¿Cómo vivimos sabiendo que un día dejaremos de estar vivos? Un eclipse total como metáfora, como anticipo, como ensayo de un destino insalvable: el final de nuestros días.
Así presenta la compañía Pont Flotant en su web el montaje Eclipsi total (Teatre El Musical, del 3 al 6 de noviembre). Un paso adelante en su trayectoria que de alguna manera ha ido siendo anticipando en sus anteriores producciones.
Joan Collado, Pau Pons, Àlex Cantó y Jesús Muñoz (vamos, Pont Flotant) firman la dramaturgia y la dirección. Los dos últimos asumen la interpretación de la obra. Y Jesús es quien contesta nuestras preguntas.
¿Cómo surge la idea de Eclipsi Total?
La idea, de alguna manera estaba latente, presente, en muchos de nuestros trabajos. El hablar del paso del tiempo, de los recuerdos, de la memoria, está implícito en montajes como Com a pedres (2006), Exercicis d’amor (2009), Algunes persones bones (2011), El fill que vull tindre (2016)… Pero sí que es la primera vez que decidimos abordar el tema de la muerte de manera directa, sin filtros, porque nos empieza a tocar de cerca. Y porque ya hacía bastantes años que estaba el tema encima de la mesa y todavía no nos habíamos atrevido porque, a priori, es un tema que nos da mucho respeto, nos parece muy complejo, muy profundo, en principio es como muy poco apetecible. Un tema con muchos tabúes también y con una serie de prejuicios que nos tiraba un poco para atrás, pero al final decidimos abordarlo. Durante la pandemia, la muerte estuvo más presente todavía en nuestras vidas y quisimos hacer ese ejercicio de salto al vacío. Y decidimos comprobar si, desde nuestro lenguaje, era posible abordarlo, desde la luz, desde el humor…
Una vez lo decidimos, pues ya nos entró el vértigo y la inseguridad (ríe), pero poco a poco nos fuimos dando cuenta de que hablar de algo tan universal y filosófica, moral e ideológicamente tan complejo, nos ayudaba mucho. Fue un volver casi a los inicios. Después de una etapa bastante larga con una serie de trabajos muy hacia hacia la comunidad, en relación a otras personas, nos vino muy bien volver a encerrarnos los cuatro en nuestro espacio de trabajo y retomar un poco estas raíces. Creo que Eclipsi total tiene mucho que ver con Com a pedres. Era una vuelta, pero que recogía muchos de los hallazgos o de las herramientas de trabajo que hemos ido creando durante estos años. No me refiero a los inicios de la compañía, pero sí a los trabajos más de autoficción, con utilización de elementos autobiográficos, y de la mezcla entre realidad y ficción.
Esos montajes de Pont Flotant que has ido mencionando y otros más recientes siempre han estado muy vinculados a la vida, ahora con Eclipsi total habláis de la muerte, pero a pesar de la separación que podría establecerse, resulta muy coherente que sea así.
Una vez leyendo una entrevista a un director de cine decía que tenía la sensación de hacer siempre la misma película. Yo tengo la sensación, y esto es muy personal, de que siempre hacemos la misma obra de teatro. O de que nuestros trabajos giran en torno a lo mismo siempre. Y creo que en esos trabajos a los que me refería antes estaba presente la muerte y al mismo tiempo tenían mucha vida. En Eclipsi total está el tema de la muerte, pero en esencia es una celebración de la vida. Comparte con los otros trabajos que tiene mucha luz y humor. Es un trabajo que no huye de lo emotivo, que tiene momentos muy tiernos, momentos que te pueden sacar la lágrima, momentos divertidos, otros reflexivos, es un trabajo que tiene ese sello nuestro, no sé si hablar de optimismo o mucha vida. Sí que quizás es un trabajo más maduro. Es un trabajo en el que abordamos un hecho irremediable e irreversible … de momento (ríe), como es la muerte, y lo asumimos de una manera quizás más sobria, sin huir, como decía, de los momentos más emotivos o de los más cachondos, pero hay una sobriedad y hay una seriedad porque es un tema serio. Nos sale así porque somos así.
Has dicho que de alguna manera la pandemia os ha influido a la hora de abordar ahora el tema de la muerte. Si no hubiéramos pasado por ella, ¿hubierais hecho esta obra más adelante, independientemente de la pandemia o no?
Sí, sin duda. Nos estaba esperando y lo habíamos postergado en un par de ocasiones, porque cuando se puso sobre la mesa dijimos “no es el momento, todavía es pronto para hablar de esto”. Hasta que llegó la pandemia. Posiblemente era el peor momento para hablar de esto, pero quizás por ser el peor momento había que hablar de ello. A nivel comercial no era la mejor idea (ríe), pero sí que para nosotros era un buen momento a nivel social para reflexionar acerca de esto. Y a nivel personal sentíamos que era el momento.
Como ya ha ocurrido en muchas otras ocasiones, los cuatro firmáis la dramaturgia y la dirección. ¿Cómo es ese trabajo conjunto?
