DSO es el segundo montaje de la compañía Nomusa y se puede ver hasta el 26 de noviembre en la Sala Ultramar. Con él, el espacio escénico cierra las puertas a la exhibición después de casi doce años de incansable trabajo.
Unas cuantas pistas sobre DSO las proporciona su particular sinopsis: D de deseo. D de dedos, de dildo o de diu. De de doble penetración, de Dame más fuerte y de … doloroso. S de sexo, obviamente. También de sexy, de sexting o de self fellatio. S de semen, de saliva. Semen y saliva. Semen y saliva. S de se dispara sola. S de Shhhhhh. S de sensual, sábanas blancas o succionador de clítoris. S de sucio, de sado, de seco. S de se una perra o de señor, también. O de orgasmo. O de onanismo, de organización, de objeto. O de Oye, ¿vas a dejarme así? O de ooh, de oooh, de ooooh y, sobre todo, de oooooh dios mío.
Sobre el escenario, Sandra Calatayud, Carmen Comes y Candela Herrero, integrantes de Nomusa, que firma como colectivo el texto, la dirección y las respuestas a nuestras preguntas.
¿Cómo surge DSO?
DSO surge de la represión, los estigmas, la culpa y la normatividad, pero también de la búsqueda del deseo propio y el placer de quienes hemos sido más veces objeto que sujeto en esto del deseo. Surge de las conversaciones sobre nuestras experiencias sexuales, de hacernos preguntas sobre el universo mítico que rodea al sexo. Preguntas que no buscan tanto ser respondidas como generar más preguntas, como un eco de interrogaciones colectivas
DSO es reconocerse en aquello que nos ha atravesado, es entender que nunca se está sola del todo. DSO es muchas cosas pero, sobre todo, es poner nuestro deseo en el centro.
Firmáis de manera conjunta tanto la escritura como la dirección. ¿Cómo ha sido cada uno de los trabajos? ¿Os dividís funciones o todas hacéis de todo?
Trabajamos siempre de forma horizontal. Nuestra manera de crear es en colectivo tanto en la escritura, como en la creación escénica o el trabajo más actoral. Generalmente escribimos juntas, pero las veces que el material textual es más individual está siempre atravesado por las líneas que trazamos de forma conjunta. Nuestras sesiones de trabajo son un continuo prueba error, un espacio de búsqueda constante en el que desechamos muchísimo material (uno de los grandes aprendizajes de este proyecto, no aferrarse a los materiales), pero también un lugar en el encontrar esos pequeños tesoros que generan el universo de la obra. Aunque al final, lo que desechamos está también de alguna forma.
En cuanto a la división de tareas, lo hacemos un poco sobre la marcha. Tenemos formaciones muy diversas y bagajes y referentes bastante dispares. Carmen es bailarina, Candela poeta y Sandra violinista. Aquí a quien no se le da bien coser se le dan guay las redes o las referencias pictóricas a la hora de construir imágenes.
¿Qué relación guarda DSO con Eros, vuestro anterior montaje? Entonces, Carmen dirigió y no interpretó y ahora estáis las tres en el escenario y dirigís de manera conjunta.
DSO es la segunda pieza de la compañía. Cuando escribimos Eros, nuestro primer montaje, la idea era crear un tríptico con algunos de los mitos que nos construyen como mujeres, quiera decir eso lo que quiera decir. La primera parte de este tríptico fue Eros, donde hablamos sobre la mitología que orbita alrededor del amor romántico. La segunda es DSO, con la que nos interrogamos sobre el deseo sexual a través de cuestiones como la heteronorma, la virginidad, la culpa, el porno, la educación sexoafectiva, el consumo de cuerpos o la reparación. Y la tercera tendrá que esperar un poco para ver la luz. La autogestión es siempre complicada.
En Eros, Carmen tomó el rol de directora y Candela y Sandra de actrices en un momento avanzado del proceso creativo. Estuvimos trabajando las tres juntas en el linóleo hasta que la naturaleza de la pieza demandó ir separando los roles. Para nosotras Carmen está en escena aunque no lo esté y Candela y Sandra están fuera aunque estén en escena.
