Ese momento en el que los sueños empiezan a tambalearse, el desencanto gana terreno y la vida deja de ser un juego y avisa que va en serio. El paso de la adolescencia a la edad adulta es un caramelo para el cine. Las llamadas películas coming-of-age, en las que sus protagonistas empiezan a calibrar sus expectativas, a tomar decisiones, a tener responsabilidades y a entender que esa amargura que a veces sienten les va a acompañar siempre, y lo mejor es acabar acostumbrándose a ella, asimilarla y disfrutar en la medida que se pueda.

Mucho de todo ello hay en El que sabem, la ópera prima de Jordi Núñez, encargada de inaugurar la Mostra de València 2022 y que forma parte de su Sección Oficial. Un film que tiene uno de sus mayores atractivos en adaptar esas vivencias a la idiosincrasia valenciana, consiguiendo al mismo tiempo un relato universal.

En la cinta, acompañamos a un grupo de amigos (a los que dan vida Nakarey, Javier Amann, Tania Fortea y Mauro Cervera, principalmente) en sus miedos, amoríos, desengaños, precariedades, traiciones, risas, decepciones y fiestas, mientras luchan por ser fieles a sí mismos y libres.

Hablamos por teléfono con Jordi Núñez, horas antes de que su película se proyectara en La Rambleta dando el pistoletazo de salida al festival valenciano.

Tenéis dos oportunidades más para ver la película: Hoy, viernes 21 de octubre, en los Cines Babel, Sala 4, a las 21h. Pase que contará con la presencia de su director. Y mañana, sábado 22 de octubre, en los Cines Babel, Sala 1, a las 2oh. Además, el 25 de noviembre llegará a las salas. 

“Hago películas para contar cosas que me preocupan y me emocionan”, nos dijiste cuando te entrevistamos hace años. ¿Qué cosas te preocupaban y emocionaban contar en El que sabem?

Ahora cambiaría parte de la frase. Quizás diría que hago películas para contar cosas que conozco de alguna manera. Y sí, por supuesto, para contar cosas que me emocionan también, porque al final es lo que busco en la película y lo que me atrae del cine, esa capacidad de emocionar, de catarsis, de tomar distancia y darle sentido de alguna manera.

De El que sabem me emocionaba, me atraía…hablar de ese paso, de ese umbral, entre la juventud y la edad adulta y esta idea de las expectativas, de los deseos. Pasar de ese momento en el que eres joven y todo es posible, porque todo está por venir, a ese momento de inicio de la edad adulta en el que ya la vida de pronto ha mostrado sus cartas y un montón de expectativas no se han cumplido. Hablar de este proceso que es la vida en este momento concreto vital. Y hacerlo a través de unos personajes que lo experimentan cada uno de una forma, que hay algunos que consiguen dominar el arte de perder, pero otros no y se quedan dando vueltas en círculos sobre sí mismos, sobre sus propias dinámicas. 

En ese paso de un estado a otro que hablabas, con esos primeros desencantos, la mayoría de personajes no están a gusto con lo que viven en su día a día, tal vez la gran excepción sea el personaje al que da vida Rosita Amores, que padece alzheimer.

(Ríe) Sí, son personajes insatisfechos porque niegan su realidad de alguna manera. Es el proceso que vive Carla, la protagonista. Ella vive un proceso de inicio de reparación o de curación de una situación y de una condición que se la ha impuesto de víctima de violencia. Y este proceso empieza a través de definirse a través de otros, con la amistad, con el amor… Pero ese no es el fin último, porque de pronto lo que funcionaba vemos en un segundo acto que se ha viciado y está fuera de lugar. Creo que el final, a partir de una escena concreta que sucede, es para ella, de alguna manera, liberador, convierte algo que en su momento fue súper doloroso en una una brisa de viento que pasa.

Y sí, el resto de personajes son en cierto modo trágicos, porque parece que todos hablan como si su vida no fuera con ellos. Que no creo que sea tanto una cuestión generacional, como sí de la condición humana porque implica cierta valentía, muy grande, para responder a la realidad en todo momento y hacer lo que cada instante requiere. Porque hay veces que tenemos un momento de plenitud y nos agarramos a eso el resto de nuestra vida. 

Sobre lo que comentas del personaje de Rosita, a mí me interesa mucho el aspecto de realidad o representación de la película. Y la anciana que interpreta es casi como una representación del trauma de Carla, como una alegoría chabacana y de alguna manera folklórica, con un punto trash. La vida, a veces, es muy cabrona, como este personaje, que es simpático porque lo interpreta Rosita, pero es una jefa, una persona que no querría nadie en su entorno laboral.

¿Cómo surgió la participación de Rosita Amores en la película?

En un principio quería contar con sus canciones porque había una escena pensada con “La cuinera”. Y pensé que, además, estaría muy guay si hiciese el personaje de la anciana del bar. Contacté con ella y me dijo que sí. Me gusta mucho que Rosita esté en la película por partida doble, por su actuación y por sus canciones. Fue muy mágico porque en realidad era un personaje bastante más agrio y amargo, pero en el primer ensayo Rosita ya aportó algún gesto que hacía mejor la escena y tuve claro que tenía que tirar de ese hilo. Al final, el planteamiento con Rosita era como un 50% o 60% de texto cerrado, que se lo sabía totalmente, y luego había momentos en los que le indicaba que tenía su espacio para decir lo que creyera que diría su personaje. Porque Rosita es un animal de improvisación y del espectáculo, del contacto con el público, esa parte tenía que estar, no quería dejar a Rosita anquilosada en un texto cerrado. Ella se lo pasó fenomenal, fue como rodar con una actriz de 20 años, con la misma ilusión, muy profesional, no tenía ningún problema en repetir tomas, tomaba marcas y notas perfectamente… 

Es tu ópera prima y te has rodeado de actores prácticamente noveles, entre ellos Nakarey y Javier Amann con los que ya habías trabajado en tus cortos (de hecho recuperas alguna imagen en el film), renunciando a optar por algún intérprete con más experiencia.

