Lola Flores, Josep Renau, Carmen Calvo, Andy Warhol, Gloria Fuertes, Luis García Berlanga, Francis Montesinos o Patricia Highsmith son algunas de las más de ochenta personas retratadas incluidas en la exposición Las caras del tiempo. Ricardo Martín (La Nau, hasta el 21 de marzo). Un recorrido que más allá de por la trayectoria del fotógrafo andaluz, lo es por la historia de España de estas últimas décadas.
Sus imágenes muestran y cuentan, provocando en el visitante la necesidad de saber más, de conocer el motivo por el que un día fueron capturadas. Su supervivencia fuera del marco delimitado de una publicación e independientemente del texto que pudieran acompañar en su día, revaloriza unas instantáneas que supuran periodismo por sus poros.
Y es que Ricardo Martín (Granada, 1953) es periodismo. Después de iniciarse en su ciudad natal en Patria e Ideal, pasó a formar parte del equipo fundador del diario El País, donde permaneció ocho años (de esa experiencia proceden buena parte de las fotografías de la muestra). También fue editor gráfico en el semanario Tiempo, trabajó en los periódicos Ya y As, o ejerció de subdirector y máximo responsable de imagen en la revista cultural Mercurio.
En la entrevista incluida en el magnífico catálogo de la exposición, le cuentas a Elvira Lindo que ante la imposibilidad de estudiar Periodismo, empezaste Derecho en Granada, te compraste una Leica, empezaste a hacer fotos de calle, las llevaste al diario Patria y … hasta hoy. ¿Por qué la fotografía? En aquellos años, ¿qué pensabas que te permitía la fotografía (más allá de la posible salida profesional que imagino que no estaba entre tus pretensiones dado lo azaroso que parece cómo empezaste a colaborar con Patria) que no podían el dibujo o la palabra, por ejemplo?
Cuando eres joven te profesionalizas cuando descubres una afición que te atrae mucho, sientes reconocido tu trabajo y te pagan por hacerlo. Eso es lo que me pasó con la fotografía de prensa. En ese diario de Granada, donde coloqué mis primeras fotos, entré en plantilla con 21 años, publiqué también reportajes completos de texto y fotos durante un par de años, pero finalmente me decidí por mis mejores aptitudes para la fotografía.
El dibujo, por otro lado, es una tarea que siempre me ha entusiasmado, es más meditativa que la fotografía, de gran valor para observar la realidad con una atención más sostenida, aunque al final se elija, como yo hago, un modo expresivo en los trazos. Nunca lo tomé como un trabajo para ganarme la vida.
En esa misma conversación afirmas que tu generación aprendió la técnica fotográfica a base de hacer fotos y verlas publicadas. ¿Crees que serías (y hubieras sido) otro fotógrafo de haber tenido una formación más académica? ¿En qué sentido?
Entonces no había escuelas de fotografía. Existía la llamada Escuela Oficial de Periodismo, franquista, y más tarde comenzó la Facultad de Ciencias de la Información, que impartía clases con escasa capacitación práctica. Desde Granada decidí matricularme en esta última pero enseguida me fichó el diario El País para incorporarme como fotógrafo a su equipo fundador.
Siempre está bien adquirir conocimientos universitarios de cualquier disciplina pero en el caso del fotoperiodismo, y creo que también en el del periodismo en general, no es requisito imprescindible ninguna formación académica específica. A escribir se aprende leyendo y escribiendo, y a fotografiar tomando muchas fotos y analizando lo que hacen otros más veteranos. El oficio práctico y continuo en los periódicos ha sido la mejor escuela, donde cada día se se comentaba y valoraba tu trabajo. Al menos ese ha sido mi aprendizaje continuo.
Muchas de las fotos de la exposición se hicieron para ser publicadas y ahora gracias a la muestra (y al catálogo) adquieren cierta «eternidad». ¿Cómo lo vives? ¿Y cómo lo vive el Ricardo que las hizo en su día cuando las contempla expuestas?
