empecé a interesarme en la filosofía de la Ciencia y la Psicología, también me interesaba la Escultura -de hecho compaginaba mis estudios con los de Bellas Artes-, y encontré finalmente en el cuerpo y en el movimiento el laboratorio en el que era capaz de arremolinar todos mis intereses. Los procesos artísticos incluyen y trascienden a los procesos científicos.
Me hallo ahora con un proyecto entre las manos que aplica los conocimientos adquiridos en 15 años de trabajo participado y en código abierto. Cientos de personas, especialistas y comunidades afectivas, con especial interés en las relaciones entre arte, ciencia y sociedad. Disciplinas diversas, centros y grupos de investigación, teatros cómplices, colaboraciones inesperadas, estudios aberrantes, obras derivadas, expansiones, compañeras… años intensos a través de instituciones del común, en varios países, siempre apuntando a la generación de un contexto.
Texturas, topologías, percepción, flujos, carne y complejidad son algunos de los asuntos que, extraídos de la práctica, sitúan en mi labor el movimiento como paradigma cognitivo; y que relaciono en una deriva crítica de trabajo performativo centrada en la creación coreográfica y el estudio de la materia y su memoria. No es un trabajo de estructuras, sino de texturas. Al desarticular las relaciones objetuales del paradigma «cuerpo», es decir los fulcros que amarran el relato identitario, por su proceder a través de las texturas de movimiento el cuerpo se reconcilia con la potencia.
Tal es mi tesis de trabajo coreográfico: espabilar los cuerpos. E insisto: sintonizando con ciertas texturas de movimiento se desarticulan los patrones de tensión y acción eferente que fulcran la deriva objetual de los cuerpos, la subjetivación memorial -individual, cultural, social y política- que construye la hegemonía que podemos llamar identidad en la complejidad entrelazada de sus situaciones: animalidad, ego, complejo del yo, locus de control, sistemas, roles, ocupaciones, perfiles, relaciones, acción en común, comunidad…
¿Cómo nace Figuras del umbral?
Situar la figura en el umbral significa colocarse en el lugar liminar, en la bisagra que posibilita la apertura. La danza es un paradigma de conocimiento a través de las figuras efímeras que articula, a través del reconocimiento de la ilusión de sus técnicas. Se trata de modular o forjar las afinidades que componen la urdimbre de los cuerpos y su relación con los alrededores, de cómo de disponen.
Un umbral refiere el concepto de tránsito, de «atravesar el umbral», propio de los ritos y ceremonias de paso presentes en tantas culturas desde tiempos ancestrales. Tradiciones y prácticas que se extienden de diversas formas hasta nuestros días (en ocasiones mal entendidas o reducidas al icono), siendo analizadas y estudiadas desde la filosofía, la antropología y los estudios culturales por su potencia simbólica, transformadora y articuladora de lo social. Estos ritos de «paso del umbral» siempre implicaron un cuerpo en movimiento y una danza social hecha acontecimiento: el cuerpo dispuesto de un sujeto que atraviesa sus límites y se deja atravesar, y que en su viaje o tránsito está acompañado del cuerpo social, del cual parte y al cual retorna. Cuando vuelve, regresa ya cambiado o transformado por la experiencia. Animando así a otros a atravesar su propio umbral. La figura del umbral suele ataviarse con máscaras, trajes o atuendos que transforman su apariencia cotidiana y que envuelven todo tipo de símbolos.
¿De qué forma trasladas a la obra el aceleracionismo (que de alguna manera te ha inspirado esta creación) en el que vivimos, fragmentador de nuestro entendimiento?
Yo tenía una reserva que nunca me he acabado de quitar. Como si la pasión se hubiese contagiado del ruido de fondo de nuestra época: la inercia. Me interesa destilar cómo se acumula la inercia en nuestros cuerpos, entrando en un devenir maquínico que resulta enajenante, que suspende o pauta el deseo, fragmenta y extrae nuestra atención.
Lo cotidiano es demasiado intenso, está hipertrofiado de significación: al ejecutar los movimientos que precisamos en nuestro proceder se impide la respiración, la reflexion y la pausa; acometiéndose la acción en forma tensa, recursivamente, con ambición, por competencia, etc. Creencias y manías de la época, modos de hacer inorgánicos, comportamientos tácitos, hábitos del decoro e inercia repertorial: movimientos retóricos, capitalizados y autorreferenciales. Los cuerpos están llenos de velocidad residual.
