Claudia Pinto Emperador en el rodaje de «Las consecuencias». Foto: Saúl Santos.

Las consecuencias (desde el viernes 17 de septiembre en los Cines Lys) es el segundo largometraje de Claudia Pinto Emperador, cineasta venezolana que lleva más de 20 años en València. Como en su ópera prima, La distancia más larga (se puede ver en Filmin), la familia es el núcleo en torno al que gira el film. También, como entonces, una muerte al principio de la cinta desencadena de alguna manera, los acontecimientos.

La sinopsis nos habla de una pequeña isla volcánica, de una mujer que intenta superar una pérdida y se convierte en espía de su hogar. De su padre y de una hija adolescente que le acompañan. También de su madre. De sospechas, de secretos, de silencios. De algo a punto de explotar y no es, precisamente, el volcán.

Juana Acosta encabeza un reparto que cuenta, también, con Alfredo Castro, Carme Elias o María Romanillos. La película ganó dos premios en el Festival de Málaga (Premio Especial del jurado de la Crítica y a la mejor actriz de reparto para Romanillos) y, ojo, nos os vayáis de la sala cuando empiecen a salir los títulos de crédito.

¿Cómo surge Las consecuencias?

Una película te lleva muchos años hacerla, ya tuve esa experiencia con la primera, La distancia más larga, con esta también aunque ha sido menos tiempo. Por ese motivo tenía claro que debía tratar sobre algo que me importara mucho porque hay que aguantar el tirón y siempre tener algo a lo que agarrarte. Intento, en ese sentido, meterme en cosas que me inquieten realmente, de esas que te llevas a la cama y no te dejan dormir, porque igual acabo resolviendo algo (se ríe). Y en ese momento yo estaba embarazada y me preguntaba si sabría hacerlo bien. Iba a ser responsable de otra persona y ahí hay una diferencia clave. Ese sentido de la responsabilidad, al menos a mí en ese momento, me daba mucho miedo. Y a partir de ahí empezamos a escribir esta historia de una mujer que básicamente intenta acercarse a su hija adolescente y no sabe si lo que le da miedo es verdad o son paranoias suyas. La película luego profundiza mucho en otras cosas, pero este es el punto de partida.

No como punto de partida, pero esa preocupación por la crianza también está presente en tu primer film, La distancia más larga.

Las distancias emocionales me interesan mucho para narrar. También en Las consecuencias se repite la naturaleza como una fuerza que está alrededor y nos puede hacer sentir vulnerables, frágiles. O la familia como núcleo. La distancia más larga tiene un estilo más de road movie, dijéramos que es más noble, en Las consecuencias también hay un viaje, pero es más thriller, un thriller emocional, no al uso, pero sí en el sentido de que buscamos con la protagonista lo que está buscando.

Además de los que apuntas hay otros puntos comunes entre ambas películas como son la muerte inicial de un personaje, el perdón, la culpa, los secretos, cómo gestionar las pérdidas…

Hacía mucho tiempo que no veía La distancia más larga y el otro día a Carme Elías, cuando se anunció lo de su Goya de Honor, le pidieron desde la Academia de Cine que eligiera una película y la escogió, fue un honor para mí. Y me vi, la misma tarde, a las 16h Las consecuencias y a las 19h La distancia más larga y dije guau, pues sí que hay más cosas en común de las que yo pensaba (se ríe), aunque son películas muy diferentes. Pero está ahí. Intento ser muy honesta con el cine que hago, partir como decía antes de cosas que realmente me inquietan, intentar no tener máscaras y al final, somos lo que somos.

Has apuntado antes la importancia que tiene la naturaleza en tus películas. De hecho, el lugar en el que se desarrollan acaba convertido en un personaje más. En La distancia más larga era al final cuando un plano aéreo nos permitía ver la inmensidad del lugar. En Las consecuencias, intencionadamente, sucede al principio. 

Para mí era muy importante mostrar el lugar al que llegan los personajes. No llegan a cualquier sitio. Es una isla volcánica. En una lectura más básica podríamos hablar de una metáfora de la erupción de la familia. A mí era justo antes de esa erupción lo que me interesaba. Cuando se van reposicionando las cosas y ese mar de fondo está ahí, porque la isla ha sido testigo de todo ese mundo familiar, si alguien ha seguido la historia ha sido la isla. Necesitaba mostrar el volcán desde arriba.

La Comunitat Valenciana también tiene unas cuantas localizaciones.

Hay mucho rodado aquí, aunque igual no se nota. El pueblo en el que se celebra la verbena es Marines Viejo, todas las secuencias de mar están rodadas en Sagunt, la casa de Teresa, el personaje de Carme Elías, es en Gilet. El piso en València. Las secuencias de carretera son todas valencianas.

En Las consecuencias, como ya ocurría en La distancia más larga, no juzgas a tus personajes y traspasas esa responsabilidad a los espectadores.

No hay blancos y negros, me resulta interesante la ambigüedad al entrar en determinados temas puntiagudos moralmente difíciles. Somos seres humanos imperfectos. Y a veces hay cosas que no son fáciles de juzgar, sería un panfleto si lo hiciera. A nivel de guión tiene dos cosas interesantes. Hay una historia en la superficie, que aristotelicamente digamos sería una mujer que hace un viaje a una isla y descubre algo, sería el del personaje de Juana Acosta, un viaje lineal, que coincide con otro viaje hacia abajo, que es el que realiza el personaje de Alfredo Castro. Ese señor, mientras ella va subiendo, él se va hundiendo. Y lo otro es que te va poniendo en distintos puntos de vista. Arrancamos desde el de ella, pasamos al de él, después al de la niña, volvemos a él y luego al de la abuela. Solo el espectador es quien lo sabe todo, quien tiene las herramientas para juzgar o no, o para armar esa conversación que ocurre en negro. No hay verdades absolutas en la película y cada cual que haga lo que quiera con ella (se ríe).

