Un entierro que es una fiesta. El abuelo Dimitri ha fallecido y sus nietos deciden, mientras le dan sepelio y no saben qué hacer con las cenizas, ir recordando las canciones que aprendieron gracias a él. El Funeral llega a València después de más de 1.2000 representaciones por todo el mundo. La compañía aragonesa Che y Moche se encarga de la ceremonia en la sala Russafa (12 y 13 de diciembre) con un espectáculo músico-teatral con una buena dosis de humor negro que se atreve a reírse de la muerte. Su director, Joaquín Murillo, contesta nuestras preguntas:

Después de más de una década y más de 1200 representaciones, ¿qué estímulos (desde el punto de vista creativo) se tienen a la hora de salir al escenario?

Todos los del mundo, es un privilegio poder hacer una representación después de 1200 funciones y tantos años de gira, es casi un estado natural en el que todo fluye maravillosamente y ese control permite seguir encontrando y mejorando cosas, es un placer absoluto y creo que para el público también. Sin duda a lo que siempre se aspira.

¿Cómo ha cambiado la obra en todo este tiempo?

Todo y nada, si algo la hizo triunfar fue su originalidad, su frescura, la fuerza y virtuosismo de la violinista Teresa Polyvka, su formato novedoso, su humor… Todo eso la hizo especial para el público y hoy en día eso se mantiene pero sin duda hemos crecido, quince años de gira van transformando un espectáculo tan vivo que se nutre del happening y de la improvisación. Siempre hemos sentido la dramaturgia del Funeral como algo vivo que debíamos actualizar constantemente, en contenidos y forma. Tanto, que ha crecido en duración, números musicales y sobre todo en disfrute.

Echando la vista atrás, ¿cómo surgió la idea de El Funeral?

Los proyectos no son tanto ideas como el resultado de procesos. Hubo un tiempo, hace casi 20 años, en los que la música zíngara y del este de Europa formaron parte de un proyecto importante y muy intenso, fue algo estimulante y revelador artísticamente pero muy duro y trágico en su contenido. Ese contacto con la tradición y el folclore zíngaro nos llevó a buscar el contraste de lo trágico y fue como surgió El Funeral.

¿Cómo se reparten la importancia, o el protagonismo, la parte teatral y la musical?

Ese es otro de los aciertos del espectáculo, la obra es un concierto y el concierto una obra de teatro. Desde el principio los actores que ya eran músicos trabajaron por ser grandes músicos y los músicos hicieron lo propio y eso lanzó la comedia a las estrellas. Allí donde vamos siempre destacan ese equilibrio

Desde el punto de vista de la dirección, ¿cuál es el mayor reto en El Funeral?

Sin duda alguna, encontrar un lugar común para actores y músicos donde la verosimilitud de la obra funcione para ambos respetando ambas disciplinas y haciendo que las dos tengan recorrido y crecimiento a lo largo de las funciones

¿Qué se van a encontrar los espectadores que vayan a ver El Funeral? ¿Se pueden reconocer aires de Kusturica o Bregović?

Algo de eso que comentas se encuentra entre las fuentes de los años 90 y no reniego de ello, pero seguro que hay algo más personal y único en nuestro Funeral que lo ha convertido en un éxito. Una familia de zíngaros con las cenizas de su abuelo en un teatro celebra el funeral de su abuelo, no hay cuarta pared y el público son los invitados, todos juntos recorren la vida y los recuerdos de la familia con su abuelo Dimitri a través de la música.

¿Qué tiene El Funeral para que su recepción haya sido igual en países de culturas bien distintas?

El rito en un doble sentido, el teatral y el de la muerte, la fuerza de sus personajes, la sencillez de la trama, la espectacularidad de la violinista, pero sobre todo lo común y lo universal de la muerte, allí donde vamos dicen “jamás estuve en un funeral donde la fiesta por la vida estuviera tan presente, fue pura diversión”

¿Habéis tenido que variar algo del espectáculo por las restricciones del covid?

En un espectáculo tan participativo era imposible no hacerlo, pero hemos hecho de la necesidad virtud y todo lo incorporado ha contribuido a actualizar muchos gags consiguiendo mayor complicidad con el público, poniendo el acento allí donde el momento actual lo precise.