Vivimos en un entorno tal vez demasiado ombliguista. Las redes sociales nos empujan a cultivarlo. Y el mundo del arte no es ajeno a ello. Los creadores hablan en las inauguraciones de las exposiciones, pero no es habitual que lo hagan sus obras. Hay muestras individuales, hay muestras colectivas, lo que no hay es diálogo, intercambio. La piel del mundo y otras cáscaras (en Pepita Lumier hasta el 13 de enero) lo persigue y añade un nuevo invitado en esa comunicación: el público.
El planteamiento es sencillo a priori: cinco hacedores de objetos, cinco ilustradoras, cinco parejas. Traspasando todos ellos los límites del clásico bodegón. El subtítulo de la muestra indica el camino: Reflexiones y refracciones en torno a la imagen y al objeto. La cartelería de la exposición se difumina escrita en las paredes para evitar el ruido. Y empieza el juego.
Las cerámicas de Canoa (comisarios de la muestra junto a La Nevera Ediciones) encuentran cobijo, espacio, color y calor en las ilustraciones de Ana Civera; el tándem Totoomi + Sara Luz parece ensayar una coreografía espacial en la que dos universos lumínicos se buscan, se encuentran y celebran el equilibrio logrado; la aparente sencillez de las obras de Coco Fernández completan el acogedor fresco que marcan las mesas, marcos y lámparas de Cadascú, que tan pronto se decantan por la elegancia como por la madera desbocada, eso sí con idénticos y maravillosos resultados; Lebrel y Cachete Jack trasladan la conexión personal entre ellos a sus creaciones configurando un todo casi indisoluble; y la sencillez y elegancia de la ropa interior de The Nude Label se proyecta en el reverso dibujado por Carla Fuentes con un tino que potencia formas, tonos y relieves. No os quedéis sin ver la exposición.