Esta es una película abierta, la casa tiene las ventanas abiertas para que la gente se meta ahí, sienta cosas, piense si hay algo que se parece a su propia familia y en qué. Y ese tono inmersivo, casi hipnótico, en una sala de cine se siente muy bien porque estás cautivo. En esta película no importa lo que se dice, sino lo que no se dice. Es una película que estoy segura de que no se acaba cuando se encienden las luces de la sala, te la llevas a tu casa.

Repites con Carme Elías, Juana Acosta y Alfredo Castro realizan unas magníficas interpretaciones con unos personajes de marcado desgaste emocional, Héctor Alterio te hace un regalo con su breve aparición y la debutante María Romanillos no lo parece.

Tenía muy claro que necesitaba un grupo de actores muy potentes porque la película es casi los cuatro actores. A Juana Acosta la había visto en Anna (Jacques Toulemonde, 2015), una película que me gustó mucho, era un registro no muy habitual en ella y donde estaba bestial, y sabía que lo iba a hacer muy bien. Tiene una cosa fiera, salvaje, que consigue que te creas que es de esa isla, quería que quedara claro que su personaje no era una persona depresiva sino que es tan fuerte lo que le está pasando que pierde el control, pero que su naturaleza es ir hacia la vida y ella lo tiene, tiene esa energía muy positiva.

Carme Elías es mi musa un poco, mi madrina quizás, le quiero mucho y le escribimos el personaje. Alfredo Castro es, para mí, uno de los mejores actores iberoamericanos. Y en estos terrenos ambiguos se mueve como dios. Siempre he querido trabajar con Héctor Alterio y cuando me dijo que sí me volví loca. Y María Romanillos, en el casting, supe enseguida que era Gabi, tiene una frescura, una mirada, un algo, como de ángel roto. Estoy muy contenta de que le premiaran en Málaga y que fuera como actriz de reparto, no revelación. Tiene mucho talento y no lo sabe, le digo que no se vicie, tendrá una carrera muy larga.

Por las películas y por cómo hablas de ellos, se intuye que disfrutas mucho la dirección de actores.

Me encanta dirigir actores, lo disfruto muchísimo, me lo paso pipa (se ríe). Como escribo las películas y tienen esa profundidad, profundidad, profundidad, al final dices, ostras, que todo eso esté. El cine es muy cabrón porque se nota todo, hay cosas que no perdona. Con los actores, entramos en algunos territorios que nos convierten casi en familia. Intimamos mucho en muy poco tiempo. Es lo que más disfruto en rodaje. Yo, técnicamente, me defiendo, pero si me das a elegir prefiero una escena de dos planos bien hechos y bien interpretados. Tengo muy clara la película cuando rodamos, cuál es el objetivo emocional de cada secuencia. Cuando llego al set hablo primero con los actores, hacemos una puesta en común, la cambiamos si nos da la gana, y ya después es cuando hablo con el equipo técnico y les explico. Pero nunca al revés porque si no se encorseta todo, y cuando llega el actor, que es el elemento vivo de la secuencia, se le dan demasiadas indicaciones… que si cuidado con la marca, que si te he iluminado ahí…como hago tele sé que eso pasa.

¿Cómo fue escribir el guión a cuatro manos con Eduardo Sánchez Rugeles?

No lo había hecho nunca. Eduardo es escritor y había adaptado alguna de sus novelas, pero este era su primer guión original. Me parecía muy importante la mirada masculina y femenina en una historia como esta. Era una película en la que iba a ser muy necesario el debate y si lo hacía sola me iba a volver un poco loca. Fue muy interesante. Nunca habíamos escrito juntos. Él tiene una libertad absoluta de novelista, hace lo que quiere con las estructuras, a veces le pedía que escribiera una secuencia y me daba treinta folios, si esto ya es la película le decía (se ríe) y me contestaba que igual había algo que servía y tenía razón, sacaba de ahí tres frases que eran fundamentales. Fue un proceso de escritura potente porque no era una historia fácil de escribir, hecho a fuego lento, pero nos fuimos acoplando.

Durante los ochos años que han pasado entre película y película has trabajado en otros proyectos (por ejemplo, la serie L’Alqueria Blanca, de la que actualmente eres su directora), ¿esas otras historias se reflejan de alguna manera en Las consecuencias?

Sin ninguna duda. Siempre lo digo, sin el oficio que me ha dado la televisión me costaría mucho sacar adelante estas películas. Pierdes miedos, miedo a dirigir a los actores, sabes cual es tu rol, controlas los tiempos, conoces las herramientas para poder resolver todo aquello que surge. El cine si lo llevas de una manera honesta no deja de ser otra cosa que un espejo de tu propio crecimiento. Todo suma en las películas. Creo que no hay nada que haya hecho y no se vea en La distancia más larga o en Las consecuencias.

¿Qué puedes contar de tu próxima película?

Estoy con un documental muy pequeñito que habla del trabajo del actor, de la identidad y de la memoria, y lo estoy haciendo, también, con Carme Elías. Y, además, rumiando historias de ficción y algunas propuestas de televisión.