Serie «La València desaparecida», de Lisardo Arlandis. Foto cedida por Foto Club València.

En la Plaça dels Porxets, mucho años antes de que se instalara el hipnotizante busto de Blasco Ibáñez, obra de Nassio Bayarri, se encontraba el establecimiento Casa Manero. En el número catorce. Una tienda dedicada a la venta de cámaras, artículos para la fotografía y laboratorio de revelado. Enrique Vizcaíno García era su propietario. Y fascinantes eran las ilustraciones de sus portafotos, con falleras cámara en mano enfocando al Miguelete, a Santa Catalina o al Mercat Central en una recreada lejanía.

Casa Manero tenía una trastienda que cuando terminaba su horario comercial se convertía en lugar de tertulia. Hablamos de finales de los años veinte, del siglo pasado. Vicente Peydró Marzal (sí, el hijo del reconocido músico que tiene una calle a su nombre, muy cerca precisamente de Porxets, rebautizada popularmente como la calle de las cestas) fue uno de los impulsores de aquellas reuniones. En ellas, la fotografía era el principal tema de conversación y coincidían profesionales con aficionados.

Fue en una de esas jornadas cuando Vicente Peydró propuso al resto constituir una sociedad fotográfica. La idea fue recogida con júbilo por los demás contertulios. Las dos primeras misiones las tenían claras: encontrar un local céntrico y redactar un reglamento. Estaba a punto de nacer el Foto Club València, que 95 años después sigue vivo y fotografiando. Es en su sede actual donde Toni Benito (València, 1952), que durante 35 años fue su Presidente, rememora una historia que se ha encargado personalmente de investigar.

«De la trastienda de Casa Manero se trasladan a un local en la calle de La Paz. Era una sociedad de cazadores, La Cinegética, que les ceden una habitación, un rinconcito, donde empiezan a reunirse, y se funda en 1928 el fotoclub». Allí permanecerán hasta 1952, y sin abandonar el centro de la ciudad, se mudan a Embajador Vich, hasta que las termitas les obligan a un nuevo cambio, «el edificio estaba devorado por ellas, tuvieron que derribarlo todo». 

Inauguración de la sede de Embajador Vich. 29 de abril de 1952. Archivo del Foto Club València.

Tardaron casi año y medio en encontrar nuevo local. Mientras tanto se reunían en un bar de Embajador Vich esquina con Moratín. El problema era dónde almacenar los fondos del fotoclub. «Los libros nos los guardó un socio en la habitación de un piso que no utilizaba», recuerda Toni Benito, quien por entonces ya ejercía de presidente. «Las fotografías me las llevé yo a casa y ahí estuvieron ocupando una habitación entera hasta que unos amigos joyeros me ofrecieron su caja fuerte. Cuando ellos se trasladaron las tuve que traer, otra vez, a casa hasta que inauguramos la nueva sede». Fue en 2004, en Gaspar Aguilar.

Siete años permanecieron allí hasta que se reubicaron en el actual bajo en la calle de la Mare Petra. «Aquí estaba la Asociación de Vecinos y yo les traía información sobre las películas que nosotros programábamos los últimos viernes de cada mes. Creo que nunca vinieron, pero una vez hablando con el que llevaba el alquiler, le dije que si un día lo dejaban me avisara. Y así fue, nos costó un gran sacrificio de dinero pero vinimos». «De hecho pagábamos 7 € de cuota y tuvimos que subirla a 8». La coda es de Eugenia Malea (Buñol, València, 1957) actual Presidenta («accidentalmente») del Foto Club València.

Eugenia y Toni forman parte de su Junta Directiva, que se completa con Alen Ribera (Nîmes, Francia, 1962) y Salvador Belenguer (Cuenca, 1957). Con los tres primeros compartimos una tarde de poniente en la sede de la asociación. Rodeados de libros, revistas y fotografías, recuerdan cómo llegaron ellos al fotoclub.

