Flores. Foto: Mame Ortiz.

Es miércoles, por la mañana. En la calle esa extraña calma ralentizada de los días de verano, aunque sea octubre. En la terraza del Rivendel, Quique Gallo, cazadora vaquera y gafas de sol, con disco recién publicado. El primero de su proyecto personal, Flores. Un álbum precioso, magnético, valiente, homéricamente pop. Uno de los discos del año, si no el disco. Unas canciones que emocionan prácticamente en cada estrofa y que al mismo tiempo reconfortan. El disco se llama Gloria, como su hermana fallecida, «dejas treinta y pico años», en el verano de 2019.

A Quique estábamos acostumbrados a verle a la batería (Aullido Atómico, Midnight Shots), ahora se pone en primera fila, guitarra en mano. No está solo. En el disco (grabado en los estudios Río Bravo y editado en vinilo por Mont Ventoux) ha contado con la colaboración de Jussi Folch (con quien también coincidía en Aullido Atómico), Xema Fuertes y Cayo Bellveser. Alfonso Luna cierra la alineación titular en directo.

¿Cómo convives con esa dualidad de haber publicado un disco tan extraordinario, pero que por otro lado te hubiera gustado no haber grabado jamás?

Es algo muy paradójico. Pienso que es lo más importante que he hecho a nivel musical, o artístico, o como lo queramos llamar, o por lo menos lo he vivido así, pero hubiera deseado no haber tenido que hacer esto nunca por el lugar de donde procede. Estoy haciendo un trabajo, que es imposible, pero que si no no podría estar aquí hablando contigo o tocando, de desvincularme un poco de las canciones, llevarlas a un terreno estrictamente musical. Que sé que es imposible, obviamente, pero me lo estoy trabajando para poder decir que este disco, más allá de lo que signifique para mí, que significa mucho, creo que a nivel artístico es un álbum que vale la pena y tiene algo que decir. Eso es lo que quiero transmitir, lo otro me lo guardo para mí.

Musical y artísticamente hablando, ha valido la pena hacerlo, a pesar de que he tenido muchas dudas porque me daba mucho miedo sacarlo a la luz, me mostraba mucho, me desnudaba. Es un disco que empecé a hacer sin pensar en nada más, es un disco muy del momento, no tenía ninguna pretensión. Cuando empecé a escribir canciones no sabía lo que iba a pasar, iba surgiendo. También pensé en la gente a la que involucraba porque no estaba yo solo. Al final creo que ha sido una buena idea.

¿Cómo acaba convertido en disco?

Tuve un momento de mucha producción, no me costó hacerlo, fueron unos meses en los que se me caían las canciones, las ideas, las emociones. Fue un momento muy introspectivo. Y lo sigo teniendo. Eso es una cosa que he aprendido, a atenderme a mí mismo.

No nace con vocación de disco, nace como una movida mía de autorreflexionar sobre mí mismo, sobre todo ordenar mi vida hasta un momento determinado. Era como una especie de juego con la tragedia, yo lo viví así, en el sentido de que la creación artística tiene el poder de permitirte ver las cosas de diferentes maneras. Este disco es fruto de ese cambio de perspectiva. Fui capaz mediante la escritura o la música de mirar la tragedia desde mi punto de vista actual, de cuando tenía diez años, desde el futuro…, me imaginaba a la tragedia mirándome a mí. Fruto de ese baile, de ese juego, son estas canciones.

Sí hubo un momento en el que me dí cuenta de lo que estaba haciendo y, ostras, me parecía algo un poco peligroso porque podría seguir en eso años, era una especie de refugio muy peligroso, era como una forma también de no dejar marchar, que es una cosa jodida. Y ahí sí hubo un momento, como digo, en el que me pregunté qué hacía y es cuando llamé a Jussi y le dije que tenía unas ideas de canciones y que quedáramos y se las enseñaba. Vino  y las tocamos. Se me ocurrió, entonces, hacer un concierto en mi casa con él, para diez o doce personas, que eran mis amigas y amigos que más me habían acompañado en estos meses tan duros, y que acabara ahí, punto final, me quería ir a otras cosas. Pero grabamos unas maquetas muy caseras y quedó muy guay, se lo enseñé a mi pareja, a otras personas, y sentí un poco de ánimo y decidí que lo grabábamos. Avisé a Chema y a Cayo. Nos juntamos los cuatro y nos fuimos al estudio directamente, prácticamente sin ensayar ni nada, empezamos a construir las canciones allí a partir de las ideas que yo tenía. Cuando lo estábamos grabando no tenía ni idea de en qué acabaría, ni si se editaría. Si alguien lo quiere publicar que lo haga, pensaba, si me encargaba yo iba a hacer muy pocas copias para los amigos y au. Y apareció Mont Ventoux. Vinieron a grabar con Alondra Bentley a Río Bravo y Chema les puso lo que estaba grabado, dijeron que se lo pasáramos cuando estuviera acabado, así lo hice y dijeron que sí, que lo publicaban. Ya no había marcha atrás.