En el caso de DSO fue algo más complicado. Nos hemos dirigido desde dentro. Una experiencia, como poco, divertida y caótica, pero que ha sido un aprendizaje tremendo y que creemos que ha supuesto un salto de calidad respecto a nuestro primer proyecto. Nos pasamos el proceso más de ensayos entre la dirección y la interpretación en un limbo raro. La pieza tiene secuencias de las tres que requieren un ritmo y un movimiento muy preciso. Nos grabamos, utilizamos espejos, salíamos y entrábamos… Un jaleo, vamos. Necesitábamos un ojo externo.
En la última parte de los ensayos encontramos los ojos que el proyecto necesitaba. Contamos con la mirada de Paula Martínez, una dramaturga, creadora y maravillosa actriz que entendió lo que queríamos hacer desde el primer café. Nos acompañó, nos sostuvo y, con su extraordinaria sensibilidad, hizo que las cosas se colocaran donde debían estar. La llegada de Paula fue como un abrazo calentito, fue poder estar dentro jugando y descubriendo, fue nuestra red de seguridad. De cada proyecto siempre te llevas algún regalo, para nosotras el regalo de DSO es Paula.
¿Qué os interesaba del sexo como materia prima para una obra escénica?
Nos interesan muchas cosas, la verdad. Desde lo político de lo sexual a la estética de la intimidad. Nos interesan los cuerpos y los afectos, la construcción del deseo, la cultura de la violación y la reparación, los estigmas, la culpa, la heteronorma y los señores, por supuesto. Un territorio con tanta mitología, tan universal y a la vez tan escondido, con un imaginario colectivo tan poderoso es un material absolutamente inagotable.
En ese tratamiento del sexo, ¿qué aporta DSO? ¿En qué se diferencia de otras propuestas
DSO desarrolla un universo muy particular con un código propio. Es una pieza trágicamente cómica, inevitablemente poética y, por supuesto, mamarracha, un experimento escénico en torno a algunos de los ejes que vertebran la construcción del deseo. La obra se construye desde la norma y la máscara, desde la caricatura y la ficción más absoluta. Pero ese andamiaje se va destruyendo conforme avanza la pieza. La vida irrumpe en el teatro para romperlo todo. A veces el teatro no es suficiente.
¿Cómo definiríais el teatro que os interesa y hacéis?
Somos una compañía con gustos muy diversos. Algunas de nuestras artistas y compañías de referencia son Marta Pazos, El conde de Torrefiel, Angelica Liddel, Zero en conducta, La tristura, Iara Solano, Beckett, Brecht o Jon Fosse.
Si hablamos del teatro valenciano no podemos no nombrar la Sala Ultramar y todo lo que tiene que ver con ella, desde los trabajos de Guada Sáez y Mertxe Aguilar hasta la programación maravillosa que llevan acogiendo todos estos años. Desgraciadamente, y por motivos que más tienen que ver con la precariedad de las políticas culturales que con la voluntad de la sala, la Ultramar cierra sus puertas definitivamente. Para nosotras es una situación agridulce. Es un honor formar parte de la historia de la sala y poder mostrar nuestro trabajo en este espacio de referencia para el teatro alternativo valenciano, pero, como parte del tejido teatral valenciano, estamos de duelo.
Otras de las creadoras y compañías valencianas que nos interesan son El Gatopardo, Teatro de los chinos, Mafalda Bellido, Paco Zarzoso, El Pont Flotant, La Teta Calva, Intrat Cía o La Galguera, por nombrar algunas. A pesar de la precariedad, en València existen muchas compañías cuyos trabajos son interesantísimos.
¿Tuvistéis algún referente (escénico o no) a la hora de crear DSO?
Algunos de nuestros puntos de referencia han sido los Hermanos Marx, José Luis Cuerda o Tricicle, pero en versión feminazi, claro. Julio Iglesias y Bertín Osborne han sido también un material fundamental para la construcción de la pieza.