Toni lo hizo en 1979. «Yo hacía fotos con una cámara pequeñita que era de mi padre y un amigo mío, Alfonso, que ya era socio me animó a apuntarme y me llevó a la sede de Embajador Vich». No solo lo hizo, sino que tres años después ya era el Presidente.

Eugenia llegó en 2007. Le gustaba hacer fotos en los viajes que realizaba. «Me enteré por una amiga que había un fotoclub en el barrio, me acerqué a Gaspar Aguilar, pregunté, me atendió un hombre que se llamaba Alejandro Mayordomo, con tal magnetismo, que esa misma tarde me apunté».

Alen se hizo socio en 2021. Más de treinta años antes había vivido su particular idilio con la fotografía analógica «hasta que me compré una Canon digital y ya nunca fue lo mismo». Hace relativamente poco decidió recuperar su amor de juventud. «Me puse a buscar sitios en València donde impartieran cursos de fotografía, aunque a mí lo que me interesaba más que los talleres era que se hicieran salidas. Encontré la web del Foto Club, les escribí, me contestaron, me acerqué a la sede actual en Mare Petra y me hice socio».

Eugenia Malea, Toni Benito y Alen Ribera en la sede actual del Foto Club València. Foto: Saz Enif.

A lo largo de sus noventa y cinco años de historia, el Foto Club ha vivido momentos  muy duros, en los que el fantasma de la desaparición les ha sobrevolado. La última vez fue a raíz del coronavirus. «La pandemia nos hizo mucho daño como a todo el mundo», explica Eugenia. «Al no haber actividad, muchos socios, sobre todo los más recientes, se fueron borrando. La Junta anterior, a la que también pertenecía, se vino abajo con este tema. Hasta tal punto que peligró la sociedad». Alen, que acababa de aterrizar lo recuerda, ahora pasado el tiempo, con cierto humor. «Yo solo llevaba un mes apuntado, había pagado el trimestre y llego a la asamblea y me dicen que el fotoclub va a cerrar».  Al final no fue así. Eugenia asumió la Presidencia y consiguieron alcanzar el centenar de socios, una cifra que les permite seguir funcionando.

No era la primera vez que salvaban un set ball. En los ochenta pasaron por una situación similar. Toni lo recuerda bien. «Cuando yo entré en el Foto Club, en Embajador Vich, era todo gente muy seria, muy mayor, muy clásica. A partir de finales de los 70 y primeros 80, empezó a entrar gente joven que hacía una fotografía diferente, más atrevida, sobre todo influidos por el grupo Afal. En los concursos es donde más se notaba la diferencia entre unos y otros. Hasta tal punto que algunos de los más veteranos decían que aquello era una porquería. Se convocó una Junta especial y muchos de los socios mayores se enfadaron y se fueron, acabaron en Agfoval. Nos quedamos los jovencillos y a duras penas fuimos aguantando». La tienda de artículos fotográficos Fotopro les echó una mano (que igual que ocurre ahora) les permitió continuar.

Con Agfoval (Agrupación Fotográfica Valenciana) estuvieron a punto de fusionarse a finales de los noventa. El Foto Club no atravesaba un buen momento y Toni Benito habló de esa posibilidad con Joaquín Collado, Presidente de la otra asociación, que le reconoció que siempre había pensado en esa posibilidad. «La idea era que una no se comiera a la otra. Nosotros, entonces, éramos «más pobres» pero teníamos la antigüedad, el archivo, la biblioteca… y ellos estaban en pleno auge y tenían muchos socios. Cada uno convocó a su Junta para explicarlo. Pero en Agfoval dijeron que la agrupación resultante tenía que seguir llamándose como ellos y que en todo caso, bajo, pusiera Foto Club València. Les dije que no, que aquello no era, entonces, una fusión, y cada uno siguió su camino».

Niñas. Vicente Peydró. 1930. Foto cedida por Foto Club València.