Alguna vez habías comentado que te gustaría montar un sello o una promotora, pero ¿lo de grabar tú un disco estaba entre tus proyectos? ¿Ya hacías canciones antes de estas?

Para mí hacer canciones es algo bastante natural. Lo llevo haciendo mucho tiempo. Me gusta mucho tocar la guitarra. Y hay una cosa que se me da bien, que es tocar la guitarra, eso sí de una manera muy básica, y hacer melodías de voz. La gente está sorprendida porque me asocia a la batería y de un determinado rollo, y ahora saco un disco que es muy pop y canto. ¿Quién soy? Pues los dos y más. Tocar y grabar maquetillas en casa es algo que he hecho siempre y me encanta hacerlo. Es una de las cosas que más me gustan, se me pasan las horas. Para los grupos en los que he estado siempre he aportado canciones, que luego se pasaban por el filtro de esa banda. Pero estas canciones solo las podía cantar yo porque son muy autobiográficas, las hice para mí, para tener un recuerdo de mi vida con mi hermana, una persona a la que quería tanto, y quiero. Por primera vez me tenía que poner en el centro de la movida y montar mi propio grupo. Me encanta la forma que hemos tenido de trabajar. Todos han aportado mucho, se lo han llevado a sus terrenos y el carácter final del disco es gracias a ese trabajo hecho en el grupo.

Las letras son muy directas, trabajadas, sencillas, acongojan y emocionan, cuentan cosas cotidianas…y a pesar de ser catorce canciones en torno a un mismo tema no resultan repetitivas.

Estoy de acuerdo en lo de la variedad, en que no se repiten temas. Es por lo que he dicho antes del baile, no sé explicarlo de otra manera, por el juego con la tragedia. Fue básico para que este disco existiera. Yo estaba en mi mundo y tenía la música como refugio, y cuando abrí la puerta de ese refugio y entró la realidad fue cuando este disco cobró forma. Es muy variado porque cada canción busca un punto de vista diferente, más infantil, más dramático, más sosegado…

No tengo la sensación de haber trabajado mucho las letras como dices, salieron así. Muchas veces pienso que no he hecho estas canciones, que no soy el autor, sino que soy como un transmisor que estoy acompañando a esto, porque el proceso creativo originario, el germen, te juro, que no hubo ni una vez que me sentara y dijera voy a escribir esto o lo otro, no, me salía.

Valoro mucho la soledad, me siento muy querido y arropado, pero la soledad me parece fundamental, la soledad voluntaria. A raíz de lo sucedido fomenté mucho el cuidado de esa soledad. Pasaba muchos ratos solo, me iba a pasear, a la playa, a la montaña… y te juro, que de repente tenía como una sensación física de que estaba pasando algo, cuando la notaba dejaba lo que estaba haciendo y me iba, por ejemplo, a la playa, me bañaba y se me ocurría una idea, una melodía. Estaba muy atento a esa sensación y cuando surgía tiraba del hilo, salía una canción y pasaba página. No creo que algo así me vuelva a pasar en la vida. Ha sido una cosa visceral que se ha movido en el terreno emocional, ha sido como una catarsis, algo muy intenso para mí.

Gloria es un disco extraordinario de pop luminoso, por donde asoman The Beach Boys o Belle & Sebastian por poner dos ejemplos.

A nivel musical me considero una persona muy limitada, no soy músico. A mí me gusta tocar, me gusta mucho escuchar música, le presto mucha atención, juega un papel muy relevante en mi vida, me emociona, pero lo que sé hacer es coger la guitarra, cantar un poco, hacer melodías y luego pensar en arreglos superbásicos. No sé hacer otra cosa. Es un terreno muy natural, me siento muy cómodo.

Tenía que ser un disco muy pop desde el momento en el que me pongo al frente de un proyecto que es más personal. Mis bandas favoritas son Belle & Sebastian, Adam Green…, ese tipo de música que tiene amabilidad, melodías muy chulas y sencillas, arreglos preciosos… A mí me apetecía hacer algo que fuera bonito. Y ahí sí que me obsesioné un poco, quería, sí o sí, contar la tragedia desde la belleza. Es un punto de vista que me parece mucho más interesante que desde la propia tragedia. Es luminoso, a veces alegre, otras tiene una inocencia muy bonita, mucha luz, es lo que quería hacer. No quería algo tétrico porque no soy así, soy una persona sencilla, optimista, alegre. No quería dar a entender que todo es una mierda porque no lo creo.

