A Luis García Berlanga y a Rafael Azcona seguro que les habría encantado. Una adaptación de El verdugo con marionetas, muy fiel al original (escrito por ambos y dirigido por el primero), pero también con aportaciones propias. Es lo que ha hecho Ángel Calvente. Y se podrá ver en València los días 10 y 11 de noviembre, dentro de la programación del Escalante, en la Sala Matilde Salvador de La Nau.
La película es una obra maestra, de 1963, protagonizada por Nino Manfredi, Emma Penella y José Isbert. Calvente reconoce que «tenía muchas ganas de hacerlo, es un proyecto que me rondaba por la cabeza hacía muchos años y decidí que coincidiendo con el sesenta aniversario del estreno de la película en Venecia era el momento».
En anteriores ocasiones, Ángel Calvente, a través de su compañía El Espejo Negro, ya había adaptado con marionetas La venganza de Don Mendo o el libro de Fernando Aramburu La vida de un piojo llamado Matías. Esta es la primera vez que lo hace con un film, aunque como en las anteriores obras prima el lenguaje escénico. Para ello, «he tenido que eliminar algunas escenas, pero eran las más fáciles de eliminar porque no aportaban, con todo mi respeto (ríe). La historia seguía entendiéndose igual sin ellas».
¿Es muy fiel la adaptación? ¿Hay aportaciones tuyas?
Hay aportaciones porque es casi imposible adaptar al cien por cien la película al mundo del teatro y más al teatro de marionetas, donde es cierto que se puede hacer lo que uno quiera, porque son actores que miden 60 ó 70 centímetros en este caso (ríe) y a partir de ahí puedes hacer maravillas, pero sí he sido muy fiel. He sido muy fiel al guión original de Luis García Berlanga y Rafael Azcona porque es una joya. Es verdad que he tenido que recortar, pegar, reescribir, inventar… en algunos momentos y tiene mi toque, hay cosas que han cambiado, pero que no dificultan en absoluto la comprensión de la historia. Y el final va un poquito más allá que la película.
El hecho de que sea una película tan conocida, ¿qué ventajas e inconvenientes tiene a la hora de trabajar sobre ella?
Hay miles de ventajas y de inconvenientes. Si el espectador teatral lo que pretende es ver la película sobre el escenario no lo va a encontrar, aunque sí se acerca en muchos momentos porque es un espectáculo muy cinematográfico, incluso hay proyecciones que ayudan a entender la historia. Por ahí sí, pero claro si espera otra cosa… aunque muchos fans, superfans, del trabajo de Berlanga y de sus películas, salen muy agradecidos, emocionados, porque se dejan llevar por el mundo de la marioneta y sobre todo porque el mundo berlanguiano se acerca con toda mi modestia a mi mundo que es también como muy de humor negro. El mundo de El Espejo Negro tiene, también, ese humor tan rebuscado y al mismo tiempo tan cotidiano que también reflejaba muy bien Azcona en sus guiones. Vamos, que convenientes casi todos e inconvenientes muy pocos. La gente se deja llevar y entra al juego nada más aparecer Amadeo con su maletín en la primera escena y están allí los de la funeraria con la caja de muerto vacía.
Siendo el encargado de construir las marionetas. ¿Tomaste como referentes para los personajes los actores que aparecían en la película?
No, en absoluto. Amadeo sí que se puede acercar un poco a José Isbert porque es un tío bajito, rechoncho y con la nariz grande. Pero, luego, Carmen no tiene nada que ver con Emma Penella. Es una Carmen muy exuberante, muy a lo Gina Lollobrigida, a lo Carmen Sevilla, a lo Sofía Loren. Es mucho más sexual y más atrevida. Y luego está José Luis que es un tipo con los ojos, azules un poquito rubio, muy apocado y mucho más efervescente que el personaje que hacía Nino Manfredi en la película.
También es cierto que las marionetas sobre el escenario tienen que estar siempre un poco por encima de los registros porque si no se quedan muy planas, es decir, la voz que le dan los actores y la actriz a los personajes siempre les dan vida, pero tiene que estar como un poquito por arriba, porque si no pueden perder la chispa y sobre todo el tempo. El tempo de la marioneta tiene que ser un poquito más rápido, aún así el espectáculo tiene sus momentos muy delicados, con los textos muy mimados, muy bien dichos, suaves.
Las marionetas se pueden acercar, y no, a los personajes de la película, eso ya cada persona pone su imaginación. Por ejemplo, mi carcelero, el que está desayunando cuando aparece Amadeo en la cárcel después de haber ajusticiado al reo, es el Rey Juan Carlos. Al crear los personajes les doy unas características visuales que tú los ves y te recuerdan a alguien.
¿Qué ha sido lo más complicado de la adaptación?
Lo más difícil ha sido la adaptación del guión. Sobre el escenario solo hay cuatro personas, tres actores y una actriz, y dan vida a una treintena de personajes. Hay momentos en que se tienen que doblar a ellos mismos y ahí estaba lo más complicado. Cuando escribía, adaptando el texto, tenía que ir pensando que solo habría cuatro personas sobre el escenario… y que no hay milagros.
En la película hay dos escenas míticas e importantes en la historia: cuando van a buscar al verdugo a unas cuevas en las que está de excursión y cuando es arrastrado por un patio para que vaya a ajusticiar al condenado. ¿Se mantienen en tu montaje?
No las he eliminado en absoluto. Están en el espectáculo. Además se arrastra a la marioneta protagonista, la arrastramos y la seguimos con un foco de luz, todo ahí es muy tétrico, el personaje se revuelve, no quiere ser llevado a ajusticiar al reo. Y a la de las cuevas le he dado otra mirada teatral. Por ejemplo, van a Mallorca en avión, no en barco, y hemos hecho un número musical.
¿Tiene protagonismo la música en tu adaptación?
Sí, tiene presencia. Yo nací en 1961, casi el año en el que ocurre la película, y tengo muchos recuerdos de niñez, de músicas que están en el espectáculo y que te llevan a ese mundo, a esas vivencias.
¿Has conservado de alguna manera el blanco y negro de la película?
Es un espectáculo con colores pero siempre predomina el gris, hablamos de una España gris, sumisa, y aunque de vez en cuando salta el color, es reprimido rápidamente.
El montaje te está dando alegrías incluso más allá de los escenarios, ¿no?
He tenido el honor y la satisfacción de conocer al hijo de Azcona, a Rafael. Estuvo en Málaga presentando un libro y estuvimos hablando muchísimo de la obra de su padre, de cómo escribía y el por qué. Le mandé toda la información porque él vive en Bruselas y le entusiasmó, le encanto, no se lo podía creer, se quedó muy fascinado de que se pudiera haber hecho con marionetas. Es un proyecto que me está dando muchas alegrías, es muy gratificante poder poner en pie una obra como El verdugo, un deleite.