Me sigo sorprendiendo al verlas expuestas en una sala grande y silenciosa, enmarcadas, cuando su función primera fue la de ser miradas con cierta urgencia en la retícula de diarios o revistas. Los retratos cobran ahora una nueva presencia, una autónomía que no tenían en medio del texto al que servían de complemento de la noticia. Ahora facilitan un mejor análisis de cada personaje, su aislamiento ayuda a contemplarlos con más calma, parece que así los conoces mejor.
¿Cómo llevaste a cabo la selección de los retratos incluidos en la exposición (más allá de la ampliación «valenciana» con la que llegan a La Nau)?
Seleccioné a los personajes sobre todo por su relevancia cultural e histórica, indiscutible valía y reconocimiento social, pero también por criterios artísticos desde el punto de vista fotográfico. Por esta razón no he tenido más remedio que dejar fuera algún retrato que no alcanzaba del todo mi exigencia estética.
¿Qué te aporta el retrato desde los puntos de vista fotográfico y creativo, que no encuentras en otras opciones?
El retrato es el trabajo fotográfico que más concentración me exige y el que más me satisface, mucho más que otras opciones. Representa un continuo desafío en el que intervienen variables que debo controlar de forma rápida e intuitiva. Cada encuentro con una persona que está frente a un observador único es para mí una aventura llena de misterio y también una vía de conocimiento, de interpretación y de búsqueda de lo que me parece esencial. Creo que un buen retrato en un periódico es una fuente de información y conocimiento tan poderosa como el dato más preciso de un texto.
¿Prefieres blanco y negro o color?
El blanco y negro, a diferencia del color, tiene en mi opinión una carga más sugestiva a la vez que reflexiva. Es más silencioso su efecto por la ausencia de la vibración del color. Distrae menos y, sobre todo en el retrato, creo que concentra más la atención, es más directo su mensaje sin los «arreglos musicales» del color.
En la rueda de prensa de la exposición dijiste que no te gusta intervenir a la hora de hacer los retratos. ¿Cómo vives los hallazgos que se producen una vez haces la foto como, por ejemplo, en las instantáneas de José Luis Sampedro, Nuria Espert o Miquel Navarro, en los que el entorno acaba regalando nuevas lecturas?
Esos hallazgos como bien dices, se vuelven símbolos afortunados, objetos emblemáticos que no busco pero que trato de aprovechar si refuerzan la imagen. Son detalles del entorno que en algunos casos añaden una mejor comprensión del personaje. Pero trato de evitar que desvíen la atención de mi principal objetivo: la sencillez del propio gesto.
En la muestra hay dos fotos en las que los retratados no posan de frente (Rafael Albertí (que además es la portada del catálogo) y Felipe González) y curiosamente no solo no se echa en falta, sino que esa imágenes acaban transmitiendo más de ambos (y del momento en que fueron realizadas) que si hubieran sido retratos al uso.
Con esas fotos he querido incorporar otras formas menos habituales de retrato. Tanto a Rafael Alberti como a Felipe González, al que acompañé durante toda su campaña electoral de 1982, los fotografié también de un modo más convencional pero son tan reconocibles de inmediato que elegí esas tomas porque aportan otro grafismo más abstracto, sin perder su figura real de retrato. La cabeza de Alberti por detrás y sus vistosas camisas son un regalo para cualquier fotógrafo. No todas las figuras aceptan esa pequeña licencia al no ser tan reconocibles.
Nos gustaría detenernos en tres fotografías concretas de la muestra. Por un lado, la de Miguel Ríos, la más antigua que aparece.
Fue un encuentro fortuito y muy grato en Puerta Real, pleno centro de Granada, y la primera vez que lo traté en persona. Yo tenía 18 años y mi Leica, él ya era muy famoso, sobre todo por el éxito en todo el mundo de su reciente «Himno a la Alegría». En aquella España gris de 1971, el joven Ríos posó así de simpático frente al Café Suizo, con la V de la victoria sobre uno de aquellos legendarios Seat 600 que había aparcados. He de decir que con el paso del tiempo, tengo la suerte de que Miguel ya forme parte de mis entrañables amigos.
En segundo lugar, en la de Andy Warhol, ¿cómo fue fotografiar a alguien tan obsesionado con su propia imagen?