En el disco te acompañan Jussi Folch, Xema Fuertes y Cayo Bellveser.

Me siento muy afortunado en ese sentido porque creo que nunca había tocado con gente tan buena como en este disco. Además tienen una creatividad brutal. Desde el primer momento captaron el espíritu del disco, dí con la gente adecuada. Iba con algunas ideas al estudio y allí se transformaban, los arreglos de vibráfono, las percusiones, las cuerdas… todo eso es fruto del estudio. Xema y Cayo controlan mucho eso. Está todo muy pensado, pero da la sensación de que hay algo como que está dejado estar. No sé, como Herman Dune, o Belle & Sebastian, que los oyes y notas la cercanía, pero está todo muy pensado, aunque parece incluso que no tocan muy guay. Eso es lo que buscábamos y creo que, entre todos, lo hemos conseguido. Ojalá hacer un segundo disco con ellos.

¿Por qué no firmar con tu nombre, Quique Gallo, y sí como Flores?

El primer día que quedé con Jussi para enseñarle las ideas, empezamos a tocar y me dijo que le sonaba a flores. Y se quedó el nombre. Estuve reflexionando y el nombre va mucho con el espíritu del disco, las flores están presentes siempre y tiene muchos significados, alegres y tristes, son cotidianas. Bautizándolo como Flores quería hacer referencia a un proyecto que es personal, pero no en solitario. El disco también es de ellos.

Decíamos que es un disco muy pop, pero también hay, por ejemplo, bossa nova (“El mar”, “Al cantar”), aires jamaicanos («En la playa»), tropicales-latinos («Si todavía estuvieras aquí», «Vivan los lunes»)…

Las referencias de este disco, además de lo que ya he comentado del pop, serían la música mediterránea, que es algo que me gusta mucho, y también la tropical. He estado últimamente escuchando mucha bossa, música de Cabo Verde, siempre he oído rocksteady… Muchas canciones nacían con ese espíritu y en el estudio crecían. Musicalmente, o instrumentalmente, es muy variado. Son diferentes. Es un disco largo, nunca hubiera pensado que haría uno de catorce canciones, ni lo voy a volver hacer en mi vida (risas), pero engancha.

Lo que no está en el disco es tu lado más negro (soul, r’n’b, blues).

He escuchado mucho y me flipa el soul, el r’n’b, pero sí es cierto que no está muy presente en este disco (se lo piensa), bueno, no lo sé (risas). Quizás en algunas melodías sí está. Porque el soul al final es pop, o el pop es soul. Siempre me he fijado mucho en la melodía vocal. Si lo quieres hacer bien tienes que tener mucha técnica, pero es algo que lo puede hacer cualquiera, no hace falta un instrumento. Sí es verdad que el lado más blues, más pureta de ese rollo, no está en el disco. Si hubiéramos metido vientos sí podría resultar ese rollo más negro, alguna idea tenía, pero al final no se hizo.

Luis Galbis firma la portada, la funda interior y un póster.

Me parece brutal el diseño. Pensé en Luis porque me gusta mucho lo que hace y es muy amigo mío. Siempre me ha gustado su visión como un poco naif y con mucho color, eso le iba muy bien al disco. Lo que hace tiene ese aspecto inocente, como melancólico. Y ese es el color que tiene el disco. Le iba pasando las canciones sin darle ninguna indicación y él fue haciendo. Solo le dije que me imaginaba una portada blanca con color. Me pasó pruebas y fuimos decidiendo. Es muy estimulante, te dan ganas de entrar en el disco.

¿Qué futuro musical te espera, tanto con Aullido Atómico como con Flores?

La pandemia nos pilló de pleno a Aullido Atómico. Sacamos disco un mes antes del confinamiento y teníamos una gira de veinte fechas que se cancelaron. Una vez se pudo tocar hicimos dos o tres bolos. Ahora está algo parado, cada uno tiene su movidas, y con un disco recién hecho que no hemos podido mover… Que si sale algo creo que lo hacemos, pero digamos que ahora está un poco como parado.

Y Flores, el disco acaba de salir (risas), pero sigo haciendo canciones. He encontrado una voz desde la que poder narrar y contar. Hacer canciones bonitas es un leit motiv que tengo ahora mismo. Estoy grabando maquetas por mi cuenta con la idea, ahora sí premeditada, de hacer un segundo disco. También es que, artísticamente, me quiero desvincular de este disco, es lo más especial que he hecho en mi vida y seguramente de lo que haré, pero me apetece curiosear, la curiosidad es la juventud de verdad, estoy aprendiendo un montón, a componer, a escribir, a tocar, a vivir.