1- No importa la hora, el día, el mes, que haga frío o calor, tu estado físico o mental, el hambre que tengas, que haya gente, alguna actividad o esté vacío… Es poner un pie en el Claustro Mayor de La Nau y se detiene el tiempo. Te invade una paz interna que sentado en alguno de sus bancos de piedra te hace ver el entorno como si fuera la primera vez que lo visitas. Y te olvidas de todo lo que te podía preocupar antes. O de las cosas pendientes que revoloteaban por tu cabeza. Y te entregarías a la lectura infinita o a la contemplación como profesión. Y sientes celos de la estatua de Joan Lluís Vives que lleva ciento cuarenta años viviéndolo. Siempre entro por la puerta de la calle de La Nave, es un ritual. Y por allí, ahora, lo primero que te encuentras es la exposición Comando DDT contra los vampiros (hasta el 29 de noviembre), sobre el cómic de género, de la escuela Bruguera a propuestas más actuales como las de Manuel Benet y Sergio Bleda, de los que se pueden contemplar originales. Caminando por ella es como hacerlo por el interior de un tebeo, con sus viñetas y bocadillos, saludando a Doña Pura y doña Pera, a Mortadelo y Filemón, a Don Pío, a Amapolo Nevera o a Don Furcio Buscabollos, haciendo paradas en las revisats Ven y Ven, Tío Vivo, Pulgarcito, El DDT o El Campéon (la revista del optimismo, ojo), con la misma curiosidad y satisfacción con que se miran algunos escaparates.

2- No es la única muestra que se puede ver, estos días en La Nau. Está la necesaria de Isabel Muñoz (Premio Nacional de Fotografía 2016), Mujeres del Congo. El camino hacia la esperanza (hasta el 10 de enero de 2021) de la que ya te hablamos aquí o Encajar un cautiverio: 63 días que cambiaron nuestra realidad (hasta el 10 de enero de 2021), surgida a partir de conversaciones entre creadores y artistas, «en ellas se reflejan las preocupaciones por la deriva social, emocional y el impacto en la identidad de grupo que están teniendo la crisis sociosanitaria de la Covid-19 en cada uno de nosotros y nuestra sociedad». Se trata de «26 propuestas creativas que están condicionadas a un espacio limitado que define este proyecto y que lo vincula estrechamente a la idea de confinamiento: se presentan obras encapsuladas en cubículos o cajas de 100x70cm, que pueden disponerse en el suelo y el perímetro del espacio expositivo, a través de las cuales tenemos acceso a cada obra, a cada espacio privado de confinamiento». Participan: Carlos Maiques, Sergi Palau y María José Llergo, Marea Danza y Corinne Films, Ana Spoon, María Cárdenas, Assad Kassad, Laura Salguero, Josep Plá…

3- Dejo para el final mi favorita: Coronacrisis y cultura: propuestas de creadores valencianos (hasta el 29 de noviembre), comisariada por Marisa Gallén. 50 creadores valencianos acompañando 50 textos o reflexiones «de expertos, nacionales e internacionales, que han aparecido en medios de comunicación» sobre las consecuencias de la pandemia. Imagen y palabra dialogando en unos tiempos en los que parece que cualquier conjugación de este verbo es enviada diariamente al estercolero. En esta interactuación (a la que le vendría bien un pelín más de iluminación) se producen conexiones big bang como la de Cachete Jack con la periodista Celia Blanco sobre cómo serán las relaciones sexuales del futuro; la de Malota con la catedrática de Filosofía Moral y Política Alicia Puleo sobre la necesidad de convertir el estado de bienestar en ecobienestar; la de Ana Penyas con la antropóloga Yayo Herrero sobre aprender a vivir con lo necesario; la de Dani Sanchis y el filósofo Hartmut Rosa sobre las distancias que establecemos con nuestros mayores; o la de Escif y el artista Ai Weiwei sobre la ausencia de límites en China en pos de su crecimiento. Cuidado que el recorrido de la muestra es circular e invita al bucle confinado.