Mi lugar es el título del primer disco grande de los valencianos Kakao. Diez trallazos funk, producidos por Sam Ferrer y el Funkiwi Jota Terranegra, creados para que pies y brazos no dejen de moverse, incluso cuando se decantan por el medio tiempo, y que bien merecerían una edición en formato físico. Sergio Mateo, guitarra del grupo, contesta por teléfono nuestras preguntas.
Llama la atención la evolución sonora que ha tenido el grupo desde que empezasteis.
Creo que ha sido una cuestión de los músicos que han ido entrando. Al principio éramos la típica formación de cuatro personas, bajo, guitarra, batería y voz, y no sé, por la edad, porque en ese momento escuchábamos mucho más rock y mucho más punk, hacíamos un poco ese estilo. Después fuimos teniendo otras inquietudes. Fue muy determinante cuando se incorporó Adrián a la batería, que empezó a meter más ese sonido funk. Y, como al final pasas bastantes horas con tus compañeros de grupo (ríe), los gustos se van amoldando. Y poco a poco nos fuimos transformando en lo que somos ahora, fue algo sin quererlo, una cosa muy natural.
Mi lugar es un disco marcado por la pandemia, como reflejan algunas de sus letras.
Es un disco muy transparente en ese sentido. Fue un álbum hecho en el local, currándonoslo mucho entre nosotros. Al principio de la composición lo hacíamos por videollamada porque no nos podíamos ver por las restricciones de la pandemia. Y en las letras se percibe ese existencialismo de la época, también el malestar de la juventud… Siempre intentamos dar una lectura positiva al final, pero sí que es verdad que se nota cómo fue ese proceso de raro y cómo fue esa época, en las letras sí que se ha traducido.
El disco está grabado por Sam Ferrer, que además lo coproduce con Jota Terranegra.
En 2020, justo antes de la pandemia, tuvimos la suerte de grabar un tema con Funkiwis, que para nosotros son referentes y hacer esa colaboración fue increíble, y esa canción la grabamos con Sam, que nos lo habían recomendado ellos porque habían grabado con él su disco. Probamos y nos encantó, ya no solo por el estudio que está muy bien, sino por su implicación personal y el cariño que le pone. No tuvimos ninguna duda de repetir con él para el disco. Y Jota le ayudó a producir, él es guitarrista de funk y tenía mucho que aportar. Entre los dos han dado coherencia a todos los temas. Nosotros teníamos unas estructuras a lo mejor un poco diferentes y ellos nos fueron diciendo, “esto así como está no funciona, vamos a reestructurar un poquito esta canción, aquí meteríamos más guitarras, aquí un teclado”. Al final fue muy divertido grabar porque también hubo una parte de componer en el propio estudio, de montar cosas nuevas.
La portada refleja muy bien su contenido.
Adrián, nuestro batería, es diseñador gráfico y es quien se encarga de todo lo relacionado con el diseño en el grupo. Es un crack, tenemos mucha suerte de tenerlo en el grupo. La portada fue una idea que se le ocurrió a él, queríamos un diseño simple con poquitos elementos.
¿Cómo es el proceso compositivo en una formación amplia como la vuestra?
En el caso de Mi lugar fue muy colaborativo. Muchas veces, aunque no siempre, se parte de una idea que lleva algún miembro del grupo al local y se trabaja. O, incluso, estamos tocando, improvisando, hay algo que nos gusta y se empieza a desarrollar a partir de ahí. Siempre hacemos primero la parte instrumental porque creo que somos todos más músicos que letristas. Y, a partir de ahí, Víctor, el cantante, se pone a trabajar. Aunque como te decía el disco fue bastante colaborativo, también en las letras, de sentarnos todos en el local a partirnos la cabeza e intentar hacer letras, que en algún momento fue algo más duro porque porque no tenemos demasiada experiencia más allá de Víctor, pero ahí peleándonos contra la pared, al final salieron cosas.
Hablando de las letras, antes has comentado que estaban marcadas por el momento pandémico en el que se escribieron. Sin embargo, el resultado final invita a bailar, produciéndose una curiosa dicotomía.
Sí, es muy cierto eso. Las letras pueden ser crudas, pero la música en sí es alegre, y además intentamos no caer en que salga una letra negativa o triste, siempre buscamos un punto de positividad. Al final es un poco como el reggaeton triste (ríe), que acaba siendo muy disfrutable y te da ese contraste entre la letra, lo que estás escuchando, y lo que estás sintiendo, que son cosas diferentes. No sé por qué, pero funciona.
¿Crees que se refleja de alguna manera en vuestra música el hecho de que seáis valencianos?
100%. Estamos súper influenciados por la música que se ha hecho aquí durante muchos años. Solo la presencia de vientos…el hecho de meter en las canciones una línea melódica de vientos, como instrumental, eso es muy valenciano, es muy del rollo de cuando era más popular el ska y grupos como La Raíz, que había secciones que eran melodía, eso lo hemos arrastrado a nuestro estilo, pero es algo que es muy marca de la casa.
Hablando de València, ¿cómo veis el panorama musical? ¿Algún grupo que os guste especialmente?
Estamos en un momento muy interesante. Hay un montón de grupos haciendo cosas súper interesantes, un montón de oferta de música y las salas están imposibles para alquilarlas y poder tocar. Conocemos a Caramelo que se parece un poco más al estilo que hacemos nosotros y nos mola un montón su música, o Tenda, que lo está empezando a petar en València. Son gente más cercana a nuestra generación que está empezando a darse a conocer y son muy potentes. Además, es un panorama mucho más diverso que a lo mejor hace unos años en los que estaba muy de moda el punk, el rock…, se ve un poco de todo y la verdad es que se agradece.
Aunque cada miembro del grupo tendrá sus propios referentes, ¿en cuáles coincidís?
Grupos como Parcels, Cory Wong o Daft Punk son bandas que todos escuchamos y eso se traslada a la música que hacemos. A nivel local, como he dicho antes, Funkiwis siempre han sido unos referentes claros, o los ya mencionados Caramelo. Y también, sobre todo eso que llaman ahora neo soul como Tom Misch o cosas más hiphoperas como Anderson Paak.