Con muchas horas debatiendo, discutiendo, defendiendo ideas… porque obviamente nunca estamos de acuerdo en todo. Hay diferencia de criterios, de opiniones, en cuanto a las propuestas, pero intentamos como mínimo escucharlas y luego a partir de cierto momento empezar a ver realmente qué es esencial y que no dentro de una dramaturgia. Evidentemente hay reparto de tareas y de responsabilidades. Joan es el responsable de la escenografía, aunque todas opinamos y damos ideas. Álex tiene una responsabilidad mucho mayor sobre la producción y toma decisiones sobre lo que se puede hacer y lo que no. Joan y yo de los textos. La dirección compartida también con Joan y con Pau.
Pero sí que hay un momento en el que alguien tiene que salir un poco fuera, sobre todo en la recta final del trabajo y donde yo personalmente me trago todas mis opiniones y dejo de opinar de la dirección escénica. Llega un momento en el que la obra está y lo que falta es dirigirla desde fuera. Si una escena es demasiado larga, si falta algo, si una transición es muy corta… una serie de cosas para las que hay que aprender a retirarse de, digamos, esa parcela y dejar que otras personas tomen decisiones. Y esto es difícil a veces, dejar de opinar y asumir que ya la cosa no te pertenece. No es un trabajo fácil porque conlleva tiempo, pero a la vez nos da una seguridad o una tranquilidad la idea de compartir esto. De hecho cuando dirigimos cosas fuera de la compañía y no estamos, a veces tenemos que llamar al resto para que vengan a ver un pase y den su opinión. Estamos muy acostumbrados a compartir la responsabilidad y a valorar las opiniones del grupo. Ya son 22 años juntos.
En tu caso, además, en Eclipsi total, eres uno de los dos intérpretes (junto a Àlex Cantó) que está en el escenario, sumando una responsabilidad más.
En una obra como Eclipsi total, donde estamos solos Âlex y yo, y donde Pau y Joan están fuera, hay un momento en el que tanto Àlex como yo dejamos de opinar y dejamos que tanto Joan como como Pau puedan acabar de dirigir la obra. La obra está hecha, lo que hay que hacer es acabar de dirigirla, redirigir algunas cosas, cuestiones más concretas de las cuales nosotros dos nos tenemos que olvidar, porque si no, a veces entras en una especie de esquizofrenia en escena. Al final estás preocupado por la luz, por el diseño, por la música… porque hay infinidad de cosas en un trabajo así. Es un viaje de una hora y veinte minutos, pero es un viaje cañero. Es un viaje intenso, especial, tanto para Àlex como para mí.
En la nota de prensa se menciona que se ahonda en el tema de la muerte, pero sin caer en el melodrama.
Lo he dicho antes. Creo que el humor tiene capacidad para relativizar, como lugar desde donde poder salir para cambiar de perspectiva. No ver la muerte solo como un momento triste, sino también ver la muerte como el recuerdo. Creo que es algo bonito recordar en escena cómo eran tus abuelas, cómo eran tus abuelos y cómo murieron. Recrearlo, contar cómo fue es algo que le quita melodrama porque tiene un punto muy sobrio. Yo interpreto a mi abuela contando cómo se murió mi abuelo, porque es el recuerdo que tengo y hacer de mi abuela contando esto me da cierta distancia, pero a la vez este distanciamiento es la puerta de entrada a este lugar más tierno del que hablo. Es bonito escuchar cómo se murieron las abuelas. Escuchar a las abuelas conversando cuando se van. No es melodramático, pero tiene un punto nostálgico.
De alguna manera, esto que explicas sobre la obra tiene un paralelismo con la vida real cuando afrontamos la muerte de un ser cercano.
Las fases del duelo están presentes en Eclipsi total de alguna manera, implícitamente, porque si trabajas la muerte, uno de los documentos es este, las fases del duelo. Hay una escena en la que no estamos presentes, una escena en la que se proyecta el texto porque quisimos darle como este tempo diferente para leer y dar ese espacio también al espectador, que es una conversación entre Àlex y yo, en la que él dice que no le da miedo morirse, que la muerte no tiene que ser traumática si no es antes de tiempo, repentina, accidental o dramática. Cuando muere un familiar con una edad avanzada, obviamente al principio hay dolor y tristeza, pero hay un momento en el que hay un recuerdo bonito de estas personas con las que compartiste una parte de tu vida. Y al final creo que Eclipsi total es en parte un homenaje a estas personas. Mis padres y los de Àlex la han visto y sus padres están presentes en dos escenas en las que hacemos de ellos. Recuerdo que mi padre me contó que se le iba la cabeza viendo la obra, que empezó a pensar muchas cosas. Claro, si esto le pasa al espectador que no nos conoce, imagina a nuestros padres que están viendo a sus padres en el escenario, a su mujer… Al principio, tenía mis dudas sobre cómo lo iban a recibir y les expliqué antes de que viniesen en qué consistía. Salieron felices del teatro y con ganas de volver. Lo han tomado como lo que es en el fondo, un homenaje a estas personas que ya no están, incluso a ellos que un día no estarán. Al final creo que es un homenaje también a la vida, es una celebración de la vida.