Más que nunca, está vigente la consigna pasoliniana «arrojar el cuerpo a la batalla»: en un quehacer consciente, con la atención situada en una vibración templada y espectadora, en una consciente implicación con lo real y su fuga, así se crean movimientos nuevos, gestos nuevos. Recuerdo la frase del poeta Hölderlin: «Ven mi amigo, vamos a lo abierto».
El «aceleracionismo» es demasiado exigente, lo requiere todo. Irradia, explica. Entender quiere decir practicar el ritmo, pues no estamos hechos para saber sino para actuar como si supiéramos: construye su final, un «apocalipsis» que, por su propia condición, no tiene futuro.
El «guardián del umbral» nos abre la puerta a otro estadio de la aventura ¿por qué te interesa este arquetipo narrativo y qué te posibilita?
El famoso arquetipo del «guardián del umbral» remite a aquella figura que adquiere las formas de nuestros miedos más íntimos: el guardián vigila el umbral pero no para negarnos la entrada, sino precisamente para animarnos a vivir el laberinto oportuno que posibilita el paso. Es necesario vibrar con la forma del monstruo (un juego de interioridad/exterioridad). Vestir las pieles de las bestias, habitar las máscaras e incorporar la diferencia.
Me interesa porque me conecta con reflexiones profundas en torno al ritmo y sus texturas. Al ritmo de las tensiones del propio cuerpo, las constantes que articulan nuestro patrón de tensiones o locus de control: ese es el monstruo que ya no sentimos, la situación propia, nuestro fantasma. Y a su través, romper con la hegemonía del relato de la técnica -en sus procesos de creación de subjetividad- como una situación neutra, pues depende de coordenadas culturales. Entender que no se baila el ritmo, sino que a través de los ritmos: un devenir no estructurante que se organiza o sitúa en las texturas de movimiento, asuntos propios de la danza contemporánea o mejor, el arte del movimiento y su sensibilidad, la cinestesia.
¿Qué papel juega el público en Figuras del umbral? ¿Tiene alguna importancia en el desarrollo de la misma, debe de ser activo?
El dispositivo escénico es muy interesante pues produce realidad: el espectador con su atención y su intención conforma el lugar o crea el campo donde la danza sucede o se aterriza. Entre todas se organiza la posibilidad del acontecer escénico, cargando el momento de energía o de un tiempo propio, pues se tensa para organizar un sentido a través de símbolos, conceptos, objetos, materiales, acciones… poco a poco desaparece la subjetividad para entrar en contacto con estados alterados de conciencia, nos diluimos juntas en el ejercicio estético: así cada espectador recibe la información que está dispuesto a escuchar, la que le resulta pertinente en atención a su capacidad de autocrítica, voluntad transformadora, etc. Por el mismo camino que nos deshacemos en la obra, se abre el canal de comunicación con un interior compartido. Yo soy el primer espectador de mi propio trabajo, y acompaño a los demás hasta el umbral, pero yo no puedo cruzarlo por ti, sí contagiarte y mostrarte los modos del juego y lo mucho que nutren.
¿Cómo se proyecta o crece Figuras del umbral fuera del escenario? ¿O es «solo» lo que ocurre cada vez en él?
En esta ocasión no procuro desbordamientos de este proceso de obra, organizo su potencia en el escenario en exclusiva. Tal ha sido mi apuesta o decisión.
¿La danza te sirve para responderte preguntas o para hacerte más?
¿Qué es la conciencia? ¿Qué es la materia y por qué necesita articularse? ¿Qué es la carne y la complejidad de su presencia? ¿Cómo se articulan en ella la memoria de los acontecimientos y cómo se organiza a su través la emergencia de la identidad? ¿Cuál es la función en todo esto del cuerpo, la mente, la otredad, el recuerdo, el sexo, la muerte, el sueño o el lenguaje? Un «ir con» a través del tiempo. En el tiempo, aceptando su desaparición: la del cuerpo del tiempo. Para poder ir a otros lugares, en el despliegue o apertura periódica del instante. Se trata de cultivar estados de presencia a través del cuerpo: performativos. Hacia un no-tiempo que «imprima sobre el devenir el carácter del ser (Nietzsche)».