Azmeri Haque Badhon ha ganado (ex aequo con el actor Yerbolat Alkozha, este por Happiness) el premio a la mejor interpretación en el festival Cinema Jove por su papel protagonista en la cinta Rehana (que también consiguió el Premio Luna de València al mejor largometraje), dirigida por Abdullah Mohammad Saad.
Se trata de la primera película de Bangladesh que ha participado en la competición oficial del festival de Cannes. En ella, Azmeri da vida a la mujer del título, una profesora que trabaja dando clases en un hospital universitario que vivirá una pesadilla cuando denuncie un abuso de un profesor hacia una alumna. Al mismo tiempo, intenta conciliar su vida profesional con el cuidado y educación de una hija pequeña.
Durante los tres primeros minutos de la película no interactúas directamente con nadie físicamente, pero consigues transmitir al espectador los principales rasgos de tu personaje. ¿Trabajaste de alguna manera especial ese inicio del film?
En realidad, fue el director el que lo hizo. Cuando me vi en la pantalla fue cuando me di cuenta de lo que había sucedido. Confié ciegamente en él. Tiene la capacidad de sacar de mí cosas que ni yo misma sabía que tenía.
Llevas todo el peso de la película, apareces prácticamente en el 90 % de los planos y en todas las secuencias, es una interpretación muy intensa, en la línea algo claustrofóbica del film.
Fue muy duro llevar a Rehana sobre mis hombros porque no era capaz de separarme del personaje. Tuve una crisis nerviosa durante el rodaje, yo padezco depresión crónica, y como digo fue muy duro. Mi empatía hacia ella no creo que sea exclusivamente mía, sino que se produce en todo el mundo, esa sensación de angustia, ese sentimiento de injusticia… que me influía a la hora de interpretarla.
¿Esa naturalidad y emoción que transmites es fruto de muchos ensayos, de muchas tomas o se mantiene tan viva precisamente por lo contrario, por hacer pocas y algo de improvisación?
Repetí secuencias entre veinticincoy treinta veces y tuvimos cerca de nueve meses de ensayos y preparación para la película. No improvisamos nada porque estaba todo muy medido, pero sí quiero destacar dos momentos concretos del rodaje. Uno, cuando me estoy echando agua a la cara, miro a la cámara y escupo, ahí era yo, no era el personaje quien lo hacía. Tenía como un sentimiento de odio hacia todo aquello. El director me dijo ¡bien hecho! Y el otro es cuando le dice a su hija que no puede ir a la funciòn escolar. Me parecía tan duro decírselo a la niña que las cuerdas vocales y los músculos de la garganta se me paralizaban. Lo intenté hasta en tres ocasiones y fui incapaz de articular palabra, al final conseguí hacerlo. Pero sentía que no estaba actuando. Mi sensación era que tenía una hija de 10 años, que la actriz era mi hija en realidad. No me gusta mucho ver la película porque rememoro lo que viví, me produce angustia y se me quiebra la voz.
Esa secuencia que mencionas con la actriz que hace de tu hija es espléndida. ¿Cómo fue trabajar una secuencia con tanta carga emocional?
Fue muy difícil. Tenía muy buena relación con la niña actriz y, además, tengo una hija. Pero estaba en desacuerdo con esa secuencia y le dije al director que no quería rodarla. Como madre era imposible hacer algunas de las cosas que me pedía. Encima, la niña actriz me preguntaba porqué Rehana se comportaba así. Le prometí que nunca le pasaría algo así a ella en su vida real, ni tampoco a mi hija. Tuve muchas discusiones con el director, incluso durante el montaje. Pero al final me convencí de que debía hacer lo que me pedía porque recordé que las peores cosas que me habían pasado en la vida me las habían hecho mis padres. Vivimos en una corrupción sistémica y cargamos con el peso de ello a la siguiente generación.
Con tu interpretación consigues que se rompa la barrera personaje / actriz, la segunda desaparece e identificamos a ambas como una sola persona. ¿Te llevabas el personaje a casa cada día después del rodaje o conseguías desconectar del mismo?
No pude desconectar de Rehana. Ni siquiera ahora. Soy modelo y en mi país tienen de mí una imagen glamurosa y que no sé actuar. Cuando pasé el casting para este personaje sentía que era mi única oportunidad para hacer algo por mí misma y convertirme en actriz. Paré un año y medio de trabajar para concentrarme en el personaje, lo dejé todo. Vestí como Rehana, con sus ropas y el pañuelo, durante nueve meses. Yo soy muy distinta a ella, hablo muy alto, soy muy escandalosa, siempre voy vestida elegante, con glamur…. Mi terapeuta me dijo que parara, que dejara de vestir su ropa, pero no lo podía evitar. Incluso cuando acabó el rodaje, seguí llevándola durante tres meses.
¿Cómo fue el trabajo con Abdullah Mohammad Saad, director de la película?
Terrorífico, increíble y maravilloso a la vez (ríe). La película me ha cambiado totalmente, no solamente como intérprete, sino también en mi vida. Fui educada en una sociedad que te transmite que no sucede nada si alguien te toca, atenta contra tus derechos o abusa de ti. Yo estaba siempre en ese modo de negación. Esta película me ha empoderado. Tanto en los ensayos como en el rodaje sentí que era un ser humano y tenía derecho a ser respetada, a sentirme libre.
¿Cómo ha sido recibida la película en Bangladesh?
Después de ser seleccionada la película en Cannes el público estaba expectante por verla. Una parte de la población iba a cuestionarla porque no está de acuerdo con lo que muestra, pero al recibir el reconocimiento internacional ya no podían hacerlo. Ha abierto un debate en todo el país. Y no solamente en Bangladesh, sino en todos los países vecinos también.
Has ganado el Premio a la Mejor Actriz en Cinema Jove. ¿Cómo te sientes? ¿Qué importancia puede tener en tu carrera tiene un premio así?
Estoy sobrepasada por el premio. De hecho, no sabía que había un premio a la mejor actriz (ríe). No sé si me ayudara en mi carrera, pero lo que sí sé es que me está ayudando a sentirme segura de mí misma y que ayudará a otras chicas de mi país a saber que pueden tener un futuro. Cuando cumples 30 años, tu carrera como actriz en Bangladesh está acabada, a los 35 te puedes morir porque no vas a volver a trabajar (ríe). Y muchas chicas allí están viendo que sí que hay posibilidades, que si yo lo he conseguido, ellas también pueden. En Bangladesh me consideran una bruja porque hablo mucho de los estereotipos, en los últimos dos años me he metido en bastantes líos por ello. Tenemos que cambiar, y no solo por nosotros, sino por las generaciones que vienen detrás. Cuando recibo un premio como este me siento respaldada para seguir expresando mi opinión.