Si cruzas un puente para comprar un pastel lo dices todo. El Tres chocolates de la Pastelería Montesol (Escultor José Capuz, 16) bien merece la excursión. Muy rico, nada empalagoso, sin efectos secundarios, cumpliendo a la perfección su misión. Dulce sin dar la brasa, de textura suave, declarando cada chocolate su independencia al tiempo que se alían por el bien común. Y servido en una tarrina para que comérselo sea cómodo y no un número de equilibrista.
La esquina de Monteolivete donde es raro que no haya cola tiene otras especialidades, como su milhojas (que sirven a varios restaurantes), su briochito relleno de nata con pequeñas notas de crema en el exterior o ese pastelito coronado por una trufa. Pero de los pasteles se es como de los equipos de fútbol, de uno y no más, ellos además nunca te dejarán caminar solo.