Tomé la foto en la Galería Fernando Vijande cuando Warhol vino de Nueva York para inaugurar su exposición «Pistolas, cuchillos y cruces». Había mucha prensa en aquella presentación pero conseguí aislarlo un momento. Sin cambiar de expresión ni un segundo en todo el acto, el artista pop me pareció una máscara de cera bajo su peluquín flotante.
Y en tercer lugar, en las de Annie Leibovitz, única de la que hay dos fotografías (de una misma serie) en toda la muestra. ¿Cómo fue retratar a una gran retratista? ¿Supo dejar su yo fotógrafo y ser modelo?
Annie Leibovitz sumó en esa sesión sus dos habilidades de modelo y gran retratista. Estuvo muy colaboradora y, como buena fotógrafa que visualiza de antemano el resultado, ella misma quiso posar tumbada en el suelo boca arriba y luego en cuclillas, ante un arbusto, mientras iba variando el gesto con sus manos y las gafas. Sólo me preguntaba de vez en cuando: ¿qué tal así? Pasé un rato estupendo con ella en El Retiro.
Buena parte de los retratos de la muestra pertenecen al período de la Transición, sobre el que hay cierto revisionismo y se levantan ciertas dudas y críticas hoy en día. Como testigo presencial de aquellos años, ¿Cómo los recuerdas profesionalmente hablando? ¿Fue una época dorada del periodismo español?
Toda revisión histórica es saludable si aporta nuevos datos para clarificar hechos del pasado, pero estoy en contra de que se denigre aquella etapa, quiero pensar que por pura ignorancia. No tengo dudas en afirmar que durante la Transición, una etapa convulsa y amenazada, y algunos años después, se vivió el periodo con mayor libertad de expresión de toda nuestra democracia, la del mayor respeto por las opiniones ajenas y deseo de concordia entre posturas políticas diferentes. Y desde mi experiencia profesional puedo decir que la profesión alcanzó sus mayores cotas de consideración, credibilidad e influencia en nuestra sociedad. También fue la época más boyante de negocio para las empresas periodísticas. Y creo que los periodistas, en general, pudimos trabajar con los mejores medios a nuestro alcance.
Por tu experiencia profesional, eres una voz muy autorizada para hablar del estado actual del periodismo.
Las empresas periodísticas tradicionales y cabeceras de referencia sufren un periodo de escasez de recursos económicos. Eso produce falta de calidad informativa cuando no de tremenda precariedad laboral, con despidos de profesionales muy veteranos que deberían ser los maestros de las nuevas generaciones. Las noticias se han dispersado en Internet donde se tiende a confundir el ruido mentiroso o manipulado con la verdadera información. Hasta la desinformación se ha profesionalizado. Según un estudio del Oxford Internet Institute, las campañas organizadas de desinformación en Internet operan ya en 81 países y son los gobiernos y los partidos políticos sus principales productores mediante empresas privadas de intoxicación y propaganda.
Existe un extraño limbo donde cuenta más la opinión de cualquier columnista o tertuliano que la información vivida de cerca, rigurosa y contrastada, que siempre es costosa de conseguir. Y se busca sobre todo, desperdigada en la red y con escasa solvencia, la información que viene a confirmar la propia opinión de cada cual.
La fotografía, que ha ampliado hasta el infinito sus funciones con la tecnología digital, se convierte con frecuencia en un disparate visual sin criterio periodístico y su sobreabundancia produce aturdimiento. El oficio se ha devaluado hasta extremos alarmantes: hay periódicos japoneses que han despedido a su staff de fotógrafos porque prefieren contratar a repartidores de pizza con teléfono móvil porque se mueven con más rapidez y son más baratos. Así están las cosas.
¿Prefieres el término fotoperiodismo o periodismo?
Son términos equivalentes. Una buena fotografía de prensa siempre será necesaria para contar la realidad de primera mano, sin intermediarios. Es todo un género que forma parte del mejor periodismo.
¿Con qué medios colaboras ahora?
Ya no vivo el trajín la prensa, pero sigo volcado en proyectos personales que me entusiasman. Y sigo incorporando a mi galería de retratos nuevas caras de gente interesante a la que admiro.