Para mí es muy importante no solo el relato que cuentas en la película que haces, sino también el propio relato del rodaje y de la gente con la que trabajas. He crecido con Javi, con Nakarey, con el director de foto, con el director de arte…esta película era como una culminación, un escalón que había que subir juntos de alguna manera. Pero a la vez hicimos un casting en València hace cuatro años y aparecieron Tania Fuerte y Mauro Cervera y muchos más. Ha sido como ampliar la familia un poco. Cualquier trabajo creativo con jefes o jefas de equipo implica un periodo de adaptación y de conocimiento, y bastante estresante fue todo con el covid, así que era un gusto poder entenderme con todos ellos sin necesidad de un esfuerzo extra. Creo que hay un punto de conexión muy grande y siento que he hecho la película que quería hacer, eso era muy importante siendo mi ópera prima. No quería debutar con una película donde hubiese tomado decisiones por poner una cara conocida pensando que nos va a abrir alguna puerta, porque probablemente si lo haces mal va a ser un pegote y no me rentaba. Lo importante al final es hacer la película que quieres hacer. 

El entorno en el que se desarrolla la película acaba convertido en un personaje más.

Para mí era muy importante que València no fuese solo un plató bonito que fuera intercambiable por Ibiza o cualquier otro lado. Me interesa que el espacio dialogue de alguna manera con la trama y los personajes. Y al final toda esta zona de l’Horta Sud es una zona con una belleza muy insólita que se configura a través de la relación del paisaje con sus heridas o cicatrices, como bien puede ser el Plan Sur, la depuradora de Pinedo o el Puerto de València, que cobra una presencia imperante desde cualquier punto de la zona. Siempre está ahí, no te lo puedes quitar de la vista. ¿Por qué mirar solo a l’Albufera o a la playa si tengo todo esto que si se utiliza de manera elocuente puede generar un ambiente y una atmósfera que refuerce las ideas de la película?

El folklore (las canciones de Rosita Amores, los trajes regionales en la fiesta de disfraces, las fallas, los restaurantes de la playa…) queda incorporado a la película sin ninguna intención de provocar o epatar, sino como parte de la narración misma. 

València es eso, como es muchas otras cosas, pero eso forma parte de València y para mucha gente es una realidad y está ahí y se puede tratar sin negar lo que es, sin dulcificarlo, pero sin tratarlo con condescendencia. Era importante que estuviera, en tanto que eso fuese un elemento dramático y narrativo que nutriese y dialogase con la historia y con los personajes, ya fuese de manera irónica o reforzando. Era muy importante que la película fuera, en la medida de lo posible, como un espejo en el que cada espectador se pueda ver.

Además de las canciones de Rosita Amores, y de la actuación en directo de Samantha Hudson, el resto de la banda sonora pertenece a Elefant Records, que incluso ha publicado un álbum digital con los temas que aparecen.

La colaboración surgió porque quería que aparecieran las dos canciones que se escuchan de Soleá Morente en la película. Contactamos con Luis Calvo, de Elefant, le pasamos un dossier sobre el film, le gustó el proyecto y nos planteó un abanico muy grande de posibilidades y de ahí yo fui seleccionando.

En la entrevista a la que hacíamos antes mención, hablando de tus referentes mencionabas a Jonás Trueba, que además había sido tutor tuyo en la Escuela TAI. ¿Lo has tenido presente en El que sabem? ¿Qué referentes tuviste en mente?

Jonás Trueba me marcó mucho, fue una referencia muy grande, aunque no he pensado mucho en su cine en esta película. Principalmente trabajé pensando en Douglas Sirk y en el melodrama clásico. También en películas como Esplendor en la hierba. O en el cine de Ozu, en esa idea de la belleza de lo efímero. O en el cine de Mikio Naruse. O en películas concretas como Las ventajas de ser un marginado. Hablábamos de Jonás Trueba, pero es que su padre con la escena de disfraces de Belle Époque era una referencia final. También el cine de Florián Rey, ese cine como más popular, de protagonistas femeninas, me encanta. Y  luego también el punto de sainete fallero de Berlanga, El virgo de Visanteta, Vicente Escrivá…al que le hemos dado como una vuelta y creo que está también presente en la película. Bueno, y Bresson que me gusta mucho. Y Hitchcock. Y otra referencia que tenía también era Sofia Coppola, con María Antonieta, que está presente en esa escena en la que corren por el campo.

¿Cómo fue rodar en pandemia? 

Un estrés brutal. Yo entré como en ley marcial (ríe), de mirar hacia adelante sin pensarlo. Íbamos a empezar a rodar las fallas de 2020 y ese mismo día se cancelaron. Por suerte teníamos cosas grabadas de 2019 y con eso pudimos componerlo todo. El rodaje era en mayo y se tuvo que posponer. Eso me permitió centrarme en otros proyectos para sentir que tenía algo de control. Pero luego, en septiembre, de repente nos lanzamos a rodar. Y fue como ese momento en el que de repente iba escalando el virus de manera brutal otra vez. Y conseguimos rodar sin ningún positivo en el equipo pero con mucho estrés. Teníamos un plan de contención que nos permitía tener un positivo (ríe). Tuve un poco la sensación de preguntarme si tenía sentido contar esta historia con lo que estaba pasando.