Una de las joyas de la corona del Foto Club ocupa una doble estantería de la parte superior de sus instalaciones. Allí se encuentran revistas especializadas, tanto nacionales como internacionales, de décadas pasadas. Life, Foto Magazin, Photo Monde, Popular Photography, Photo Ilustration, Camera, Sombras, American Photography, Imagen y Sonido… En otro lateral hay una interesantísima selección de libros. Y en los armarios almacenan tanto recortes acerca de la historia de la agrupación como fotografías de Vicente Peydró, Julio Matutano (que diseñó la primera cámara de precio popular fabricada en España) o Lisardo Arlandis (este último tiene una serie sobre la València desaparecida que merecería un artículo por sí sola).

Algunas de las publicaciones archivadas contienen sorpresa. Durante los años del franquismo recibían la visita de un censor. La correspondencia no podía abrirse hasta que la supervisaba. El hombre era considerado casi un miembro más del Foto Club. «Revisaba el correo, las revistas, los libros…», explica Toni, quien ha ido señalando algunos de los hallazgos del trabajo de este señor. «Me acuerdo de una imagen de unas mujeres hawaianas, que debían de tener los pechos al aire porque les dibujó unos sujetadores negros. El tío era un  manitas porque si no te fijas bien no te das cuenta. En algunos libros hay fotos recortadas. Hasta que no hacía su trabajo y daba el visto bueno, nadie podía ver las revistas».

La trayectoria del Foto Club València durante este (casi) siglo de vida incluye algunos hitos destacables. Por ejemplo, el programa de radio Los diez minutos del Foto Club que empezó a emitirse en julio de 1946, en Radio Valencia, todos los miércoles a las 21.05h. O cuando el socio Vicente Garrigues (Vizconde de Valdesoto) participó en el II Salón Internacional de Fotografía Artística de 1954 con varias ampliaciones en color, gracias a las enseñanzas recibidas en Francia, algo tan novedoso que tuvo que ser relegado fuera de concurso. O en 1976 cuando Mª Isabel Senís García fue elegida Presidenta, siendo la primera mujer en alcanzar dicho cargo. «En aquella época no era muy habitual. Es una mujer con una gran cultura fotográfica. Hasta hace poco venía a las inauguraciones, pero ahora ya está mayor», explica Eugenia.

Foto cedida por Foto Club València.

Pero el Foto Club València no es solo pasado, sino también presente y futuro. En sus instalaciones se organizan exposiciones, talleres, presentaciones de libros, conferencias, concursos… disponen de un laboratorio, han realizado colaboraciones con el Monasterio de Simat,  con el IES Juan de Garay (un proyecto de fotografía estenopeica con adolescentes) o fallas como las de Patraix o Jesús, toda la fotografía tiene cabida (de la analógica a la estereoscópica).

La incorporación de Alen supuso un impulso hacia el futuro. «Lo primero que propuse fue cambiar la página web porque la anterior era muy antigua, mucho texto y muy pocas fotografías. ¿Cómo podía ser que un club de fotografía no incluyera apenas fotografías en su web?». También apostó por las redes sociales, especialmente Instagram, al frente del cual está Mariely Bravo. Además de la cuenta oficial, hay una segunda asociada, Callejera, gestionada por algunos socios del fotoclub y centrada en la fotografía de calle. 

Aunque sea de manera indirecta, desde el Foto Club València también salvaguardan la memoria de la ciudad, testimonio visual de lo que fue y lo que ha cambiado. Sin embargo, y aunque lo han intentado a lo largo de estos años, nunca han recibido ayuda institucional. «Hemos tenido reuniones, hemos ofrecido nuestros fondos, nuestra historia, que es patrimonio de València, hemos pedido ayudas, que se nos cediera un local como a otras asociaciones…, pero nunca hemos recibido una respuesta positiva».

Foto Club València es un asociación sin ánimo de lucro, «aquí no hay profesionales, todos somos aficionados», aclara Toni Benito. Les une una pasión. La misma que en 1928, en una habitación de una sociedad cinegética, alumbró a esta agrupación.

¿Y aún seguís haciendo fotos? «Sí», contestan los tres al unísono.